Develar la realidad social
Develar la realidad social es algo que en las ciencias del espíritu se ha emprendido desde distintos puntos de vista.
Uso la palabra “develar” simplemente porque una hipótesis estructural de todo estudio social es que la realidad social misma está ante los ojos cotidianos oculta, cubierta por un velo de prejuicios o simplemente de habituación.
De este modo la ciencia social desde distintos ámbitos del conocimiento, y usando métodos tan dispares como la interpretación psicoanalítica y la estadística han intentado develar una realidad social oculta, algo no imaginado para el ciudadano de todos los días sobre él mismo y sobre el delicado entramado social por el que se mueve diariamente.
Pero ocurrió que un fenómeno natural de aquellos que se ven una vez cada cincuenta años, desabastecimiento de los servicios básicos y días de aislamiento, mostraron de la ciudad de Concepción un panorama que pocos se hubieran imaginado. El terremoto removió el delicado velo de hipocresía que cubría la realidad social de Chile, mostrando una realidad macabra que ni los mejores discursos pudieron maquillar. El asombro ante la actitud de desesperados y oportunistas, la desvergüenza de muchos clamando por la intervención militar, la falta de liderazgo efectivo que demostraron los dirigentes políticos demostrando una vez más que se llega a los escaños del poder para engordar el culo.
¿Qué hubiera pasado si lo ocurrido en Concepción fuese hoy la realidad de más ciudades en Chile? Lo que se ha llamado hasta ahora “el terremoto social” sería entonces el fin de un país (el fin del país que hoy en día conocemos).
Disculpará el lector el atrevimiento, el distanciamiento del dolor de las personas para poner la atención en estos otros aspectos más macabros, incluso inmorales. Pero que útil que resulta ver la realidad social develada en Concepción por el terremoto como una radiografía de la sociedad chilena. Que repugnantes quedamos todos, como cubiertos por un alquitrán de oportunismo generalizado: El dueño de supermercado protegiendo a sangre y fuego su mercancía en circunstancias que nadie tiene alimento ni agua. Los oportunistas, saqueadores, acaparando aquello que en mejores circunstancias podrían llegar a vender a buen precio en el mercado negro.
El ciudadano heredero de la mentalidad de la dictadura pide la muerte de los atrevidos y la intervención militar.
Por supuesto que a mejor doctor mejor diagnóstico de esta macabra radiografía. Quede para otros la interpretación de la lucha de clases, el psicoanálisis de la colectividad y las estadísticas de robos según barrios y tipologías de todo orden. Sin embargo resulta no sólo curioso, sino que también paradójico, que lo que los enfoques más técnicos en ciencia social, incluso más aparatosos, no puedan develar simple y llanamente, un descalabro natural lo muestre nada más que en unos días.