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lunes, 10 de septiembre de 2018

¿Cumple la economía con la leyes de la termodinámica?

¿Cumple la economía con la leyes de la termodinámica?

La crisis financiera y la actual recesión mundial han desatado un intenso debate sobre las causas que la originaron, así como las que impidieron advertirla. Esta puede ser la comprobación de que los supuestos económicos son limitados y deficientes al estar basados en comportamientos ideales, pero ajenos a la realidad.

La teoría económica ha tomado muchas ideas de la física de laboratorio, pero, sin embargo, no toma en cuenta las leyes de la termodinámica al sostener que una vez alcanzado el equilibrio de mercado, este es estable y permanente. Quizá en esta obsesión de lo inmutable radique el fracaso que hoy vive la macroeconomía.

La idea del crecimiento constante que impera en el pensamiento económico tradicional no toma en cuenta que los sistemas tienden al caos, al desorden, como expresa la segunda ley de la termodinámica.

La economía convencional opera en un sistema perfecto donde los equilibrios son automáticos y donde el costo de muchos factores, especialmente los energéticos, es cero.

Por este motivo la economía actual va por el derrotero de lo no sustentable. De ahí que un grupo pequeño pero creciente de economistas constate que estas ideas están obsoletas al asumir como “dados” muchos factores que están en vías de agotarse. Afortunadamente, desde la biofísica a la economía ecológica ha comenzado a abrirse un campo que pretende transformar la visión económica tradicional.

Parte de estas ideas las propuso en los años 20 el científico Frederick Soddy, un químico galardonado con el premio nobel que sostenía que el tema energético debería estar en el corazón de todos los temas vinculados a la economía.

Soddy criticó la miopía de las curvas de oferta y demanda de la teoría económica tradicional por ignorar la riqueza real y su sesgo sistémico. Si la economía comprendiera la riqueza real, sostenía Soddy, incluiría dentro de sus parámetros las leyes de la entropía, es decir, la tendencia inevitable a la desintegración, al caos, a la decadencia de los sistemas.
Es evidente que la escuela monetarista de Chicago, ocupada casi en exclusiva de los temas financieros y del equilibrio de corto plazo, no puede incorporar una mirada extendida sobre los planteamientos biofísicos. Uno de los ejemplos concretos de este tipo es el llamado pico del petróleo, pese a que los Estados Unidos es el principal ejemplo: tuvo su pico de producción en 1970 y desde entonces se ha vivido bajo la tensión del petróleo, partiendo por la crisis petrolera de 1973-1974 que golpeó a todo el mundo y que derribó incluso a algunos gobiernos.

Si bien Estados Unidos sigue siendo uno de los grandes productores de petróleo, su producción dejó de crecer hace más de un cuarto de siglo. De ser un exportador neto de petróleo hasta 1970, pasó a depender de las compras externas y hoy su producción cubre apenas el 25% de su demanda, debiendo importar el 75% restante.

Asimismo, si la producción de 100 barriles de petróleo tenía un costo de 1 barril en 1930, el costo alcanzó los 3 barriles en 1990 y 6 barriles el año 2006, encaminándose a los 10 barriles. Este ejemplo nos ayuda a comprender que los modelos económicos se han equivocado al tratar a la energía como un insumo de fácil acceso y de costo cero.

El principal problema de la economía neoclásica es justamente que trata a la energía como a cualquier otro insumo en sus funciones de producción, lo que ha sido un error fatal.

Los recursos no son infinitos y su uso indiscriminado no ha sido advertido. Tal como no han sido advertidos los informes Planeta Vivo que dan cuenta del estado de los ecosistemas.

En los últimos 30 años ha desaparecido un tercio de las especies de mar y tierra, producto de la depredación humana y también del cambio climático, un tema tan advertido como esquivo. La biofísica tiene un largo camino para plantear sus nociones de la economía sustentable.

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Las leyes de la termodinámica

Las leyes de la termodinámica
Primera y segunda leyes de la termodinámica y cómo se aplican a sistemas biológicos.

Introducción

¿Qué tipo de sistema eres: abierto o cerrado?

Pues resulta que esta es una pregunta de física, no una filosófica.
Tú, como todos los seres vivos, eres un sistema abierto, es decir, intercambias materia y energía con tu entorno.
Por ejemplo, tomas energía química en forma de alimentos y realizas trabajo sobre tu entorno al moverte, hablar, caminar y respirar.

Todos los intercambios de energía que ocurren dentro de ti (como tus muchas reacciones metabólicas) y entre tú y tu entorno, pueden ser descritos por las mismas leyes de la física, como intercambios de energía entre objetos calientes y fríos o moléculas de gas o cualquier otra cosa que podrías encontrar en un libro de texto de física.

Aquí, veremos dos leyes físicas —la primera y la segunda ley de la termodinámica— y veremos cómo se aplican a sistemas biológicos como tú.

