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domingo, 15 de diciembre de 2019

Marx, Walras y Schumpeter


Marx, Walras y Schumpeter
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9 jun. 2013 - 

Marx, Walras y Schumpeter  por Henri Denis 09/06/2013

No es una de las menores originalidades de Schumpeter la de expresar juicios extremadamente favorables sobre autores tan opuestos como Marx y Walras. 

En Capitalismo, socialismo y democracia (1942) escribió:
"La visión de Marx era justa. Podemos, pues, ir de su mano vinculando la transformación social específica que se desarrolla ante nuestros ojos con la evolución económica que es su motor inicial."


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No menos elogioso es Schumpeter con Walras, de quien dice lo que sigue en su Historia del análisis económico (1954):
"Si el sistema walrasiano no puede ser, al final, más que un vasto programa de investigación, constituye, en cambio, a causa de su calidad intelectual, la base de casi todas las mejores obras de nuestro tiempo."

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No es posible tratar los textos antes citados como expresión de juicios episódicos. Nunca dejó Schumpeter de reconocer los vínculos de su propio pensamiento con el de Marx y el de Walras. Ya en su Teoría del desarrollo económico (1912) dejó dicho que su forma de entender el problema "sería más bien paralela a la de Marx"; y la exposición del marxismo  que constituye la primera parte de Capitalismo, socialismo y democracia, a despecho de su contenido crítico, revela página tras página la admiración que el autor profesa a su predecesor.
Y para hacerse una idea suficientemente precisa de la actitud de Schumpeter hacia Walras, bastaría observar que la Historia del análisis económico no consagra menos de 33 páginas (en la edición francesa) a la exposición de la teoría del equilibrio general. De ningún otro autor se ha dado tan pormenorizada cuenta, en punto a su contribución al progreso de la ciencia económica, en esta monumental obra.

La existencia de esta doble filiación de Schumpeter plantea un problema merecedor de solución. Me propongo mostrar que Schumpeter retomó el proyecto de Marx de construir una interpretación económica de la historia, pero, resultándole inaceptables las tesis de a economía política clásica abrazadas por Marx, quiere servirse de la economía política walrasiana para llevar a cabo la tarea que se había propuesto el autor de El Capital. Tendremos ocasión de ver que esa empresa paradójica ha sido perseguida con mucha continuidad, lo que desembocó en el estupefaciente juicio de 1943 sobre la superior eficacia de una economía integralmente planificada.


Se suele celebrar la obra de Schumpeter por su rara combinación de los métodos de la historia y de la sociología con los de la economía política pura. Pero no nos equivoquemos: Schumpeter es, antes que otra cosa, el discípulo de Böhm-Bawerk y de Wieser. Como observa con toda razón François Perroux en su prólogo a la traducción francesa de la Teoría del desarrollo económico, "Schumpeter no sólo se embarca en la abstracción con suma soltura, sino que se solaza en ella." 

La teoría económica neoclásica, de la que Schumpeter es adepto, ve la economía como un conjunto de actividades estrictamente individuales, la combinación de las cuales es estudiada sin apelar a la naturaleza social del ser humano. Esa visión individualista y mecanicista de la economía parece de todo punto asumida por Schumpeter, cuando presenta en la Teoría del desarrollo económico su particular concepción de la economía de mercado sin innovaciones, a la que llama "circuito":
"Así pues, frente a los medios de producción y del proceso de producción, en nuestra hipótesis, no hay siquiera un director propiamente dicho. El director, en realidad, es el consumidor (…), el único factor activo es el afán de satisfacer las necesidades, y el trabajo, lo mismo que la tierra, no son sino instrumentos de ese afán."


