De Francisco Sagasti
Fondo de Cultura Económica, Lima, 2011, 273 páginas
Por Mario Albornoz
Este libro de Francisco Sagasti es una contribución valiosa para el análisis de las políticas de ciencia y tecnología en América Latina. Se trata de un texto ambicioso, que recorre un camino que va desde la génesis del conocimiento en la historia de la humanidad, hasta los desafíos que plantea a los países latinoamericanos el actual milenio.
El foco central, sin embargo, está puesto en un terreno más próximo a la historia que a la prospectiva, ya que presenta en forma minuciosa y documentada los avatares de los países de América Latina en sus esfuerzos destinados a dotarse de políticas de ciencia y tecnología que den impulso al desarrollo, en un período que va desde la posguerra hasta el presente.
Debido a lo ambicioso de su enfoque, el texto asume ciertos riesgos.
Discurrir acerca de los orígenes del conocimiento, esbozar una historia de la tecnología y discutir acerca del fin del proyecto baconiano son tópicos que tienen gran interés, pero que en este caso pueden brindar un trasfondo demasiado amplio a la cuestión central -lo más original de este libro-, que es el surgimiento y evolución de la política científica y tecnológica en los países de América Latina, en un proceso cuyos éxitos y desventuras pasan en gran medida por la conflictiva historia de la región.
En su primera parte, el texto alude a las formas tradicionales y autóctonas de generación de conocimiento, así como a las nuevas maneras de hacer ciencia y de transformar el pensamiento especulativo, sin profundizar en su análisis.
Alude también a los riesgos que se derivan de la ciencia y la tecnología (riesgos cada vez más evidentes), aunque no adopta un tono pesimista.
Cabe la pregunta acerca del carácter inevitable de tales amenazas, ya que al mismo tiempo que aumenta la preocupación social por los efectos colaterales de los avances científicos, la renovada fe en la sociedad del conocimiento sigue en expansión.
No hay que olvidar que la escuela de Frankfurt hace ya muchas décadas proclamó su escepticismo sobre la razón moderna, apuntó a una modernidad que se destruye a sí misma y denunció los excesos de la ilustración.
Más contemporáneamente, Giddens, Beck y otros han llamado la atención sobre la sociedad de riesgo, con un sentido de orientación a nuevas políticas correctoras de tales peligros.
El texto de Francisco Sagasti parece ir en esa dirección. Con todo, el mayor interés del libro es la crónica minuciosa y documentada de la evolución de la política de ciencia, tecnología e innovación en la región, particularmente detallada en lo acontecido durante los años sesenta a ochenta.
Este relato está muy centrado en el papel de los organismos internacionales y en la génesis de sus documentos de posición, tanto la OCDE, como las Naciones Unidas y, más
Director de la Revista Iberoamericana de Ciencia, Tecnología y Sociedad (CTS).2 próximos a la región, la OEA y el BID.
El texto devela interesantes secuencias y da pistas que pueden merecer interés para estudiosos de la política científica, tales como el papel desempeñado por la Alianza para el Progreso en desarrollos institucionales posteriores, como el caso del PRDCT de la OEA.
En todos estos aspectos el texto es rico y su aporte es sumamente valioso.
Es interesante la distinción que hace entre etapas de las políticas de ciencia, tecnología e innovación.
Las cinco etapas que propone están bien definidas y ayudan a pensar el desplazamiento del eje temático en cada una de ellas.
En este esquema de etapas cobra más sentido la significación de cada uno de los autores que cita. Francisco Sagasti, como un pintor impresionista, construye su historia en pinceladas netas, mencionando a todos los protagonistas, tanto los actores principales, como los secundarios, sin olvidar casi a ninguno.
Es obvia la importancia de un relato tan detallado para comprender el sentido de las discusiones y las ideas predominantes en cada momento y en el contexto de cada época.
Su relato no contiene solamente una secuencia de hechos o episodios, ya que reconstruye las más importantes visiones y aproximaciones conceptuales, ubicándolas en su contexto.
El apartado sobre el enfoque de sistemas es un punto alto del relato y lo considero muy valioso. En un libro anterior, producto de su tesis doctoral, Sagasti ofreció una visión completa de los aportes de las teorías sistémicas a las políticas de ciencia y tecnología.
En el mismo sentido, la presentación de las ideas de Raúl Prebisch, Osvaldo Sunkel y otros economistas vinculados con CEPAL o con su pensamiento es clara, rigurosa y documentada.
El recuerdo de Jorge Sabato, Carlos Martínez Vidal, Alberto Aráoz y Mario Kamenetzky, entre otros autores, permite comprender la dinámica de aquella búsqueda de senderos hacia el desarrollo científico y tecnológico. El texto recorre además los principales tópicos de la gestión de las políticas de ciencia y tecnología, dando cuenta de la riqueza de los hallazgos del proyecto STPI, que él coordinara, destinado al relevamiento de los principales instrumentos utilizados para impulsar estas políticas. Generosamente, recoge también esfuerzos actuales, relacionados con quien esto escribe, como el que llevan a cabo el Observatorio de la Ciencia, la Tecnología y la Innovación (OEI) y la RICYT, con su plataforma de políticas CTI en base a una clasificación de instrumentos que, curiosamente, décadas más tarde, está inspirada en la que el propio Sagasti propusiera en el proyecto STPI.
