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viernes, 28 de septiembre de 2018

LA EVOLUCIÓN HISTÓRICA DEL MÉTODO EN LA ECONOMÍA


Un enfoque desde la epistemología

1. EL POSITIVISMO Y LOS EMPIRISTAS LÓGICOS

La primera mitad del siglo XX, la epistemología de la ciencia fundamentalmente estaba dominada por el positivismo lógico y los empiristas lógicos, cuya base era el empirismo clásico y la lógica simbólica. Analizaron la estructura lógica de las teorías.1
Las teorías se pueden verificar acudiendo a los hechos conocidos mediante la observación. Surgió el inductivismo, que a su vez se dividió en: inductivismo ingenuo, que afirmaba que “La ciencia comienza con la observación”. “La fuente de la verdad no es la lógica sino la experiencia” y el inductivismo probabilístico, que subrayaba la veracidad de la probabilidad de que sean correctas las predicciones individuales.2
El método inductivista del empirismo lógico dio lugar a un problema, que era el de precisar la probabilidad de una ley o teoría. Posteriormente se concibió al positivismo lógico como una forma extrema de empirismo, cuyo problema metodológico principal era el inductivismo.

2. EL FALSACIONISMO

Según Popper, el falsacionismo, admite que la observación es guiada por la teoría y la presupone. Se trata de una posición metodológica que considera a las teorías e hipótesis como científicas si sus predicciones son falsables.3 Según el falsacionismo, se puede demostrar que algunas teorías son falsas apelando a los resultados de la observación y de la experimentación.
El “Falsacionismo Ingenuo”, sostiene que las teorías pueden ser refutadas por una única y decisiva contrastación. El “Falsacionimo Sofisticado”, sostiene que se requiere un gran número de contrastaciones para refutar una teoría.4

Una teoría y una hipótesis para que sean dignas de consideración científica, deben ser falsables, no obstante no deben ser falsadas. Una teoría falsada debe ser rechazada.
Las confirmaciones de nuevas predicciones son muy importantes en la concepción falsacionista del desarrollo científico.

Esta postura metodológica presenta limitaciones y es que las afirmaciones del falsacionimo se ven seriamente contradichas por el hecho de que los enunciados observacionales dependen de la teoría y son falibles. Si se dan enunciados observacionales verdaderos, entonces es posible deducir de ellos lógicamente la falsedad de algunos enunciados universales, mientras que no es posible inferir a partir de ellos ningún enunciado universal. En consecuencia, es posible establecer la falsedad de las teorías, pero no la verdad.

Si algún enunciado observacional o un grupo de enunciados observacionales que desdicen alguna teoría, es posible que el enunciado observacional esté equivocado (la ciencia está llena de ejemplos de rechazo de enunciados observaciones y conservaciones de teorías con las que chocan). Las teorías no se pueden falsar de modo concluyente, porque los enunciados observacionales que sirven de base a la falsación pueden resultar falsos a la luz de posteriores progresos. No se puede falsar de manera concluyente una teoría porque no se puede excluir la posibilidad de que la responsable de una predicción errónea sea alguna parte de la compleja situación de comprobación, y no la teoría sometida a prueba.

3. LA CONCEPCIÓN RELATIVISTA DE LA CIENCIA

En 1962, el filósofo Thomás S. Kuhn, publicó “La estructura de las revoluciones científicas “, obra en la que expuso la evolución de las ciencias naturales básicas de un modo que se diferenciaba de forma sustancial de la visión más generalizada entonces. Según Kuhn, las ciencias no progresan siguiendo un proceso uniforme por la aplicación de un hipotético método científico. Se verifican, en cambio, dos fases diferentes de desarrollo científico.5

En un primer momento, hay un amplio consenso en la comunidad científica sobre cómo explotar los avances conseguidos en el pasado ante los problemas existentes, creándose así soluciones universales que Kuhn llamaba “paradigmas".
En un segundo momento, se buscan nuevas teorías y herramientas de investigación conforme las anteriores dejan de funcionar con eficacia. Si se demuestra que una teoría es superior a las existentes entonces es aceptada y se produce una “revolución científica”.

Tales rupturas revolucionarias traen consigo un cambio de conceptos científicos, problemas, soluciones y métodos, es decir, nuevos “paradigmas”.
Aunque estos cambios paradigmáticos nunca son totales, hacen del desarrollo científico en esos puntos de confluencia algo discontinuo; se dice que la vieja teoría y la nueva son inconmensurables una respecto a la otra. Tal inconmensurabilidad supone que la comparación de las dos teorías es más complicada que la simple confrontación de predicciones contradictorias.

En síntesis, Kuhn que propone una nueva teoría sobre la evolución del desarrollo de la ciencia, basa la aceptación de teorías dentro del campo de la ciencia en el consenso de la comunidad científica. Analiza la ciencia en dos momentos: ciencia normal y ciencia extraordinaria.
Los conceptos innovadores vertidos por Kuhn señalan:

Ciencia Normal: significa investigación basada en una o más realizaciones científicas que alguna comunidad científica particular reconoce, durante cierto tiempo, como fundamento para su práctica posterior. La Ciencia Normal está ligada al concepto de paradigma. Los paradigmas son definidos como realizaciones científicas universalmente reconocidas que temporalmente proporcionan modelos de problemas y soluciones a una comunidad científica. Un paradigma implica teoría, métodos, normas; y de él se derivan criterios de legitimidad de los problemas y sus soluciones.

La Ciencia Extraordinaria, que surge durante una revolución científica, es la consecuencia de una crisis en el paradigma dominante; la cual se resuelve con un cambio de paradigma, iniciándose un nuevo período de Ciencia Normal.

Para que este cambio ocurra deben darse dos condiciones: primera: una crisis del paradigma dominante que se manifiesta en su incapacidad para resolver ciertos problemas y se sintetiza en el abandono de la teoría por parte de la comunidad científica. Segunda: la existencia de una teoría competidora que resulte más exitosa en la resolución de problemas determinados. La distinción entre ciencia y no ciencia se da en la medida en que ésta puede respaldar una tradición científica normal (Véase Kuhn).

4. LOS PROGRAMAS DE INVESTIGACIÓN

Lakatos comienza por criticar el criterio de falsacionismo de Popper. Señala que tal criterio de demarcación entre ciencia y no ciencia es ingenuo pues ignora la notable tenacidad de las teorías. Lakatos, considera la teoría como una totalidad estructural, donde el estudio histórico revela que la evolución y el progreso de las diferentes ciencias muestran una estructura que no captan ni la concepción inductivista, ni la falsacionista.

Contra Kuhn dice que el concepto de revoluciones científicas es irracional. Además, esta idea borra la demarcación entre ciencia y no ciencia. Frente al tema central tratado por los autores anteriores, el progreso de la ciencia o aumento del conocimiento científico, Lakatos sostiene que el cambio no se produce como consecuencia del análisis lógico de los enunciados científicos, como lo pretende Popper, ni al cambio de un paradigma por otro, como lo afirma Kuhn. Ese cambio se produce, dice él, porque unos programas de investigación, que denomina progresivos, desplazan a otros, denominados regresivos. Los progresivos son capaces de predecir hechos nuevos, desconocidos hasta un momento dado; los regresivos, en cambio, utilizan teorías que explican hechos conocidos. En tal caso, los científicos tienden a alinearse con los primeros.


Para Imre Lakatos, un programa de investigación “consiste en una sucesión de teorías relacionadas entre sí, de manera que unas se generan partiendo de las anteriores.
Estas teorías que están dentro de un programa de investigación científico comparten un núcleo firme, duro o centra”.6

Señala que los enunciados observacionales se deben formular en el lenguaje de alguna teoría.
En consecuencia, los enunciados, y los conceptos que figuran en ellos, serán tan precisos e informativos como precisa e informativa se da la teoría en cuyo lenguaje se construyen. Se colige que los conceptos sacan su significado del papel que desempeñan en una teoría que debe estar coherentemente estructurada. Una teoría como estructura organizada, se ubica en un espacio histórico específico y maneja conceptos significativos en el contexto de un determinado enfoque teórico. En la concepción de Lakatos, la Historia de la Ciencias, ya no se interpreta como la acumulación de teorías ni como el abandono de éstas, sino como la competencia entre programas de investigación. Los Programas de Investigación son series de teorías que consisten en un conjunto de reglas metodológicas y tienen un núcleo fuerte que por decisión metodológica es irrefutable. Se basan en los siguientes conceptos:

- NUCLEO CENTRAL: Característica definitoria del programa.
- HEURISTICA NEGATIVA: No es posible rechazar ni modificar los supuestos básicos subyacentes al programa.
- HEURISTICA POSITIVA: Indica cómo se puede desarrollar hacia delante el Programa de Investigación.
- CINTURON PROTECTOR: Hipótesis auxiliares, que rodean al núcleo.

Las características de los programas de investigación, son las siguientes: Las observaciones se hacen siempre en virtud de una teoría, en el avance de la ciencia, son la CONFIRMACIONES y no las FALSACIONES, las importantes, en la medida que la cláusula CETERIS PARIBUS, forma parte de una teoría, se hace irrefutable. Lakatos parte del supuesto de que la elección está basada en la racionalidad de los Programas de Investigación.

Para Lakatos, el problema central de la filosofía de la ciencia es el de enunciar las condiciones UNIVERSALES, en las que una teoría es científica y pretende proponer un criterio universal para juzgar los programas de investigación en particular y el progreso científico en general.