Sistemas y sus alrededores

En la biología, la termodinámica se refiere al estudio de la transferencia de energía que se produce entre moléculas o conjuntos de moléculas. Cuando hablamos de termodinámica, el elemento o conjunto particular de elementos que nos interesa (que podría ser algo tan pequeño como una célula o tan grande como un ecosistema) se llama sistema, mientras que todo lo que no está incluido en el sistema que hemos definido se llama alrededores.

Representación generalizada del sistema (un círculo), el entorno (un cuadrado rodeando al círculo) y el universo (sistema + entorno).
Por ejemplo, si calentaras una olla de agua en la estufa, el sistema podría incluir la estufa, la olla y el agua, mientras que los alrededores serían todo lo demás: el resto de la cocina, la casa, el vecindario, el país, el planeta, la galaxia y el universo. La decisión sobre qué es lo que se define como sistema es arbitraria (depende del observador), y según lo que uno quiera estudiar, igual se podría considerar solo el agua, o toda la casa, como parte del sistema. El sistema y los alrededores en conjunto componen el universo.
Hay tres tipos de sistemas en la termodinámica: abierto, cerrado y aislado.
  • Un sistema abierto puede intercambiar energía y materia con su entorno. El ejemplo de la estufa sería un sistema abierto, porque se puede perder calor y vapor de agua en el aire.
  • Un sistema cerrado, por el contrario, solo puede intercambiar energía con sus alrededores, no materia. Si ponemos una tapa muy bien ajustada sobre la olla del ejemplo anterior, se aproximaría a un sistema cerrado.
  • Un sistema aislado es que no puede intercambiar ni materia ni energía con su entorno. Es difícil encontrarse con sistema aislado perfecto, pero una taza térmica con tapa es conceptualmente similar a un sistema aislado verdadero. Los elementos en el interior pueden intercambiar energía entre sí, lo que explica por qué las bebidas se enfrían y el hielo se derrite un poco, pero intercambian muy poca energía (calor) con el ambiente exterior.
    Si has visto el video sobre la segunda ley de la termodinámica y la entropía, puedes haber notado que se hace referencia a este mismo ejemplo, una hielera, como una aproximación de un sistema "cerrado". Aquí, se describe como una aproximación de un sistema "aislado". ¿Qué pasa con esto?
    Resulta que este es el caso en el que dos ramas diferentes de la física utilizan términos de maneras ligeramente diferentes. Un sistema que no intercambia ni energía ni materia con su medio ambiente es denominado sistema "aislado" por los físicos que estudian la termodinámica, pero los físicos que estudian mecánica clásica le llaman sistema "cerrado". En este video, se utiliza la definición de la mecánica clásica, mientras que este artículo usa la definición termodinámica.
Tú, como otros organismos, eres un sistema abierto. Estés o no consciente de ello, constantemente intercambias energía y materia con tu entorno. Por ejemplo, imagina que te comes una zanahoria o levantas una bolsa de ropa sucia o simplemente exhalas y liberas dióxido de carbono a la atmósfera. En cada caso, estás intercambiando energía y materia con tu entorno.
Los intercambios de energía que ocurren en seres vivos tienen que seguir las leyes de la física. En este sentido, no son diferentes de las transferencias de energía en, digamos, un circuito eléctrico. Veamos más de cerca cómo las leyes de la termodinámica (las reglas físicas sobre la transferencia de energía) se aplican a seres vivos como tú.

La primera ley de la termodinámica

La primera ley de la termodinámica piensa en grande: se refiere a la cantidad total de energía en el universo, y en particular declara que esta cantidad total no cambia. Dicho de otra manera, la Primera ley de la termondinámica dice que la energía no se puede crear ni destruir, solo puede cambiarse o transferirse de un objeto a otro.

Imagen de un cono de helado (energía química) que se transforma en el movimiento de los niños al andar en bicicleta (energía cinética).
Imagen del sol (energía luminosa) que se convierte en azucares (energía química) en una hoja.
Crédito de imagen: OpenStax Biología. Crédito de la fotografía “Helado": modificación de la obra de D. Sharon Pruitt; crédito de la fotografía "Niños en bicicletas": modificación de la obra de Michelle Riggen-Ransom y crédito de la fotografía “Hoja”: modificación de la obra de Cory Zanker.
Esta ley puede parecer algo abstracta, pero si empezamos a ver los ejemplos, encontraremos que las transferencias y transformaciones de energía ocurren a nuestro alrededor todo el tiempo. Por ejemplo:
  • Los focos transforman energía eléctrica en energía luminosa (energía radiante).
  • Una bola de billar golpea a otra, lo que transfere energía cinética y hace que la segunda bola se mueva.
  • Las plantas convierten la energía solar (energía radiante) en energía química almacenada en moléculas orgánicas.
  • Tú estas transformando la energía química de tu última comida en energía cinética cuando caminas, respiras y mueves tu dedo para desplazarte hacia arriba y hacia abajo por esta página.
Lo importante es que ninguna de estas transferencias es completamente eficiente. En cambio, en cada situación, parte de la energía inicial se libera como energía térmica. Cuando la energía térmica se mueve de un objeto a otro, recibe el nombre más familiar de calor. Es obvio que los focos de luz incandescente generan calor además de luz, pero las bolas de billar en movimiento también lo hacen (gracias a la fricción), como lo hacen las transferencias de energía química ineficientes del metabolismo vegetal y animal. Para ver por qué la generación de calor es importante, sigue leyendo sobre la segunda ley de la termodinámica.