El estricto punto de vista de economista que parece querer adoptar nuestro autor nos sitúa muy lejos de Marx. Sin embargo, cuando habla de su predecesor, Schumpeter no deja de afanarse en mostrar que la aportación esencial de Marx es la que ha desarrollado en los tres volúmenes de El Capital, y que en esa obra Marx no va de filósofo. Para Schumpeter, quienes ven en la filosofía de Hegel la clave del sistema de Marx no pueden andar más errados:
"Yerran, en mi opinión, y no hacen justicia al valor científico de Marx. Es verdad: Marx se complacía con ciertas analogías formales constatables entre su argumentación y la de Hegel. Le gustaba confesar su hegelianismo y servirse de fraseología hegeliana. Eso es todo. En parte alguna traiciona Marx la ciencia positiva a favor de la metafísica."


Constatada esa voluntad, repetidamente manifestada por Schumpeter, de tratar la obra de Marx exclusivamente como la obra de un economista, sorprende menos la doble admiración, por Marx y por Walras, que podemos encontrar en él.


Schumpeter admira en Marx la tentativa de fundar en la economía política una explicación de la historia. El autor de la Teoría del desarrollo económico no limita, en efecto, su investigación a la interpretación del mundo que tiene a la vista. Ha recibido la influencia de los economistas de la escuela histórica alemana y la de Max Weber. Quiere situar el capitalismo moderno en un proceso de despliegue evolutivo. Su originalidad, así pues, tiene que ver con el hecho de que considera posible poner la economía política pura como base de explicación de la historia, a la manera en que Marx construyó su sistema inspirándose en Ricardo.
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La insuficiencia del marxismo, o eso cree saber, viene exclusivamente del hecho de que la economía política ricardiana resulta insatisfactoria, porque la teoría del valor-trabajo es errónea. Walras y Wieser han descubierto en la utilidad marginal la verdadera fuente del valor de los bienes. De lo que se trataría ahora es de hacer descansar la interpretación de la historia sobre el fundamento de la nueva economía política.
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¿Pero qué relación podría guardar la teoría del equilibrio general con una explicación de las transformaciones de la sociedad? Diríase que Walras se preocupó muy poco de situar en la historia humana la economía sobre la que teorizaba, tendiendo a presentar esa economía como algo poco menos que intangible. Schumpeter no negaba, desde luego, el escaso interés por la historia de la economía política marginalista; pero pensaba que había que ampliar su horizonte y, en suma, realizar la síntesis entre la escuela histórica y la escuela de la economía política pura. Tomando plena consciencia de esta intención fundamental del economista austríaco es posible comprender la manera en que construye su propio sistema de pensamiento a partir de una oposición que establece entre el "circuito" y la "evolución".
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La economía del "circuito" es, para Schumpeter, una economía sin empresario, sin capital, sin beneficio. Es, en suma, la economía walrasiana en la situación del equilibrio general, porque Walras declara que en, en esa situación, el beneficio es nulo, de modo que el empresario, obligado a vivir merced a los recursos que obtiene como asalariado o como capitalista, es prácticamente eliminado. Se está tentado hoy a pensar que un modelo así es poco adecuado para comprender la evolución real de la economía. Sin embargo, Schumpeter creyó que inspirándose en él podía encontrar el modo de corregir la teoría de Marx y poder justificar la visión marxista de la historia. En efecto: decir que no hay beneficios del capital en la situación de equilibrio general, o en el "circuito", es en cierto modo adherir al punto de vista de Marx, según el cual el capital en, en sí mismo, improductivo. Sin necesidad de utilizar la teoría de la plusvalía, que estaría malhadadamente fundada en la concepción del valor-trabajo, se podía entonces sostener que el capitalismo desaparecería, porque en un determinado momento desaparecerían las particulares circunstancias que engendraron los beneficios. 