Analizando la aplicación de los programas de investigación, se observa que en general, estos programas consisten en reglas metodológicas que les dicen a los científicos qué senderos de investigación se han de evitar, el uso de estas reglas constituye la heurística negativa y, por otro lado, qué senderos se deben seguir, heurística positiva, es decir, en este último caso, la heurística positiva dice qué problemas se han de investigar.

Sintetizando, todos los programas de investigación se caracterizan por tener un núcleo convencionalmente aceptado y que considerado irrefutable por quienes se guían por un determinado programa. La heurística negativa nos impide atacar ese núcleo. A la inversa, los científicos deben protegerlo inventando hipótesis auxiliares que forman un cinturón protector a su alrededor. Dice Lakatos a este respecto: es este cinturón protector de hipótesis auxiliares quien tiene que resistir el peso de las constrastaciones e irse ajustando y reajustando, o incluso ser sustituido por completo, para defender el núcleo que de ese modo se hace más sólido. Un programa de investigación tiene éxito si todo esto lleva a un cambio de problemas progresivos; no tiene éxito si lleva a un cambio de problemas degenerativos.

En los hechos, dice Lakatos, pocos científicos ponen mayor atención a las refutaciones que la debida. Ellos tienen una política de investigaciones a largo plazo que está definida por la heurística positiva del programa y no por las molestas anomalías. Es esa heurística la que le ha permitido formular modelos cada vez más complicados que simulan la realidad. La atención del científico se concentra en construir esos modelos siguiendo las instrucciones expuestas en la parte positiva de su programa.

5. LA ECONOMÍA COMO CIENCIA

La definición de la economía como una ciencia empírica, social y positiva, se ha visto en ocasiones cuestionada, desafiando los esfuerzos de los propios economistas a probar, incluso, el carácter científico de la economía.

La economía se encuentra con la tarea de demostrar que no es así.
a) El conocimiento científico se diferencia del conocimiento ordinario en que sigue un método, un procedimiento, para explicar la realidad objeto de su estudio. La economía es una ciencia porque empleando una metodología determinada, establece leyes, describe relaciones causa-efecto, y observa las interrelaciones entre las partes de un todo. Por otra parte, como señala Tarragó (1983), supone un conjunto de conocimientos fundamentados, razonados y sistematizados.
b) Es una ciencia empírica ya que su conocimiento está basado en la experiencia del mundo real y, como tal, utiliza los métodos de la inducción y de la deducción: por vía inductiva pasa de la observación de hechos concretos a la formulación de leyes; por vía deductiva procede a la verificación de las mismas.

Por otra parte, la economía no emplea el método experimental. El científico de la economía observa los hechos, pero no es dueño de alterar su curso con el fin de estudiar los efectos que han causado estas alteraciones. Aunque gran parte de los factores sociales en los que intervienen los fenómenos económicos, pueden modificarse con medidas de carácter político, éstas no se adoptan con la única finalidad de estudiar sus consecuencias, característica fundamental del método experimental. De aquí que para la contrastación de sus hipótesis la economía debe recurrir frecuentemente al análisis histórico de los propios hechos económicos, por lo que el análisis histórico ha resultado ser un auxiliar muy valioso para la investigación económica.


Los hechos y fenómenos que explica y que predica son observables y contrastables con la realidad. La aceptación o rechazo de cualquier teoría económica se produce en virtud de la observación.

Como ciencia empírica, la economía comienza por una simple observación de los hechos y fenómenos objeto de su estudio.
Después los clasifica, poniendo de manifiesto sus características comunes y prescindiendo de las particulares.
Así es posible llegar a la abstracción, o sea, a la construcción de tipos (consumidor, empresa...) y -hecho esto- la economía se sirve de algunas ciencias formales (como la lógica o las matemáticas) para obtener proposiciones de validez general (leyes) con las que construir modelos, que trata de verificar posteriormente.7

c) Es una ciencia social pues el objeto de su conocimiento es la investiga ción de cierto tipo de acciones y relaciones humanas.
A este proceso le sigue el de formulación de normas para la mejor determinación de las necesidades económicas.
Como ciencia social, “la economía, y aún más la economía aplicada, no es una ciencia exacta; es de hecho, o debería serlo, algo mucho más grande: una rama de la sabiduría” (Schumacher, 1988:247).
Esta falta de exactitud tiene sus alicientes pues la vida, incluyendo la vida económica, “es lo suficientemente impredecible como para ser interesante... Dentro de los límites de las leyes físicas de la naturaleza, todavía somos responsables de nuestro destino individual y colectivo, para bien o para mal“(Schumacher, 1988:248). Esto no quiere decir que no se puedan hacer exploraciones hacia el futuro, y que los conocimientos de los distintos saberes (economistas, científicos, ingenieros, filósofos...) no nos puedan ayudar a esclarecer los límites dentro de los cuales, previsiblemente, se va a mover. Hay que reconocer que, con cierta frecuencia, los economistas no aciertan en sus predicciones.

d) Es una ciencia positiva, pues aplica un modo de pensar causal y relativo a lo que es, a diferencia de la Economía Normativa que se preocupa del deber ser. Ambos campos se identifican respectivamente con la Teoría Económica y la Política Económica. Tinbergen define esta última como “la variación intencional de los medios con objeto de obtener ciertos fines” (Tinbergen 1961: 9).8

Con Ricardo comienza a surgir con cierta nitidez la diferenciación entre el ser y el deber ser en la economía. Después con Mill, Senior y, sobre todo, con J.N. Keynes, arraigan fuertemente los intentos de establecer dos ámbitos distintos en el pensamiento económico. Véase Hutchinson, T.W. (1971). Siempre está presente la posibilidad de confundirlos: el mismo Friedman llega a decir que “hasta cierto punto la confusión entre Economía Positiva y Economía Normativa es inevitable” (Friedman, 1967:10). De todas maneras, el científico, a la hora de formular sus proposiciones, debe procurar no invadir anárquicamente los límites de cada uno de los campos, pues, como decía Keynes, fundir estudios sobre lo que es y lo que debería ser es probable que impida dar respuestas claves a cuestiones de ambos tipos.

Como ciencia positiva la Economía tiene por objeto esencial, en palabras de Friedman, “el desarrollo de una teo ría o hipótesis que ofrezca predicciones válidas” (Katouzian, 1982:34).
Con esto queda planteado el problema de la construcción de las teorías económicas, que es una cuestión esencial, pues de los contenidos de las fases seguidas para su elaboración se obtiene, no sólo el haz doctrinal que conforma la propia economía, sino también la explicación del proceso seguido en el conoci miento científico.

e) El objeto material de la Ciencia Económica es el comportamiento de las unidades económicas, y el objeto formal -aspecto bajo el cual se estudia el objeto material- es el estudio de “ese comportamiento cuando esas unidades tienen que elegir entre fines y medios escasos y susceptibles de uso alternativo”(Tarragó 1983: 14).

6. LA ECONOMÍA: CONCEPTO Y DEFINICIÓN

No es un asunto fácil dar un concepto de economía.
La palabra economía es de uso muy antiguo, deriva de los términos griegos oikos, que significa casa, y nomos, que significa regla. Por tanto oikonomia sería el gobierno de la casa, o la administración doméstica. En este sentido se emplea la palabra economía durante mucho tiempo: conjunto de reglas o normas para administrar o gobernar sobriamente la casa, la familia, y, por extensión, la comunidad. Véase Tarragó (1983).

A lo largo de los años se han dado muchas definiciones, que han ido siendo discutidas y sustituidas poco después. Tan poco éxito tenían los esfuerzos de los estudiosos por encontrar una definición adecuada que Karl Gunnar Myrdal (1898-1987) llegó a decir que eran “innecesarios e indeseables”, y sentenciaba diciendo que “el único concepto que un economista no necesita definir con precisión es el de Ciencia de la Economía”. No opinaba lo mismo Malthus que, hablando de la definición en general y de sus previsibles imprecisiones, escribió que “la falta de precisión que se le imputa [a la definición] es incomparablemente menor, en cantidad e importancia, que la falta de precisión que resultaría de rechazarla” (Malthus, T.R., 1946:31). Pero no sólo Myrdal opinaba así: Jacob Viner (1892-1970) llegó a definir la economía como “lo que hacen los economistas”; Jonh Maynard Keynes (1883-1946) afirma que “una sola definición es insuficiente para manifestar la naturaleza de la Economía”, y Joan Robinson, la señora Robinson (1904-1983), opina que “no presenta ninguna ventaja (y sí mucho error) el dar de las palabras definiciones más exactas que el tema al cual se refieren”.

A pesar de estas opiniones, vamos a adentrarnos -sin pretender abarcarlas todas- en las distintas definiciones de Economía dadas a lo largo de la historia.

En una primera etapa la economía se ligó a la riqueza, y las definiciones giraban en torno a este concepto. Así, tenemos que ya Aristóteles definió a la Economía como “la ciencia de la riqueza”.
Muchos siglos después, en la segunda mitad del XVIII, en el año 1776, el propio título de la principal obra de Adam Smith (1725-1790), considerado como el padre de la ciencia económica, sigue girando en torno a la riqueza: Investigación acerca de la naturaleza y causas de la riqueza de las naciones.
En esos mismos años Jean Baptiste Say (1767-1832) define la economía como la “ciencia que estudia la riqueza y las leyes de su producción y distribución”, definición que alcanza su punto álgido con John Stuart Mill (1806-1876). En España parece ser que este concepto de economía fue introducido por el economista asturiano Álvaro Florez Estrada (1765-1853), seguidor de la escuela clásica, especialmente de David Ricardo y de John Stuart Mill. Todas estas definiciones presentan el inconveniente de la falta de precisión del término riqueza.