En un repaso tan completo no podían faltar referencias a la experiencia latinoamericana en planificación en ciencia y tecnología, aunque en este caso el autor toma cierta distancia acerca de su efectiva validez, ya que concluye ese apartado con una cita de Antonorsi-Blanco e Ignacio Avalos acerca del carácter ilusorio de los planes de ciencia y tecnología.
Es una cita muy adecuada sobre la que habría que reflexionar (y que conecta con las políticas explícitas e implícitas de Amílcar Herrera, a quien se hace homenaje en el texto). Sería interesante profundizar en las causas de tales distorsiones y en la conexión que esos fracasos podrían haber tenido con las condiciones sociales y económicas.
El análisis de los hechos ocurridos en los últimos años del siglo pasado y de la consecuencia de aplicar los lineamientos del consenso de Washington me parece un punto muy alto del relato, que permite entender el sentido de las políticas que condujeron a lo que se denominó como “la década perdida”, en alusión a los años ochenta y parte de los noventa.
Es cierto que, como en casi todos los períodos críticos, aquellos años sirvieron también para reflexionar y diseñar nuevas estrategias.
El texto de Sagasti matiza esto con acierto, citando a autores como Aldo Ferrer y 3 Carlota Pérez. En este caso, los matices son importantes, ya que no hubo solamente perdedores, sino también ganadores entre los sectores productivos e incluso entre los tecnológicos.
Habría que agregar que –aunque por otros motivos- no fueron pocos los que apoyaron aquellas políticas que implicaban un menor esfuerzo público en el financiamiento de la investigación y desarrollo, proponiendo como alternativa el “modelo coreano”, entendido como la posibilidad de acceder a la innovación a través de la copia, y no de la I+D local. Señalar las luces y las sombras, como lo hace Francisco Sagasti en su texto, ayuda a entender mejor la complejidad no lineal de la escena.
En este sentido, el recordatorio del texto de Fernando Fajnzylber “Transformación productiva con equidad” es un reconocimiento a un documento clave que aporta una perspectiva diferenciadora de la problemática latinoamericana: el fracaso en asociar la equidad distributiva al crecimiento económico. Encuentro muy correcta la referencia a la inequidad distributiva, porque es un problema cuya importancia es capital: América Latina tiene el lamentable privilegio de ser la región más inequitativa del planeta: la que tiene mayor distancia entre quienes más y menos tienen.
El apartado de la transferencia de tecnología y la mención al Pacto Andino y a la decisión 24 sobre un “régimen común para el capital extranjero, marcas, patentes, licencias y regalías”, es otro buen momento del relato ya que el problema de la apropiación del conocimiento tecnológico y el papel de las empresas transnacionales en los flujos de tecnología constituyeron el eje central de un debate previo a la globalización que, años más tarde, sería vista como un cambio de escenario propicio a revolución científica y tecnológica.
En este punto, el texto incluye un reconocimiento a autores como Constantino Vaitsos y Miguel Wionczek,
La mención que hace el autor a las tecnologías apropiadas muestra la emergencia del tema, pero al mismo tiempo da cuenta del escaso impacto de esa problemática en la corriente principal de las discusiones de aquella época.
El debate actual sobre “tecnología social” recoge gran parte de aquellas cuestiones.
El libro de Francisco Sagasti concluye con una enumeración de los principales desafíos y oportunidades para los próximos años.
Tiene firmeza en señalar ciertos rumbos.
De cara al futuro hay quienes se ven más inclinados a enfatizar en este momento de nuestra historia la perplejidad.
Por eso es preciso reconocer el valor de los intentos –como el que representa este libro- por aclarar trayectorias en medio de tanta confusión e incertidumbre.
Francisco Sagasti utiliza la historia mitológica de Sísifo, condenado a empujar siempre la misma piedra que inevitablemente habrá de rodar antes de llegar a la cima para representar los intentos latinoamericanos en esta materia.
Enfatiza esta metáfora al decir que en las circunstancias actuales surgen nuevas colinas y nueva cimas.
Quizás porque el mito de Sísifo es una condena eterna y sin salida, cabría preguntarse si es seguro que se trate siempre de la misma piedra.
Es posible pensar que hay una piedra para cada época y que en esta que vivimos se destaca el desafío de llenar el casillero vacío que Fajnzylber señalara: el del crecimiento con equidad. Afortunadamente, hoy las oportunidades son mejores que los de años atrás, tomando en cuenta los progresos de la democracia y las condiciones más favorables para el crecimiento económico.
No es un mérito menor el de Francisco Sagasti, el haber tenido la capacidad de presentar en forma coherente trazos históricos y desafíos del presente con tanta claridad y contundencia.
El debate surge del texto como una consecuencia inherente a la riqueza de su contenido.
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