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viernes, 1 de diciembre de 2017

Introducción al número especial 'Desigualdad' | Bogliacino | Cuadernos de Economía

Introducción al número especial 'Desigualdad' | Bogliacino | Cuadernos de Economía

Lo que le espera en el futuro a la economía mundial

Lo que le espera en el futuro a la economía mundial




¿Cuáles son los problemas más grandes que enfrentará la economía mundial del futuro? 

Cinco premios nobel responden la pregunta.

Lo que se avecina para la economía mundial no se ve nada fácil. En el próximo medio siglo habrá que resolver problemas derivados del aumento demográfico, los avances tecnológicos, el estancamiento de algunas economías, el calentamiento global y la desigualdad, entre otros.

La revista Finanzas & Desarrollo, publicación del Fondo Monetario Internacional, les preguntó a cinco brillantes pensadores económicos –todos ganadores de Premio Nobel- cómo ven el futuro de la economía mundial en los años venideros.

Aunque estos expertos no coincidieron en las mismas preocupaciones, sí dejaron en claro que los desafíos del planeta –en los próximos 50 años– son apremiantes. Muchos de los problemas vienen del pasado y las soluciones no están claras.

Las opiniones de George Akerlof (1), Paul Krugman (2), Robert Solow (3), Michael Spence (4)y Joseph Stiglitz (5) podrían definir el panorama económico del futuro.

1. Hay que cuadrar el desajuste que dejó la crisis:
Paul Krugman, premio nobel en 2008, considera que el problema más grande que enfrenta la economía mundial —o al menos los países relativamente ricos— es un asunto que a muchos economistas jamás se les había ocurrido que verían. Por primera vez desde los años treinta, el mundo está sufriendo de una falta persistente de demanda. Es decir, la gente no está gastando lo suficiente como para usar la capacidad productiva que tienen las economías. Este problema supuestamente estaba resuelto y no se iba a repetir. Pero se repitió, y la solución no está clara.
Krugman, profesor de Economía y Relaciones Internacionales en la Universidad de Princeton, afirma que haber permitido que echara raíz una recesión mundial profunda parece haber conducido, con el correr del tiempo, a un enorme deterioro de las perspectivas económicas a más largo plazo. Esto implica, a su vez, que sustentar una demanda adecuada es tremendamente importante, no solo a corto plazo sino también a largo.
El también columnista del New York Times dice que estimular la demanda debería ser una prioridad urgente de los gobiernos. Lamentablemente –anota- lo que se ha aprendido desde 2007 es que las instituciones encargadas de formular la política económica no están en absoluto bien preparadas para enfrentar déficits de demanda grandes y sostenidas.

2. La economía debe estar a servicio de la sociedad:
Según Joseph E. Stiglitz, premio nobel en 2001, la batalla más importante de la economía mundial librada después de la Segunda Guerra Mundial fue entre los sistemas económicos: si el comunismo o el capitalismo ofrecían la mejor manera de lograr crecimiento y prosperidad para todos. Pues bien, con la caída del Muro de Berlín, la batalla acabó.
Ahora está comenzando otra lucha: ¿qué modalidad de economía de mercado funciona mejor? Para Stiglitz es claro que la teoría económica del goteo no funciona, como lo muestran sobradamente los datos estadounidenses. Y esto es así especialmente cuando gran parte de la desigualdad es producto de la captación de rentas (los que están más arriba se hacen con una proporción cada vez mayor de la riqueza nacional) y de la ausencia de igualdad de oportunidades, que implica que los que están más abajo nunca tienen la posibilidad de hacer realidad su potencial.
Stiglitz, profesor en la Universidad de Columbia, dice que el falso capitalismo que ha surgido en Estados Unidos y en algunos otros países es producto de una democracia fallida que permite a la desigualdad económica traducirse con facilidad en desigualdad política y en un círculo vicioso en el cual un aumento de una forma de desigualdad exacerba la otra. El principal reto que enfrentará el mundo en las próximas décadas va más allá de moderar los excesos de la economía de mercado, y consiste –entre otras cosas– en evitar la toma de riesgos excesiva, los préstamos abusivos y la manipulación del mercado, que tan claramente manifestaron las instituciones financieras en los últimos años.