Poco después aparece otro conjunto de definiciones que, sin olvidar el concepto de riqueza, presenta a la economía como la ciencia que trata del bienestar material.
Entre ellas destaca la de Alfred Marshall (1842-1924) que dice que la economía es “el estudio de las actividades del hombre en los actos corrientes de la vida; examina aquella parte de la acción individual y social que está más íntimamente relacionada con la consecución y uso de los requisitos materiales del bienestar... Así pues, es, por una parte, un estudio de la riqueza, y, por otra -siendo ésta la más importante-, un aspecto del estudio del hombre”, y
E. Cannan (1861-1935) señala que el propósito de la Economía es “ocuparse de las causas del bienestar material o riqueza de los seres humanos considerados como individuos y en conjunto, lo mismo que en grupos”.

Pero estas definiciones dejan de lado todas las actividades que no persiguen la obtención de bienes materiales, por lo que centrar la Economía en la riqueza y en el bienestar material, nos da una visión parcial de la misma9.

Otro grupo de definiciones hace referencia al cambio y a la formación de los precios. La definición de Economía como “ciencia de los precios y de las cambios”, tuvo eco entre los teóricos de la utilidad marginal y del equilibrio general. Las motivaciones de los individuos para intercambiar bienes podían sumarse, formando el comportamiento del grupo, y agregarse los cambios para llegar a formar todas las transacciones de la comunidad; detrás de todo esto están los precios, que regulan todo el sistema hasta alcanzar el punto de equilibrio en el que utilidad y satisfacción de necesidades se optimizan.
Esta concepción de la Economía la han seguido entre otros William Stanley Jevons (1835-1882), Leon Walras (1834-1910), Wifred Pareto (1848-1923), Gustav Cassel (1866-1954).


Este grupo de definiciones, al centrarse en las relaciones económicas entre individuos, en los intercambios y en los precios, excluyen del ámbito de la Economía los sistemas económicos en los que los cambios tienen poca importancia, o prevalecen razones sociales o extraeconómicas, o cuando los precios pierden gran parte de su significado (por ejemplo, en los sistemas centralizados), con lo que resulta que el orden o la organización económica influye en el propio concepto de economía. Tampoco dicen nada sobre los juicios de valor a los que la Economía necesita frecuentemente llegar.

Una corriente más moderna de definiciones no relaciona la Economía con un tipo particular de actividad económica de los hombres, sino con un aspecto que lleva consigo toda la actividad económica: el de la escasez y la elección. Fue Lionel Robbins (1898-1984), en 1932, quien introdujo esta corriente definiendo la Economía como “la ciencia que estudia la conducta humana como una relación entre fines y medios limitados que tienen diversa aplicación”.

El estudio de la conducta humana supone analizar las acciones de los hombres. Pero no toda acción humana es objeto de la economía; las acciones humanas estudiadas por la economía son las que envuelven al individuo en una serie de elecciones: elecciones entre fines que no pueden obtenerse a la vez, y elecciones entre medios escasos para conseguir los fines elegidos. En este sentido escribe Di Fenizio que “en su actividad de elección, los individuos siguen en efecto ciertos criterios, ciertas normas, dictadas por la experiencia o sugeridas por su intuición o por su razonamiento. El estudio de esos criterios, de esas uniformida des, constituye precisamente el contenido de la Economía” (Di Fenizio 1955: 94).

Samuelson define la economía, como “el estudio de la manera en que las sociedades utilizan los recursos escasos para producir mercancías valiosas y distribuirlas entre los diferentes individuos” (Samuelson y Nordhaus, 1993:5). En la misma corriente está Raimond Barre que afirma que la economía “es la ciencia de la administración de los recursos escasos. Estudia las formas que adopta el comportamiento humano dentro de las posibilidades que ofrecen tales recursos, analiza y explica las modalidades según las cuales un individuo o una sociedad debe utilizar medios limitados para la satisfacción de deseos numerosos e ilimitados” (Barre 1973: 34).


Estas definiciones basadas en los conceptos de escasez y elección, no tienen los inconvenientes de las que se centraban en la riqueza y en el bienestar material, al incluir, además de la escasez de bienes materiales como hacían estas, la escasez de tiempo y de los servicios de otras personas. Además también eluden los inconvenientes de las que se basaban en los cambios y en los precios.

Pero también tienen inconvenientes. El principal es que se basan en la hipótesis de racionalidad, que aparece de una manera implícita en todas ellas, cuando existe un cierto desacuerdo sobre el propio concepto de racionalidad humana, concepto en el que se integra la racionalidad económica o, por llamarlo de otra manera, principio económico del uso óptimo de los recursos escasos, que es precisamente la Economía10. Además, estas definiciones ignoran los problemas esenciales de adaptación de los medios a los fines, y de éstos a aquéllos en la cambiante realidad socio-económica y política del mundo en que vivimos. Pueden darse también definiciones materiales de la economía. Una de ellas es la del Instituto de Economía de La Academia de Ciencias de la URSS, que señala que “la Economía política es la ciencia del desarrollo de las relaciones sociales de producción, es decir, de las relaciones económicas entre los hombres, y esclarece las leyes que gobiernan la producción y la distribución de los bienes materiales de la sociedad humana, a lo largo de las diversas fases de su desarrollo”. Como vemos, además de su enfoque histórico, se pone el énfasis en el aspecto social de la producción. No es el aspecto técnico de la producción (la mecánica, la física, la química...) el que constituye el objeto de estudio de la Economía, sino las relaciones sociales de producción, o relaciones económicas entre los hombres, en su interdependencia con las fuerzas productivas, siendo estas últimas el conjunto de medios de producción más el grado de cualificación y el nivel de experiencia de los hombres que se sirven de ellas. Las fuerzas productivas son el aspecto técnico del modo de producción y constituyen el componente más dinámico del mismo, mientras que las relaciones sociales de producción, en palabras de Marx, “forman la estructura económica de la sociedad, la base real sobre la que se levanta la superestructura jurídica y política y a la que correspon den determinadas formas de conciencia social”. Otro elemento de esta definición son las leyes que gobiernan las relaciones sociales de producción y distribución de los bienes materiales, que expresan el nexo causal que rige dichas relaciones de modo necesario, permanente y objetivo, independientemente de la voluntad de los hombres.


Como vemos, no existe una definición última de la Economía.

Todas las apuntadas son útiles para describir algún aspecto del problema, pero ninguna es perfecta.
La economía no puede librarse del hecho de ser una ciencia empírica y social, y no puede haber una comprensión total y plena, ni una definición adecuada de la misma, hasta que los aspectos económicos de las relaciones humanas no sean analizados de conformidad al proceso social individual y global de toma de decisiones (políticas, económicas y sociales) de la que son parte integral.
En este sentido, Myrdal definió que “el cometido de la Ciencia Económica consiste en observar y describir la realidad social empírica, y en analizar y explicar relaciones causales entre hechos económicos”; o como también decía J. N. Keynes, “la Economía es la ciencia que trata de los fenómenos que surgen de la actividad de la humanidad en su vida social”. Y a lo máximo a lo que puede aspirar es, según Lipsey, a “reducir el porcentaje de incertidumbre que existe en problemas que nos conciernen; pero nunca podrá reducir esta incertidumbre a cero” (Lipsey, 1970:29).

7. LA METODOLOGÍA DE LA ECONOMÍA

7.1. Pre-historia de la metodología de la economía (hasta el siglo XIX)

La metodología de la economía se inicia formalmente con las manifestaciones escolásticas: siglos XI al XV (Santo Tomás de Aquino), continúa con el Mercantilismo: siglos XVI al XVIII (Colbert, Mun, Becher), que tradujo un enfoque proteccionista de comprensión de la economía. Luego está la Fisiocracia: siglo XVIII (Quesnay), que tradujo un esquema liberal de interpretación de la economía. Metodológicamente, se indica que se trató de un conjunto de aportes que no llegaron a conformar un cuerpo teórico de análisis.11

Se coloca el ejemplo de 1796, del libro “La riqueza de las naciones”, de la Escuela Clásica, cuyo autor es el liberal Adam Smith. Metodológicamente Smith empleó razonamientos diferentes en su obra: Libros I. y II. método de estática comparativa, los Libros III. IV. y V. utilizó el método inductivo. Otro ejemplos se dan en 1798, en el libro “Ensayo sobre la población”de Thomas Malthus y en la obra de 1817, “Principios de Economía Política” de David Ricardo, que utilizaron el método hipotético-deductivo.

El método hipotético-deductivo, postula que las investigaciones científicas se inician a partir de una observación de los hechos, libre y carente de prejuicios; siguen con la formulación de leyes universales acerca de esos hechos por inferencia inductiva, y finalmente llegan, de nuevo por medio de la inducción, a afirmaciones de generalidad aún mayor, conocidas como teorías. La característica de este método es que emplea las reglas de inferencia lógica, al igual que la deducción.