La segunda ley de la termodinámica

A primera vista, la primera ley de la termodinámica puede parecer una gran noticia. Si la energía nunca se crea ni se destruye, eso significa que la energía puede simplemente ser reciclada una y otra vez, ¿cierto?
Pues... sí y no. La energía no puede ser creada ni destruida, pero puede cambiar de formas más útiles a formas menos útiles. La verdad es que, en cada transferencia o transformación de energía en el mundo real, cierta cantidad de energía se convierte en una forma que es inutilizable (incapaz de realizar trabajo). En la mayoría de los casos, esta energía inutilizable adopta la forma de calor.
Aunque de hecho el calor puede realizar trabajo bajo las circunstancias correctas, nunca se puede convertir en otros tipos de energía (que realicen trabajo) con una eficiencia del 100%. Por lo que cada vez que ocurre una transferencia de energía, cierta cantidad de energía útil pasa de la categoría de energía útil a la inútil.

El calor aumenta lo aleatorio del universo

Si el calor no realiza trabajo, entonces ¿qué hace exactamente? El calor que no realiza trabajo aumenta la aleatoriedad (desorden) del universo. Esto puede parecer un gran salto de lógica, así que vamos a dar un paso atrás y ver cómo puede ser.
Cuando tienes dos objetos (dos bloques del mismo metal, por ejemplo) a diferentes temperaturas, tu sistema está relativamente organizado: las moléculas están separadas por velocidad, en el objeto más frío se mueven lentamente y en el objeto más caliente se mueven rápidamente. Si fluye calor del objeto más caliente hacia el objeto más frío (como sucede espontáneamente), las moléculas del objeto caliente disminuyen su velocidad, y las moléculas del objeto frío aumentan su velocidad, hasta que todas las moléculas se estén moviendo a la misma velocidad promedio. Ahora, en lugar de tener moléculas separadas por su velocidad, simplemente tenemos un gran conjunto de moléculas a la misma velocidad, una situación menos ordenada que nuestro punto de partida.
El sistema tenderá a moverse hacia esta configuración más desordenada simplemente porque es estadísticamente más probable que la configuración de temperaturas separadas (es decir, hay muchos más estados posibles que corresponden a la configuración desordenada). Puedes explorar más este concepto en los videos de este tutorial o en este sencillo video de física.

La entropía y la segunda ley de la termodinámica

El grado de aleatoriedad o desorden en un sistema se llama entropía. Puesto que sabemos que cada transferencia de energía resulta en la conversión de una parte de energía en una forma no utilizable (como calor) y que el calor que no realiza trabajo se destina a aumentar el desorden del universo, podemos establecer una versión relevante para la biología de la segunda ley de la termodinámica: cada transferencia de energía que se produce aumentará la entropía del universo y reducirá la cantidad de energía utilizable disponible para realizar trabajo (o en el caso más extremo, la entropía total se mantendrá igual). En otras palabras, cualquier proceso, como una reacción química o un conjunto de reacciones conectadas, procederá en una dirección que aumente la entropía total del universo.
Esto es realmente un concepto bastante loco, si se extiende a su conclusión lógica: que algún día, toda la energía utilizable del universo se habrá convertido en energía inutilizable (calor). Este estado ha sido sugerido como un posible destino del universo, al que algunas veces se le llama "la muerte del universo por calor". Sin embargo, no es claro para los físicos si esto es realmente lo que ocurrirá. Y aun si lo fuera, no sucederá sino hasta dentro de unos 10, start superscript, 10, start superscript, 56, end superscript, end superscript años o más, ¡así que no es como para perder el sueño!
Para resumir, la primera ley de termodinámica habla sobre la conservación de la energía entre los procesos, mientras que la segunda ley de la termodinámica trata sobre la direccionalidad de los procesos, es decir, de menor a mayor entropía (en el universo en general).