3. Impuestos para frenar el calentamiento global:
George Akerlof, premio nobel en 2001, cree que la forma como se está explicando el problema del calentamiento global es demasiado fría y tímida. Si bien los dirigentes mundiales se reúnen en grandes conclaves, como Río de Janeiro, Kioto, Johannesburgo, Copenhague, los pronunciamientos son solemnes pero la acción contra el calentamiento global inevitablemente se posterga.
Akerlof, profesor emérito de Economía de la Universidad de California, Berkeley, señala que el lenguaje del calentamiento global no motiva ni a los particulares ni a los gobiernos a actuar ya mismo. Se necesita una narrativa que impulse a hacer lo necesario.
Sugiere que la mejor manera de combatir el calentamiento global —aunque a un costo considerable— es fijar un impuesto uniforme sobre las emisiones de dióxido de carbono, y subirlo hasta que las emisiones caigan a niveles aconsejables. Una política óptima también implicaría subsidiar la investigación y el desarrollo dedicados a reducir las emisiones.
Así como el calentamiento es un problema global y las emisiones se producen en todos lados, los impuestos y los subsidios deben ser mundiales. Todos los países deben sentirse obligados a participar. Se requiere una alianza planetaria.
El mundo se debe convencer de que hay que luchar, y luchar hasta el cansancio. Según Akerlof hay dos verdades incómodas. La primera es el calentamiento global en sí. La segunda es que la narración que se escucha sobre el problema todavía no lleva a todos a combatirlo.

4. Las grandes economías tienen que acelerar el ritmo:
Para Robert Solow, premio nobel en 1987, el mundo no tiene posibilidades de librarse de problemas económicos apremiantes en los próximos 50 años. La lista de ellos incluye lidiar con las causas y las consecuencias del cambio climático; responder al aumento de la desigualdad del ingreso y la riqueza dentro de las economías nacionales y, en el caso de las economías prósperas, adaptarse a la aparente tendencia de la conjunción de tecnología y demanda de empleos.
A Solow, profesor emérito del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), también le preocupa la tendencia de un grupo de economías a crecer con lentitud. Algunas, incluso se encuentran parcial o totalmente incapacitadas para aprovechar al máximo su potencial productivo.
Los coletazos de la recesión persisten y una muestra es que en Estados Unidos, al menos, la inversión empresarial no se ha recuperado del todo, a pesar de que las utilidades han sido muy sólidas. En este sector el ahorro supera la inversión desde 2009.

La conclusión de Solow es que las economías prósperas de Europa, Japón y América del Norte, están atrapadas en un episodio de “estancamiento”. No se sabe si será transitorio. De no ser así, y no encontrar una salida pronto, hay muchas menos probabilidades de solucionar los problemas más grandes que se avecinan.

5.Reducir la pobreza y crear más oportunidades:

Michael Spence, premio nobel en 2001, considera que abundan los retos apremiantes para la economía mundial. Sin embargo, cree que el más urgente tiene que ver con promover el crecimiento de las economías en desarrollo.

Esto tiene que ver con la promesa no solo de reducir la pobreza, sino también de crear más oportunidades y de llevar vidas saludables, productivas y creativas para el 85 por ciento de la población mundial. Para el profesor de Economía en la Escuela de Empresa Stern de la Universidad de Nueva York, el problema, por el momento, es que no existe un consenso sobre cómo lidiar con las distintas formas de desigualdad.

De acuerdo con Spence hay otra gran preocupación en el horizonte económico. En los países más avanzados, la tecnología está reduciendo o eliminando cada vez más empleos mediante la automatización, la eliminación de intermediarios y la deslocalización en cambiantes cadenas mundiales de suministro.

Dado que este cambio es tan veloz, los mercados laborales están desequilibrados; el capital humano no puede seguirle el ritmo a la evolución de la demanda de la economía mundial. Apresurarse a retomar el equilibrio es algo que reviste gran prioridad para el crecimiento y la distribución equitativa prácticamente en el mundo entero.



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