Se tuvo que esperar hasta el siglo XVII para asistir al comienzo de las reflexiones sistemáticas encaminadas a explicar y explicarse la metodología de la economía, si bien no es posible despreciar el pasado antiguo y medieval.
Las reflexiones concretas de griegos y romanos, y, dentro ya de la Edad Media, las reflexiones, sobre todo, del pensamiento escolástico, contribuyeron a que lentamente vaya formándose un corpusde doctrina que sirve para referencias ulteriores.
Tampoco se pueden dejar de lado las experiencias, tanto de orden intelectual como práctico, del mercantilismo. Véase Estapé (1990).
Todos estos precursores se las ingeniaron para tocar “casi todos los aspectos de la problemática económica y todos los conceptos de la teoría económica que han ocupado a economistas de distintas generaciones hasta ahora... Sin embargo, no era equivalente a la construcción de un sistema de pensamiento económi co” (Katouzian 1982: 27).
Los autores preclásicos no lograron nunca superar una visión parcial del funcionamiento del sistema económico. Fueron los fisiócratas, en opinión de Schumpeter, los primeros en considerar el sistema económico como un todo, tomando conciencia del carácter interdependiente de todos sus componentes. Esto constituyó un logro, pues “la idea de interdependencia general es, precisamente, lo que la ciencia está capacitada para añadir a los conocimientos del hombre práctico con espíritu claro y bien informado“ (Schumpeter, 1967:54).
De todas formas, al que con más generalidad se le atribuye el haber conseguido el sistema es a Adam Smith (1723-1790): “el haber conseguido esto fue lo que (le) distinguió” (Katouzian 1982: 28).


En su libro La Investigación sobre la Naturaleza y las Causas de la Riqueza de las Naciones, aparecido en 1776, “por primera vez, los problemas del valor, la distribución, el progreso económico, el comercio internacional, las finanzas públicas y la política económica se discutieron y analizaron dentro de un cuerpo de pensamiento interdependiente y sistemático” (Katouzian, 1982:29). Se ha dicho de Smith que su obra no es un ejemplo de originalidad e innovación, estando su mérito más en la “coordinación de ideas preexistentes que en la creación de otras nuevas” (Martínez 1983: 52). Esto permitió a la economía política clásica integrar antiguas intuiciones en un cuerpo doctrinal coherente y con aproximación científica.

Al amparo de Newton, el orden económico quiso ser explicado como algo análogo al universo físico, esto es, sometido a unas leyes de comportamiento que, aunque no estén controladas por los hombres, podrían y deberían ser conocidas por ellos.
De aquí, que el crecimiento a largo plazo de la economía constituyera su preocupación central, y que el mercado de competencia cumpliera el papel de mecanismo natural de regulación, que bajo ninguna circunstancia debía ser intervenido exógenamente.


El núcleo ideológico de la economía clásica está compuesto por los trabajos de Smith, y el primer grupo de clásicos aparece dominado por el mismo Smith y por David Ricardo (1772-1823).
Sobre el material de la obra de Smith, Ricardo -que ha sido denominado como “teórico por excelencia”construye un sistema analítico riguroso; “inauguró un procedimiento de análisis de los problemas económicos, consistente en la adopción de unas cuantas hipótesis, frecuentemente o siempre, alejadas de la realidad, y sobre las mismas aplicó el método analítico deductivo: las conclusiones, casi nunca fueron sometidas a la prueba de fuego que supone la contrastación empírica” (Estapé 1990: 48).
En este mismo sentido, apunta Katouzian, “la participación de Ricardo en el desarrollo del método de análisis puramente especulativo fue con mucho la mayor. Incluso puede sostenerse que... fue la más grande contribución personal a la historia del pensamiento económico.
Fue el fundador de la teoría económica pura como un ejercicio de lógica pura casi autónomo” (Katouzian 1982: 42). Ricardo fue capaz de llevar a plenitud la mayor parte del cuerpo doctrinal que, pasado el tiempo, recibiría el nombre de economía clásica.

En un segundo grupo destacan Thomas Robert Malthus (1766-1834), Jean Baptiste Say (1767-1832), James Mill (1773-1846), Nassau Senior (1790-1864), Robert Torrens (1780-1864), John Ramsay McCulloch (17891864) y John Stuart Mill (1806-1873)12.

Los pensadores clásicos revolucionaron el método científico. “La teoría de Malthus de la población constituyó el primer paso decisivo en esa dirección... presentó un modelo... que desafiaba la refutación empírica... Aquello que era cierto en esa teoría no era nuevo, y aquello que era nuevo no podía mostrarse que era falso” (Katouzian, 1982:41). No podía mostrarse en aquella época, aunque tampoco podía negarse que era una teoría cargada de pesimismo y de falta de confianza en el hombre13.
De hecho, en esos mismos años se estaban poniendo los pilares de la revolución industrial, que poco después mostró la falsedad de “lo nuevo”de la teoría de Malthus.


El pensamiento marxista ocupa un lugar en la historia del pensamiento económico que debe ser considerado como una derivación del pensamiento clásico, y más concretamente de la obra ricardiana. Schumpeter piensa que “hay que considerar a Marx como un economista “clásico” y más precisamente como miembro del grupo ricardiano”, señalando al respecto que “Marx aprendió de Ricardo lo que sabía de teoría... Sin duda ha alterado esas formas y ha llegado finalmente a conclusiones muy diferentes.
Pero siempre lo ha hecho partiendo de Ricardo y criticándolo: el método de Marx en el trabajo puramente teórico es la crítica de Ricardo” (Schumpeter, 1994:445).


El programa marxista surge por tanto de la economía ricardiana apoyada en una lectura dialéctica. Para Marx (1818-1883) las relaciones sociales van a ser determinadas y determinantes de las categorías económicas. En ellas se asienta la estructura económica, y se desprende el precio, el beneficio, la plusvalía y el valor, en cuyo origen queda localizado el trabajo.14

Los autores clásicos habían insistido en los costos descuidando la demanda, y alrededor de 1870 independientemente, pero de forma casi simultanea en el tiempo, William Stanley Jevons (1835-1882), Carl Menger (1840-1921) y Leon Walras (1834-1910) ponen los cimientos de la economía moderna con un análisis que podía sintetizar tanto los elementos de la demanda como los del coste; incorporan y acumulan el concepto de utilidad a la ciencia económica15.“El elemento clave de la revolución neoclásica fue la comprensión de que las preferencias de los consumidores entraban en la demanda de mercancías... la demanda depende de la utilidad marginal, y de ese modo completaron el eslabón que faltaba para elaborar una teoría completa del mecanismo de mercado” (Samuelson y Nordhaus, 1990:960).
El triunfo del programa marginalista se relaciona con la existencia de condiciones objetivas en el campo de la realidad económica y del pensamiento científico que lo posibilita; en concreto, el reconocimiento de la decadencia del pensamiento clásico. Los marginalistas restauran en el discurso económico una atmósfera de optimismo que, con pocas excepciones, había desaparecido desde los tiempos de Malthus, y que había hecho exclamar a Thomas Carlyle (1795-1881) que la Economía es la “ciencia de la desesperación”.
El enfoque analítico de la economía marginalista supone una radical inversión de los postulados clásicos. El principio ordenador de su estructura económica es el ordenamiento del mercado en períodos de tiempo rigurosamente delimitado.
Del estudio de la oferta se pasó al de la demanda, y del análisis de los costos al de la utilidad.
De esta manera se da prioridad al planteamiento subjetivo que parte de la filosofía utilitarista.
Ya Bentham (1748-1832) había aceptado el carácter mensurable de las sensaciones de placer y de pena, y ahora los neoclásicos -y muy especialmente Jevonstratarían de que su rigurosa expresión matemática sirviera de asiento de las proposiciones económicas.16

De todo lo anterior, se deriva una proposición fundamental del pensamiento económico neoclásico: el mercado era un mecanismo perfecto, y las desviaciones del mismo debían ser tratadas, por lo tanto, como fricciones que desaparecerían con el tiempo, salvo que hubiesen sido provocadas por una estructura institucional deficiente.
El pleno empleo era un supuesto inicial de la doctrina neoclásica; se pensaba que el desempleo se originaba en un desequilibrio en el mercado del trabajo, y que el eventual exceso de oferta del factor trabajo, se corregiría con un reajuste en su precio, es decir, mediante una disminución en los salarios.

La concepción predominante de la filosofía utilitarista, representada por Jevons y Bentham, fue pronto criticada dentro del mismo programa marginalista. La crítica no hacía referencia al punto central del utilitarismo, que fundamentaba la concepción hedonista en el concepto de utilidad, sino que hacía referencia a la imposibilidad de medir ésta.
Así, la concepción cardinal de la utilidad fue sustituida por una concepción ordinal, en la que destacan dos instrumentos: las curvas de indiferencia, creadas por Francis Ysidro Edgeworth (1845-1926), y la función índice de utilidad de Wilfred Pareto (1848-1923).