"Basta –escribe Schumpeter— considerar el objetivo analítico de Marx, para reconocer que no estaba en absoluto obligado a aceptar el combate en el terreno en el que más fácil resulta derrotarlo (…). En efecto, esa facilidad desaparece en cuanto la teoría del valor-trabajo deja para nosotros de representar otra cosa que una tesis relativa al funcionamiento de una economía estática en estado de equilibrio perfecto. Dado que Marx buscaba analizar, no un estado de equilibrio que, según él, la sociedad capitalista jamás podría alcanzar, sino, al contrario, un incesante proceso de transformación en la estructura económica, las críticas que se le hacen no pueden ser absolutamente decisivas. Aun si no pueden manifestarse en perfecto equilibrio, las plusvalías pueden, sin embargo, estar siempre presentes, porque el régimen no consiente nunca el establecimiento del equilibrio. Aun si tienden de continuo a desaparecer, esas plusvalías pueden, sin embargo, existir siempre, porque son incesantemente recreadas. Una defensa así no puede, desde luego, salvar ni la teoría de valor-trabajo –señaladamente, cuando se aplica a la propia mercancía trabajo—, ni la argumentación sobre la explotación tal como ha sido formulada por Marx. Pero nos permite interpretar más favorablemente su conclusión."
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La conclusión de que aquí se trata es la necesaria desaparición del modo de producir capitalista. Y Schumpeter sostiene que se puede defender esa conclusión fundándose en la idea de que no hay beneficios en la situación de equilibrio. La ambigüedad del pensamiento schumpeteriano resulta aquí particularmente manifiesta. El economista austriaco puede pasar por un defensor del liberalismo económico a causa de su teoría del empresario dinámico que, rompiendo el "circuito", empuja a la economía por la vía de la evolución y el desarrollo. Sin embargo, esa misma teoría del empresario dinámico es para él la base de una visión extremadamente pesimista del futuro de la economía de mercado. Basta, en efecto, plantearse la necesidad de la decadencia del espíritu de empresa, consecuencia de la burocratización de las tareas de dirección económica, para poder profetizar, él también, el fin próximo del capitalismo:
"Como la iniciativa capitalista –escribe—, por sus propios resultados, tiende a automatizar los progresos, concluiremos que tiende a hacerse a sí propia superflua: a estallar e pedazos bajo la presión de su propio éxito. La gigantesca unidad industrial perfectamente burocratizada no sólo elimina –expropiando a sus propietarios— las empresas de escala pequeña y mediana, sino que, al final, elimina igualmente al empresario y expropia a la burguesía en tanto que clase llamada a perder, por su propia dinámica, no sólo su ingreso, sino incluso –lo que es infinitamente más grave— su razón de ser."
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Discurriendo por esta vía, la reflexión schumpeteriana va muy lejos: nuestro autor sostiene que el socialismo triunfará, porque permitirá obtener una producción más abundante que la obtenida en régimen capitalista, sin necesidad de apelar al móvil del beneficio. Uno podría asombrarse de encontrar esta afirmación firmada por un discípulo de Walras. Sin embargo, hay que recordar que la teoría neoclásica de la economía conoció el mismo malhadado destino que la economía política ricardiana. Elaborada para defender la empresa privada,[1] la teoría marginalista no tardó en ser utilizada para la defensa del socialismo por parte de economistas tan deslumbrantes como Oskar Lange.
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Una fracción de la escuela neoclásica llegó a sostener, en la primera mitad del siglo XX, que en una economía socialista se obtendrían resultados excelentes si se exigiera a los planificadores y a los directores de empresa aplicar las reglas de cálculo que, se argumentaba, eran aplicadas de manera harto imperfecta en las economías capitalistas: igualdad de oferta y demanda, igualdad de costes marginales de producción a precios de equilibrio, abaratamiento al mínimo nivel de los costes medios, etc… Esa idea es retomada en Capitalismo, socialismo y democracia. De aquí la resuelta afirmación de la superior eficiencia de una economía planificada:

"El consejo central -escribe Schumpeter-  podría (y hasta cierto punto, debería) cumplir la función de difusor de informaciones y coordinador de decisiones: al menos al mismo nivel que una oficina de cártel que dispusiera de plenos poderes. La existencia de un cerebro central así reduciría inmensamente la cantidad de trabajo a realizar por parte de los cerebros intermedios de los gerentes, y la inteligencia que se precisa para hacer funcionar un sistema así sería harto menos grande que la que se necesita para pilotar una empresa de cierta importancia a través de las corrientes y los rompientes y rocallares de la economía capitalista."