Las modificaciones que se producen en el contenido de la ciencia económica lleva aparejado un cambio en su conceptualización. Se pasa de la ciencia de la maximización de las satisfacciones (Jevons), a la ciencia que estudia los actos de cambio (Alfred Amonn y Ludwig Von Mises (1881-1965)), para pasar posteriormente a la ciencia de los precios (Gustav Cassel (18661944)).
Los economistas neoclásicos se dividieron en dos grandes escuelas, claramente diferenciadas por el modo de enfocar los problemas y su grado de realismo: la Escuela Walrasiana, que puso el acento, sobre todo, en el equilibrio general, y la Escuela Marshalianal; debida a Alfred Marshall (18421924), que utilizaba un enfoque más parcial y fragmentado, que combinaba el marginalismo (especulativo) y el análisis (empírico) de la oferta y la demanda.
Marshall presenta al marginalismo como una continuación del pensamiento económico clásico, sosteniendo que sus fundamentos estaban ya implícitos en esta escuela.
Con Marshall desaparece de la economía el concepto de ley natural (la mano invisible de Smith), y defiende que no hay nada radicalmente inexorable en las leyes que gobiernan la economía. Considera que es necesario olvidarse de la marcha del proceso económico global, y hay que centrarse en el estudio de las pequeñas e innumerables variaciones que constituyen los elementos fundamentales de la actividad económica.
Consciente de la multitud de interrelaciones que existen en ella, trató de diseñar un modelo analítico, el equilibrio parcial, cuya finalidad es aislar un determinado elemento económico recurriendo a la suposición de que todo lo restante permanece invariable (condición ceteris paribus) (Véase Martínez 1983:148).

Walras, que ocupó la cátedra de economía de Lausana, tenía la convicción de que el conocimiento económico debía expresarse con el mismo rigor de una ciencia exacta, para ello se propuso elaborar una teoría económica que estuviera purificada del todo en referencia a situaciones concretas, de manera que sus resultados y conclusiones tuviesen validez universal.
A Walras no le interesa la pequeña descripción de una variación económica localizada, le interesan las causas y motivaciones. Por ello no puede prescindir del restante universo económico, ni considerarlo como constante. Estudia el sistema económico como una realidad orgánica e indivisible. El resultado del esfuerzo es el establecimiento del llamado equilibrio general.
Pareto sucedió a Walras en la cátedra de Lausana y continuó y perfeccionó su teoría, introduciendo valiosas aportaciones personales (Martínez, 1983:182-183).

Se observa que los grandes momentos de la creación teórica, que hemos ido viendo en las páginas anteriores, se corresponden con los presupuestos metodológicos fundamen tales en los que debe basarse la construcción de la economía como ciencia: establecimiento de los supuestos, aplicación de las técnicas de conocimiento que hagan posible la induccióndeducción y contrastación. Los primeros pasos dados por la investigación económica en su vertiente metodológica se caracterizaban por estar reducidos a una serie de ejercicios deductivos.17

Surge así el apriorismo, que se sustenta en la lógica como regla de validación crítica. Las teorías son verdaderas, y aceptadas científicamente, cuando son consistentes lógicamente; en caso contrario, son rechazadas.
El apriorismo suele ligarse con frecuencia a Senior (1790-1864), aunque su consolidación llega más tarde de la mano de Von Mises (1881-1973) y Robbins (1898-1984).

En el apriorismo el conocimiento deductivo es la vía válida para la construcción.
La experiencia y la observación no pueden servir de base suficiente para explicar las relaciones entre las diversas variables, porque existen unos prerrequisitos últimos y no analizables para cualquier experiencia.
Se da por supuesto que las acciones llevadas a cabo por los hombres en cuánto seres racionales, no pueden ser consideradas como dictadas al azar, sino que son acciones derivadas de los principios generales que se aplican lógica y coherentemente a casos particulares.
El comportamiento humano, a diferencia de las ciencias de la naturaleza, no se debe a la casualidad, sino que se caracteriza por estar orientado a la consecución de unos objetivos determinados y específicos.

Según Blaug (1980:75), los grandes metodólogos del siglo XIX eran verificacio nistas: utilizaban una metodología defensiva, que pretendía dar una seguridad a la joven ciencia económica, frente a lo ataques procedentes de otras ciencias. Esta posición fue cuestionada por el marxismo y por los historicistas alemanes.

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NOTAS
1. Se denomina Positivismo Lógico a un conjunto de corrientes filosóficas, con ciertos rasgos comunes, que tuvieron su origen fundamentalmente en Viena, 1925. El Empirismo lógico es una corriente de la filosofía burguesa contemporánea; es la continuación directa del positivismo lógico de fines de los años veinte y comienzos de los años treinta del siglo XX. Los representantes principales del empirismo lógico son Carnap, Reichenbach, Feigl, Hempel, Bergmann y Frank.
2. Los positivistas Lógicos del Círculo de Viena utilizaban el método inductivo cuyos postulados fundamentales son: la investigación científica comienza con la observación parcial o experiencia personal. Las observaciones son formuladas mediante hipótesis primarias o enunciados singulares, totalmente libres de prejuicios mentales, que luego derivan en enunciados universales. Mediante el procedimiento se llega a la elaboración de teorías generales que se someten a contrastación por medio de un método adecuado de observación o experimentación para verificar sus implicaciones. Si la contrastación tiene éxito se acepta la teoría; de otro modo se rechaza.
3. Karl Popper desarrolló este principio en La lógica de la investigación científica (1934), donde estableció también un criterio para deslindar claramente la ciencia de los demás discursos: para que una hipótesis sea científica es necesario que se desprendan de ella enunciados observables y, por tanto, falsables, de modo que si éstos no se verifican, la hipótesis pueda ser refutada.
4. Popper era un filósofo de la ciencia muy relacionado con el Círculo de Viena, pero que nunca se confirmó positivista. Sin embargo, su filosofía estuvo muy cercana a la del Círculo. Su respuesta al problema de la inducción es que la ciencia no avanza confirmando teorías observacionalmente, sino demostrando que contradicen la experiencia. Esto es la falsación. Según este criterio, una teoría/ley científica sería inválida si puede ser falsada, es decir, si puede probarse que no nos informa correctamente sobre lo que la experiencia empírica nos dice.
5. Para Kuhn, la ciencia es el resultado de un proceso sucesivo y en constante evolución, dentro del cual, se ubican fenómenos, a los que este filósofo denominó como: paradigmas, comunidad científica, crisis, inconmensurabilidad, revolución científica, a los que se enfrentan los científicos, en su trabajo de resolución de los enigmas, que plantea la naturaleza de la ciencia, para llegar, cada vez más cerca a la verdad.
6. Imre Lakatos ofreció una imagen de las teorías como estructuras organizadas en su “Methodology of scientific research programmes” (1975). Lakatos desarrolló su idea de la ciencia en un intento por mejorar el falsacionismo popperiano y hacer frente a las objeciones hechas contra tal escuela filosófica. Un programa de investigación lakatosiano es una estructura que- sirve de –guía y por tanto condiciona la futura investigación, tanto en sus aspectos positivos como negativos. Lakatos propuso que la evaluación y análisis de las teorías científicas debería incluir tanto su descripción, como una serie de ellas que tiene en cuenta sus predicciones, así como las evidencias en pro de su corroboración o falsación.
7. El modelo describe el funcionamiento de un sistema económico por medio de una serie de ecuaciones simultáneas, que expresan las relaciones que existen entre magnitudes económicas mensurables consideradas significativas para el funcionamiento del sistema. Es un conjunto coordinado de proposiciones empíricas y de hipótesis, ligadas unas a otras según las reglas de la lógica o de las matemáticas, apto para inferir nuevas proposiciones.
8. Durante muchos años el sustantivo “Economía” fue inseparable del adjetivo “Política”, siendo preciso esperar hasta 1870, año en el que Marshall publica Principios de Economía, para ver que se prescinde del adjetivo político, cosa que permite desligar a la ciencia, que debe significar conocimiento válido en cualquier tiempo y lugar, de los cambios y modificaciones que suele llevar consigo todo lo político. Véase Tarragó (1983).
9. Seligman, en la Enciclopedia de Ciencias Sociales, dice que “la Economía trata del fenómeno social centrado en la provisión de las necesidades materiales de los individuos y de los grupos organizados”. También Charles Gide dice que la Economía “tiene por objeto, entre las relaciones de los hombres que viven en sociedad, sólo aquellas que tienden a la satisfacción de las necesidades materiales, todo en fin lo que concierne a su bienestar” (Gide, C. (1932:11).
10. Según Tarragó, los individuos eligen siguiendo un criterio racional cuando buscan obtener el máximo de satisfacción o beneficio con el mínimo de esfuerzo (Tarragó, F. (1983:13).
11. Se señala que los mercantilistas aplicaron el método empírico-realista. La economía política se reducía exclusivamente a un arte empírico, una lista de fórmulas prácticas para los gobernantes en defensa de los intereses nacionales contra otros intereses nacionales. No formularon leyes que expliquen el comportamiento económico y posteriormente lo controlen, sino sugerencias y normas de conducta. Se indica que el método de los fisiócratas oscila entre lo inductivo y lo deductivo, puesto que si bien no descuidan el planteamiento teórico basado en una concepción natural de la vida económica, su principal preocupación era de economía práctica. Se da entonces una unión de postulados filosóficos y de cuestiones prácticas. Lograron consolidar leyes, de manera muy limitada y concebían las mismas en base a abstracciones a partir de fenómenos de la vida cotidiana y utilizaban razonamientos deductivos en sus argumentaciones teóricas. De los clásicos, se dice que desde el punto de vista de la metodología aplicada, no se dio un método común, pero que en todos, se da la característica del predominio del método abstracto y deductivo heredado del racionalismo, donde formularon un cuerpo de leyes y principios, sin preocuparse de su contrastación con la realidad. Si bien entre los clásicos se cuentan a Smith, Ricardo, Malthus y Stuart Mill, desde el punto de vista metodológico, también es posible incluir la visión y los trabajos de Marx.
12. James Mill y McCulloch formaron, junto con Ricardo, el núcleo de la escuela ricardiana, perteneciendo también a esta escuela Eduard West (1782-1828) y Thomas De Quincey (1785-1859). Véase Schumpeter, J.A. (1994:529).
13. Los escritos pesimistas de Malthus y Ricardo contribuyeron de manera decisiva a que se comenzara a llamar a la Economía la “ciencia triste”.
14 .El análisis de Marx, al basarse en un planteamiento materialista, presupone la existencia objetiva de un mundo real del que el hombre forma parte, siendo el objeto de la investigación el estudio de los procesos objetivos. Las leyes que se descubren no son más que el reflejo de los procesos objetivos que se desarrollan independientemente de la voluntad del individuo. Las leyes que Marx intentó descubrir no eran ni universales ni permanentes en el tiempo, sino únicas para estudios particulares de la historia.
15.Entre los precursores de la escuela marginalista destacan Agustin Cournot (1801-1877), conocido sobre todo por sus estudios sobre curvas de oferta y demanda, y Herman Gossen (1810-1858), que fue uno de los primeros en ocuparse de la utilidad marginal.
16.La Economía quedaba constreñida a un marco concreto. En palabras de Jevons “el placer y el esfuerzo son indudablemente el último objetivo del Cálculo Económico. Satisfacer el máximo de nuestras necesidades con el mínimo de esfuerzo... en otros términos, lograr el máximo placer, tal es el problema de la Economía” (Jevons, 1909:185). La realidad, por lo tanto, era un dato fáctico, y pasaba a primer plano el análisis de la actividad cuyo fin es la obtención del máximo placer individual.
17. La asunción de la filosofía kantiana, en boga a fines del siglo XVIII que es cuando nace la economía como ciencia, se materializó en el análisis económico que estudia el sistema en su totalidad, la búsqueda de las leyes económicas que lo regulan y el análisis de la sociedad económica. Los desarrollos económicos de la época van ligados, en buena medida, al intento de trasplantar al mundo científico, en general, y al económico, en particular, el orden permanente que la física newtoniana había descrito para el mundo natural, tomándose como base y argumento para la defensa del orden natural la condena

lunes, 10 de septiembre de 2018

¿Cumple la economía con la leyes de la termodinámica?

¿Cumple la economía con la leyes de la termodinámica?

La crisis financiera y la actual recesión mundial han desatado un intenso debate sobre las causas que la originaron, así como las que impidieron advertirla. Esta puede ser la comprobación de que los supuestos económicos son limitados y deficientes al estar basados en comportamientos ideales, pero ajenos a la realidad.

La teoría económica ha tomado muchas ideas de la física de laboratorio, pero, sin embargo, no toma en cuenta las leyes de la termodinámica al sostener que una vez alcanzado el equilibrio de mercado, este es estable y permanente. Quizá en esta obsesión de lo inmutable radique el fracaso que hoy vive la macroeconomía.

La idea del crecimiento constante que impera en el pensamiento económico tradicional no toma en cuenta que los sistemas tienden al caos, al desorden, como expresa la segunda ley de la termodinámica.

La economía convencional opera en un sistema perfecto donde los equilibrios son automáticos y donde el costo de muchos factores, especialmente los energéticos, es cero.

Por este motivo la economía actual va por el derrotero de lo no sustentable. De ahí que un grupo pequeño pero creciente de economistas constate que estas ideas están obsoletas al asumir como “dados” muchos factores que están en vías de agotarse. Afortunadamente, desde la biofísica a la economía ecológica ha comenzado a abrirse un campo que pretende transformar la visión económica tradicional.

Parte de estas ideas las propuso en los años 20 el científico Frederick Soddy, un químico galardonado con el premio nobel que sostenía que el tema energético debería estar en el corazón de todos los temas vinculados a la economía.

Soddy criticó la miopía de las curvas de oferta y demanda de la teoría económica tradicional por ignorar la riqueza real y su sesgo sistémico. Si la economía comprendiera la riqueza real, sostenía Soddy, incluiría dentro de sus parámetros las leyes de la entropía, es decir, la tendencia inevitable a la desintegración, al caos, a la decadencia de los sistemas.
Es evidente que la escuela monetarista de Chicago, ocupada casi en exclusiva de los temas financieros y del equilibrio de corto plazo, no puede incorporar una mirada extendida sobre los planteamientos biofísicos. Uno de los ejemplos concretos de este tipo es el llamado pico del petróleo, pese a que los Estados Unidos es el principal ejemplo: tuvo su pico de producción en 1970 y desde entonces se ha vivido bajo la tensión del petróleo, partiendo por la crisis petrolera de 1973-1974 que golpeó a todo el mundo y que derribó incluso a algunos gobiernos.

Si bien Estados Unidos sigue siendo uno de los grandes productores de petróleo, su producción dejó de crecer hace más de un cuarto de siglo. De ser un exportador neto de petróleo hasta 1970, pasó a depender de las compras externas y hoy su producción cubre apenas el 25% de su demanda, debiendo importar el 75% restante.

Asimismo, si la producción de 100 barriles de petróleo tenía un costo de 1 barril en 1930, el costo alcanzó los 3 barriles en 1990 y 6 barriles el año 2006, encaminándose a los 10 barriles. Este ejemplo nos ayuda a comprender que los modelos económicos se han equivocado al tratar a la energía como un insumo de fácil acceso y de costo cero.

El principal problema de la economía neoclásica es justamente que trata a la energía como a cualquier otro insumo en sus funciones de producción, lo que ha sido un error fatal.

Los recursos no son infinitos y su uso indiscriminado no ha sido advertido. Tal como no han sido advertidos los informes Planeta Vivo que dan cuenta del estado de los ecosistemas.

En los últimos 30 años ha desaparecido un tercio de las especies de mar y tierra, producto de la depredación humana y también del cambio climático, un tema tan advertido como esquivo. La biofísica tiene un largo camino para plantear sus nociones de la economía sustentable.

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Las leyes de la termodinámica

Las leyes de la termodinámica
Primera y segunda leyes de la termodinámica y cómo se aplican a sistemas biológicos.

Introducción

¿Qué tipo de sistema eres: abierto o cerrado?

Pues resulta que esta es una pregunta de física, no una filosófica.
Tú, como todos los seres vivos, eres un sistema abierto, es decir, intercambias materia y energía con tu entorno.
Por ejemplo, tomas energía química en forma de alimentos y realizas trabajo sobre tu entorno al moverte, hablar, caminar y respirar.

Todos los intercambios de energía que ocurren dentro de ti (como tus muchas reacciones metabólicas) y entre tú y tu entorno, pueden ser descritos por las mismas leyes de la física, como intercambios de energía entre objetos calientes y fríos o moléculas de gas o cualquier otra cosa que podrías encontrar en un libro de texto de física.

Aquí, veremos dos leyes físicas —la primera y la segunda ley de la termodinámica— y veremos cómo se aplican a sistemas biológicos como tú.

Sistemas y sus alrededores

En la biología, la termodinámica se refiere al estudio de la transferencia de energía que se produce entre moléculas o conjuntos de moléculas. Cuando hablamos de termodinámica, el elemento o conjunto particular de elementos que nos interesa (que podría ser algo tan pequeño como una célula o tan grande como un ecosistema) se llama sistema, mientras que todo lo que no está incluido en el sistema que hemos definido se llama alrededores.

Representación generalizada del sistema (un círculo), el entorno (un cuadrado rodeando al círculo) y el universo (sistema + entorno).
Por ejemplo, si calentaras una olla de agua en la estufa, el sistema podría incluir la estufa, la olla y el agua, mientras que los alrededores serían todo lo demás: el resto de la cocina, la casa, el vecindario, el país, el planeta, la galaxia y el universo. La decisión sobre qué es lo que se define como sistema es arbitraria (depende del observador), y según lo que uno quiera estudiar, igual se podría considerar solo el agua, o toda la casa, como parte del sistema. El sistema y los alrededores en conjunto componen el universo.
Hay tres tipos de sistemas en la termodinámica: abierto, cerrado y aislado.
  • Un sistema abierto puede intercambiar energía y materia con su entorno. El ejemplo de la estufa sería un sistema abierto, porque se puede perder calor y vapor de agua en el aire.
  • Un sistema cerrado, por el contrario, solo puede intercambiar energía con sus alrededores, no materia. Si ponemos una tapa muy bien ajustada sobre la olla del ejemplo anterior, se aproximaría a un sistema cerrado.
  • Un sistema aislado es que no puede intercambiar ni materia ni energía con su entorno. Es difícil encontrarse con sistema aislado perfecto, pero una taza térmica con tapa es conceptualmente similar a un sistema aislado verdadero. Los elementos en el interior pueden intercambiar energía entre sí, lo que explica por qué las bebidas se enfrían y el hielo se derrite un poco, pero intercambian muy poca energía (calor) con el ambiente exterior.
    Si has visto el video sobre la segunda ley de la termodinámica y la entropía, puedes haber notado que se hace referencia a este mismo ejemplo, una hielera, como una aproximación de un sistema "cerrado". Aquí, se describe como una aproximación de un sistema "aislado". ¿Qué pasa con esto?
    Resulta que este es el caso en el que dos ramas diferentes de la física utilizan términos de maneras ligeramente diferentes. Un sistema que no intercambia ni energía ni materia con su medio ambiente es denominado sistema "aislado" por los físicos que estudian la termodinámica, pero los físicos que estudian mecánica clásica le llaman sistema "cerrado". En este video, se utiliza la definición de la mecánica clásica, mientras que este artículo usa la definición termodinámica.
Tú, como otros organismos, eres un sistema abierto. Estés o no consciente de ello, constantemente intercambias energía y materia con tu entorno. Por ejemplo, imagina que te comes una zanahoria o levantas una bolsa de ropa sucia o simplemente exhalas y liberas dióxido de carbono a la atmósfera. En cada caso, estás intercambiando energía y materia con tu entorno.
Los intercambios de energía que ocurren en seres vivos tienen que seguir las leyes de la física. En este sentido, no son diferentes de las transferencias de energía en, digamos, un circuito eléctrico. Veamos más de cerca cómo las leyes de la termodinámica (las reglas físicas sobre la transferencia de energía) se aplican a seres vivos como tú.