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A partir del marginalismo, Schumpeter confluye, pues, con las conclusiones de Marx en punto a la mejor utilización de la fuerzas productivas por el socialismo. Y el economista austriaco comparte igualmente las ideas de Marx sobre la posibilidad de conciliar la planificación económica con la democracia política:
"La sociedad socialista –escribe— tendrá menos necesidad de contar con la disciplina autoritaria que nuestra sociedad de capitalismo rebosante de obstáculos."

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Aunque resulte estupefaciente, este elogio del socialismo no nos aleja de Walras tanto como podría parecer. Pues lo que está en la base tanto de los análisis de Schumpeter como de los de Lange es la concepción walrasiana de un máximo de satisfacción dimanante de la aplicación de leyes económicas de todo punto simples. La admiración por el juego del mercado así concebido lleva paradójicamente a ambos autores a adoptar una visión extremadamente optimista de los efectos de la planificación. Puesto que las leyes de la economía son simples, piensan, debería ser fácil hacer funcionar una economía socialista. 

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Con la intermediación de los economistas neoclásicos partidarios del "socialismo de mercado", Schumpeter confluye, pues, con Marx de manera bastante natural. Se puede, empero, observar que, en cierto sentido, se comporta así en tanto que heredero de toda la tradición de la economía política liberal, que tiende a minimizar el papel del Estado:
"La mejor fórmula –escribe— consiste en decir que el Estado, nacido de las vicisitudes y los compromisos entre los regímenes feudales y la burguesía, constituye una parte de las cenizas de las que nacerá el fénix socialista (…). Es verdad que el socialismo puede constituirse por un acto de Estado. Pero en mi opinión nada impide  decir que el Estado muere cumpliendo ese acto: como había indicado Marx y como Lenin ha repetido."

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Esa confluencia con Marx y con Lenin de un economista liberal resulta evidentemente asombrosa. Nos invita a reflexionar sobre el hecho de que la economía política liberal y el marxismo tienen un punto común de partida en el individualismo y el empirismo de la filosofía de la Ilustración. Y se puede concluir diciendo que la reflexión sobre la obra de Joseph Schumpeter terminará sin duda poniendo en cuestión los fundamentos sobre los que hasta ahora ha descansado la ciencia económica.  

Bibliografía mencionada
Schumpeter (J), Theorie der wirtschaflichen Entwicklung, Leipzig, 1912. 
Schumpeter (J), Capitalism, Socialism and Democracy, Nueva York, 1942. 
Schumpeter (J), History of Economic Analysis, Nueva York, 1954.  (Traducción castellana de Manuel Sacristán: Historia del análisis económico, Barcelona, Ariel, 1970)

NOTA DE LA T.: 
[1] En realidad, los economistas neoclásicos "socialistas de mercado" mencionados por el autor no hicieron sino seguir la senda política del propio Leon Walras, que fue, aunque se haya olvidado de manera interesada, un socialista –cooperativista— convencido ("je suis pas un economiste, je suis un socialiste" [p. 11ss.]), y cuyo "mercado de competición perfecta" era un mero constructo estático normativo (no descriptivo, ni menos dinámico-explicativo) que sólo funcionaba como tal luego de la nacionalización de la tierra y de la banca y merced a enérgicas y constantes intervenciones del Estado republicano-democrático para yugular las rentas monopólicas dimanantes de las economías de escala. (De aquí el inveterado rechazo de los ultraliberales marginalistas austríacos –à la Hayek— a todo lo que oliera a teoría económica neoclásica.) El uso liberal proempresarial de la teoría del equilibrio general vino con la falsificación de las posiciones originales de Walras que hizo luego su sucesor en la cátedra de Lausana, Wilfredo Pareto (nombrado senador vitalicio por Mussolini años después). 
Henri Denis es un historiador francés de las ideas económicas.

Traducción para www.sinpermiso.info: Ventureta Vinyavella sinpermiso electrónico se ofrece semanalmente de forma gratuita. 


Fuente:
Revue Interventions économiques, 1 noviembre 2012,

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