La primera ley de la termodinámica

La primera ley de la termodinámica piensa en grande: se refiere a la cantidad total de energía en el universo, y en particular declara que esta cantidad total no cambia. Dicho de otra manera, la Primera ley de la termondinámica dice que la energía no se puede crear ni destruir, solo puede cambiarse o transferirse de un objeto a otro.

Imagen de un cono de helado (energía química) que se transforma en el movimiento de los niños al andar en bicicleta (energía cinética).
Imagen del sol (energía luminosa) que se convierte en azucares (energía química) en una hoja.
Crédito de imagen: OpenStax Biología. Crédito de la fotografía “Helado": modificación de la obra de D. Sharon Pruitt; crédito de la fotografía "Niños en bicicletas": modificación de la obra de Michelle Riggen-Ransom y crédito de la fotografía “Hoja”: modificación de la obra de Cory Zanker.
Esta ley puede parecer algo abstracta, pero si empezamos a ver los ejemplos, encontraremos que las transferencias y transformaciones de energía ocurren a nuestro alrededor todo el tiempo. Por ejemplo:
  • Los focos transforman energía eléctrica en energía luminosa (energía radiante).
  • Una bola de billar golpea a otra, lo que transfere energía cinética y hace que la segunda bola se mueva.
  • Las plantas convierten la energía solar (energía radiante) en energía química almacenada en moléculas orgánicas.
  • Tú estas transformando la energía química de tu última comida en energía cinética cuando caminas, respiras y mueves tu dedo para desplazarte hacia arriba y hacia abajo por esta página.
Lo importante es que ninguna de estas transferencias es completamente eficiente. En cambio, en cada situación, parte de la energía inicial se libera como energía térmica. Cuando la energía térmica se mueve de un objeto a otro, recibe el nombre más familiar de calor. Es obvio que los focos de luz incandescente generan calor además de luz, pero las bolas de billar en movimiento también lo hacen (gracias a la fricción), como lo hacen las transferencias de energía química ineficientes del metabolismo vegetal y animal. Para ver por qué la generación de calor es importante, sigue leyendo sobre la segunda ley de la termodinámica.

La segunda ley de la termodinámica

A primera vista, la primera ley de la termodinámica puede parecer una gran noticia. Si la energía nunca se crea ni se destruye, eso significa que la energía puede simplemente ser reciclada una y otra vez, ¿cierto?
Pues... sí y no. La energía no puede ser creada ni destruida, pero puede cambiar de formas más útiles a formas menos útiles. La verdad es que, en cada transferencia o transformación de energía en el mundo real, cierta cantidad de energía se convierte en una forma que es inutilizable (incapaz de realizar trabajo). En la mayoría de los casos, esta energía inutilizable adopta la forma de calor.
Aunque de hecho el calor puede realizar trabajo bajo las circunstancias correctas, nunca se puede convertir en otros tipos de energía (que realicen trabajo) con una eficiencia del 100%. Por lo que cada vez que ocurre una transferencia de energía, cierta cantidad de energía útil pasa de la categoría de energía útil a la inútil.

El calor aumenta lo aleatorio del universo

Si el calor no realiza trabajo, entonces ¿qué hace exactamente? El calor que no realiza trabajo aumenta la aleatoriedad (desorden) del universo. Esto puede parecer un gran salto de lógica, así que vamos a dar un paso atrás y ver cómo puede ser.
Cuando tienes dos objetos (dos bloques del mismo metal, por ejemplo) a diferentes temperaturas, tu sistema está relativamente organizado: las moléculas están separadas por velocidad, en el objeto más frío se mueven lentamente y en el objeto más caliente se mueven rápidamente. Si fluye calor del objeto más caliente hacia el objeto más frío (como sucede espontáneamente), las moléculas del objeto caliente disminuyen su velocidad, y las moléculas del objeto frío aumentan su velocidad, hasta que todas las moléculas se estén moviendo a la misma velocidad promedio. Ahora, en lugar de tener moléculas separadas por su velocidad, simplemente tenemos un gran conjunto de moléculas a la misma velocidad, una situación menos ordenada que nuestro punto de partida.
El sistema tenderá a moverse hacia esta configuración más desordenada simplemente porque es estadísticamente más probable que la configuración de temperaturas separadas (es decir, hay muchos más estados posibles que corresponden a la configuración desordenada). Puedes explorar más este concepto en los videos de este tutorial o en este sencillo video de física.

La entropía y la segunda ley de la termodinámica

El grado de aleatoriedad o desorden en un sistema se llama entropía. Puesto que sabemos que cada transferencia de energía resulta en la conversión de una parte de energía en una forma no utilizable (como calor) y que el calor que no realiza trabajo se destina a aumentar el desorden del universo, podemos establecer una versión relevante para la biología de la segunda ley de la termodinámica: cada transferencia de energía que se produce aumentará la entropía del universo y reducirá la cantidad de energía utilizable disponible para realizar trabajo (o en el caso más extremo, la entropía total se mantendrá igual). En otras palabras, cualquier proceso, como una reacción química o un conjunto de reacciones conectadas, procederá en una dirección que aumente la entropía total del universo.
Esto es realmente un concepto bastante loco, si se extiende a su conclusión lógica: que algún día, toda la energía utilizable del universo se habrá convertido en energía inutilizable (calor). Este estado ha sido sugerido como un posible destino del universo, al que algunas veces se le llama "la muerte del universo por calor". Sin embargo, no es claro para los físicos si esto es realmente lo que ocurrirá. Y aun si lo fuera, no sucederá sino hasta dentro de unos 10, start superscript, 10, start superscript, 56, end superscript, end superscript años o más, ¡así que no es como para perder el sueño!
Para resumir, la primera ley de termodinámica habla sobre la conservación de la energía entre los procesos, mientras que la segunda ley de la termodinámica trata sobre la direccionalidad de los procesos, es decir, de menor a mayor entropía (en el universo en general).

La entropía en los sistemas biológicos

Una de las implicaciones de la segunda ley de la termodinámica es que, para que un proceso se lleve a cabo, de algún modo debe aumentar la entropía del universo. Esto inmediatamente puede plantear algunas preguntas cuando se piensa en organismos vivos, como tú. Después de todo ¿acaso no eres un conjunto de materia bastante ordenado? Cada célula de tu cuerpo tiene su propia organización interna; las células se organizan en tejidos y los tejidos en órganos; y todo tu cuerpo sostiene un cuidadoso sistema de transporte, intercambio y comercio que te mantiene vivo. Así, a primera vista, puede no ser claro cómo tú o incluso una simple bacteria representan un aumento en la entropía del universo.
Para aclarar esto, revisemos los intercambios de energía que ocurren en tu cuerpo cuando caminas, por ejemplo. Al contraer los músculos de las piernas para mover tu cuerpo hacia delante, estás utilizando energía química de moléculas complejas, como la glucosa, y la conviertes en energía cinética (y, si estás caminando cuesta arriba, energía potencial). Sin embargo, esto lo haces con eficiencia muy baja: una gran parte de la energía de tus fuentes de combustible simplemente se transforma en calor. Parte del calor mantiene tu cuerpo caliente, pero gran parte se disipa en el ambiente circundante.



Caricatura de una persona caminando, con una hamburguesa en la mano. La persona está consumiendo macromoléculas complejas de la hamburguesa y liberándolas en forma de moléculas de dióxido de carbono y agua, lo que aumenta la entropía. También está caminando hacia adelante (y convierte la energía química de las macromoléculas en energía cinética), pero buena parte de la energía liberada se pierde en forma de calor (lo que también aumenta la entropía).
Esta transferencia de calor aumenta la entropía del entorno, al igual que el hecho de que tomas grandes y complejas biomoléculas y las conviertes en muchas pequeñas moléculas simples, como dióxido de carbono y agua, cuando metabolizas el combustible para poder caminar. Este ejemplo utiliza a una persona en movimiento, pero lo mismo sería válido para una persona, o cualquier otro organismo, en reposo. La persona u organismo mantendrá cierta tasa basal de actividad metabólica que causa la degradación de moléculas complejas en otras más pequeñas y numerosas junto con la liberación de calor, lo que aumenta la entropía del entorno.
Dicho en términos más generales, los procesos que disminuyen localmente la entropía, como aquellos que construyen y mantienen los altamente organizados cuerpos de los seres vivos, sí pueden ocurrir. Sin embargo, esta disminución local de la entropía puede ocurrir solamente con un gasto de energía y parte de esa energía se convierte en calor u otras formas no utilizables. El efecto neto del proceso original (disminución local de la entropía) y de la transferencia de energía (aumento en el entorno de la entropía) es un incremento global en la entropía del universo.
En resumen, el alto grado de organización de los seres vivos se mantiene gracias a un suministro constante de energía y se compensa con un aumento en la entropía del entorno.

Bioeconomía, la economía desde otros ángulos



Carles Manera, Catedrático de Historia Económica en la UIB, es miembro de Economistas Frente a la Crisis


Conectar la economía con las ciencias de la naturaleza, he aquí un reto importante para los científicos sociales: enlazar biología y termodinámica con la economía, matizando el exceso de formalismo matemático y enfatizando factores de carácter cualitativo.
La capacidad de relacionar la crematística y la economía –en el sentido aristotélico de tales conceptos– es lo que puede proporcionar una clave interpretativa mucho más ajustada de la evolución económica.
Sin embargo, no puede decirse que no se hayan prodigado estudios sobre esa estrecha relación, si bien con metodologías y planteamientos teóricos muy distintos.
Los resultados se han cultivado sobre todo en el ámbito académico y, en algunos casos, se han trasladado ideas y reflexiones a la política activa.

Los aspectos tratados pueden agruparse en sendos bloques: temas que atañen a la economía ambiental; y los que se sumergen en la economía ecológica:

En el primer caso, el instrumental aplicado es el neoclásico, orientado a aspectos como, por ejemplo, la disposición a pagar para mantener un determinado recurso natural o paisajístico y aproximaciones a su valoración económica.
En el segundo, se han utilizado datos no crematísticos, de carácter biofísico –consumo territorial, producción de residuos, contaminación, etc.–, sin traslación directa a los precios. La distinción entre precio y valor es aquí muy significativa, de forma que indicadores, como por ejemplo la huella ecológica, se han hecho presentes en el ámbito de las ciencias sociales.

Estas investigaciones no han inferido, empero, la asunción de sus resultados en las políticas públicas. Esto es un problema que diluye las sensaciones que se viven en el panorama de las políticas públicas, sensaciones que urge cuantificar. En concreto: la disposición de magnitudes específicas que faciliten la toma de decisiones. Su culminación permitiría traspasar la cortina entre la investigación y su aplicación; el ascenso, en definitiva, a la política económica.

La confección de indicadores responde a ese reto.
La economía no dispone “de oficio” –por llamarlo así; es decir, con cálculos regulares por parte de la administración– de una batería de variables al respecto. Los fundamentos bibliográficos sobre estas cuestiones son abundantes. De todas las contribuciones, la visión de las leyes de la termodinámica se convierte en una encrucijada –y un acicate– para los científicos sociales. Aquí, de nuevo, la ligazón entre economía y ciencias naturales emerge con solvencia.

En tal sentido, la asimilación de los principios de la termodinámica a la economía, propuesta en 1974 por el economista rumano Nicholas Georgescu-Roegen, significa asumir –o tener muy en cuenta– las reglas que provienen de la biología, la física y la química. Este autor aboga por una ampliación en el análisis de los procesos económicos –incorporando métodos y teorías provenientes de las ciencias de la naturaleza–, con un corolario claro: el crecimiento económico provoca desorden en todos los ámbitos y, obviamente, en el entorno ambiental.

De ahí que sea transcendental una disección precisa sobre los impactos ecológicos que promueve un determinado tipo de crecimiento, y que sea importante realizar mediciones que no se circunscriban a los parámetros convencionales en la economía académica.
Así, las investigaciones que se han desarrollado detallan aspectos importantes como las calidades de los suelos, la posible incidencia del clima en la estructura económica, la transformación económica y ecológica del paisaje, entre otros. La imbricación social de esos aspectos es absoluta, y los economistas e historiadores económicos los han trabajado; la proximidad cronológica facilita la disponibilidad de datos de mayor robustez para realizar análisis económico, con esta perspectiva ambiental. Se consideran unas ideas esenciales –a partir de las tesis de Georgescu-Roegen– que abogan por un cambio metodológico:
  • Una crítica al mecanicismo económico, es decir, a una óptica lineal, atemporal, de la evolución económica, de manera que los elementos cualitativos sean considerados como claves explicativas, auxiliados por las matemáticas, pero sin el sometimiento a su excesivo formalismo –a veces con escaso contenido– que impera en la enseñanza e investigación en economía;
  • La idea de evolución, en clave biológica; o sea, la relevancia del dato histórico, de la trayectoria, del tiempo;
  • La adopción del concepto de entropía, derivado de la termodinámica, un argumento que implica la tesis de la irreversibilidad –e incluso del carácter irrevocable– de los procesos económicos.
El cambio es sustancial. Pero contribuye a enriquecer, técnica y conceptualmente, al análisis de la economía. Éste pasa de una fase mecanicista, de flujo circular cerrado, a otra holística, en la que el economista está impelido a dialogar con otras disciplinas para entender mucho mejor lo que acontece en la suya propia.

De esta forma, conceptos esenciales como productividad y competitividad –que invariablemente se invocan en la economía– se refuerzan con otros que tienen mayores porosidades con los de la física, la química y la biología: capacidad de carga, eficiencia, eficacia, huella ecológica, intensidad energética, son muestras al respecto. El esfuerzo para el economista es innegable: su cuadro de lecturas se amplifica, sus necesidades de conocimientos –aunque éstos puedan ser indiciarios– se reafirman, desde el momento en que se “aprehende” que el material con el que se trabaja es de gran complejidad, presidido por la incertidumbre: el comportamiento humano.

El vector temporal y la movilidad de factores constituyen características básicas, que proporcionan profundidad y mayor rigor –más proximidad a la realidad que se estudia– a los análisis. Y, por supuesto, se infiere la modestia necesaria para matizar la estrategia mecanicista que sustenta la predicción en economía.
La incertidumbre y el azar se hallan presentes en la cosmología económica; esto se contradice con los preceptos de la utilidad del consumidor, de la simetría de la información –que impediría los altibajos inherentes al azar y a los fenómenos caóticos– y del encuentro armonioso de familias y empresas en los mercados. Al mismo tiempo, otro elemento es considerado determinante: el tecnológico. Éste aparece en los modelos económicos más divulgados –y exigidos en buena parte de las investigaciones en economía– de manera acrítica. Es algo esperado que será capaz de resolver, casi sin discusión, cualquier reto que nos planteemos, incluyendo el relevo de recursos naturales, de manera que esto conduce a una fe ciega, a una confianza imbatible en el progreso tecnológico, resolutivo de los graves problemas que sacuden y cuestionan el crecimiento económico.[1]

La filosofía que impregna estas ideas proviene de los discursos más asimilados por la economía académica, bajo dos preceptos: la existencia de recursos infinitos (de manera que se resta importancia a la escasez de minerales); y lo que se ha venido a calificar como teorías energéticas del valor, es decir, la tesis de que el desarrollo científico proporcionará toda la energía necesaria para reciclar, de forma que el ambiente seguirá siendo natural y sustentará el crecimiento económico continuo. Se concluye que los materiales no son ni serán un problema, toda vez que pueden ser reciclados por mucho que se disipen. Es el “dogma energético” criticado por Georgescu-Roegen; a su vez, señala que lo que caracteriza a un sistema económico son sus instituciones y no la tecnología que utiliza.
La economía debe adoptar con decisión una nueva noosfera que tenga mucho más en cuenta la imbricación de la actividad humana con la biosfera, que con el recurso a pensar siempre que la tecnosfera va a resolver todas las externalidades provocadas por la actividad económica.

[1] En los medios de comunicación aparecen recurrentemente artículos firmados por académicos que van en esa dirección optimista, hasta el punto de hablar de una economía de la abundancia, donde la escasez desaparecería gracias al impulso de la ciencia y de la tecnología. Los ejemplos que suelen argüirse son variados: la obtención de energía limpia, el desarrollo de las renovables, supondría, según tales previsiones, un mundo de energía infinita a coste casi cero. La síntesis artificial de alimentos constituye otro campo en dicho avance: la generación de comida infinita, creada en laboratorio, a partir de células madre y a costes exponencialmente decrecientes; esto afectaría igualmente a la producción de carne sintética creada sin animales. “Si dejamos que la fuerza de la tecnología siga actuando, podemos aspirar a un futuro esperanzador, en el que la riqueza de los países no dependa de pozos de petróleo, sino de su talento y de la fuerza del sol; y en el que la alimentación, información, energía, educación y sanidad se produzcan a coste marginal cero, y su acceso sea, por tanto, universal”. Esta confianza acrítica, absoluta, en los progresos técnicos elude el funcionamiento, precisamente, de los principios físicos de la termodinámica, toda vez que para obtener la mayor cantidad posible de energía solar se van a necesitar importantes stocks de capital cuya generación va a requerir el consumo de la energía convencional en sus primeros estadios. El entrecomillado es de un artículo de Xavier Ferràs, “La economía de la abundancia”, suplemento Dinero de La Vanguardia, 20 de agosto de 2017.


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