La entropía en los sistemas biológicos

Una de las implicaciones de la segunda ley de la termodinámica es que, para que un proceso se lleve a cabo, de algún modo debe aumentar la entropía del universo. Esto inmediatamente puede plantear algunas preguntas cuando se piensa en organismos vivos, como tú. Después de todo ¿acaso no eres un conjunto de materia bastante ordenado? Cada célula de tu cuerpo tiene su propia organización interna; las células se organizan en tejidos y los tejidos en órganos; y todo tu cuerpo sostiene un cuidadoso sistema de transporte, intercambio y comercio que te mantiene vivo. Así, a primera vista, puede no ser claro cómo tú o incluso una simple bacteria representan un aumento en la entropía del universo.
Para aclarar esto, revisemos los intercambios de energía que ocurren en tu cuerpo cuando caminas, por ejemplo. Al contraer los músculos de las piernas para mover tu cuerpo hacia delante, estás utilizando energía química de moléculas complejas, como la glucosa, y la conviertes en energía cinética (y, si estás caminando cuesta arriba, energía potencial). Sin embargo, esto lo haces con eficiencia muy baja: una gran parte de la energía de tus fuentes de combustible simplemente se transforma en calor. Parte del calor mantiene tu cuerpo caliente, pero gran parte se disipa en el ambiente circundante.



Caricatura de una persona caminando, con una hamburguesa en la mano. La persona está consumiendo macromoléculas complejas de la hamburguesa y liberándolas en forma de moléculas de dióxido de carbono y agua, lo que aumenta la entropía. También está caminando hacia adelante (y convierte la energía química de las macromoléculas en energía cinética), pero buena parte de la energía liberada se pierde en forma de calor (lo que también aumenta la entropía).
Esta transferencia de calor aumenta la entropía del entorno, al igual que el hecho de que tomas grandes y complejas biomoléculas y las conviertes en muchas pequeñas moléculas simples, como dióxido de carbono y agua, cuando metabolizas el combustible para poder caminar. Este ejemplo utiliza a una persona en movimiento, pero lo mismo sería válido para una persona, o cualquier otro organismo, en reposo. La persona u organismo mantendrá cierta tasa basal de actividad metabólica que causa la degradación de moléculas complejas en otras más pequeñas y numerosas junto con la liberación de calor, lo que aumenta la entropía del entorno.
Dicho en términos más generales, los procesos que disminuyen localmente la entropía, como aquellos que construyen y mantienen los altamente organizados cuerpos de los seres vivos, sí pueden ocurrir. Sin embargo, esta disminución local de la entropía puede ocurrir solamente con un gasto de energía y parte de esa energía se convierte en calor u otras formas no utilizables. El efecto neto del proceso original (disminución local de la entropía) y de la transferencia de energía (aumento en el entorno de la entropía) es un incremento global en la entropía del universo.
En resumen, el alto grado de organización de los seres vivos se mantiene gracias a un suministro constante de energía y se compensa con un aumento en la entropía del entorno.

Bioeconomía, la economía desde otros ángulos



Carles Manera, Catedrático de Historia Económica en la UIB, es miembro de Economistas Frente a la Crisis


Conectar la economía con las ciencias de la naturaleza, he aquí un reto importante para los científicos sociales: enlazar biología y termodinámica con la economía, matizando el exceso de formalismo matemático y enfatizando factores de carácter cualitativo.
La capacidad de relacionar la crematística y la economía –en el sentido aristotélico de tales conceptos– es lo que puede proporcionar una clave interpretativa mucho más ajustada de la evolución económica.
Sin embargo, no puede decirse que no se hayan prodigado estudios sobre esa estrecha relación, si bien con metodologías y planteamientos teóricos muy distintos.
Los resultados se han cultivado sobre todo en el ámbito académico y, en algunos casos, se han trasladado ideas y reflexiones a la política activa.

Los aspectos tratados pueden agruparse en sendos bloques: temas que atañen a la economía ambiental; y los que se sumergen en la economía ecológica:

En el primer caso, el instrumental aplicado es el neoclásico, orientado a aspectos como, por ejemplo, la disposición a pagar para mantener un determinado recurso natural o paisajístico y aproximaciones a su valoración económica.
En el segundo, se han utilizado datos no crematísticos, de carácter biofísico –consumo territorial, producción de residuos, contaminación, etc.–, sin traslación directa a los precios. La distinción entre precio y valor es aquí muy significativa, de forma que indicadores, como por ejemplo la huella ecológica, se han hecho presentes en el ámbito de las ciencias sociales.

Estas investigaciones no han inferido, empero, la asunción de sus resultados en las políticas públicas. Esto es un problema que diluye las sensaciones que se viven en el panorama de las políticas públicas, sensaciones que urge cuantificar. En concreto: la disposición de magnitudes específicas que faciliten la toma de decisiones. Su culminación permitiría traspasar la cortina entre la investigación y su aplicación; el ascenso, en definitiva, a la política económica.

La confección de indicadores responde a ese reto.
La economía no dispone “de oficio” –por llamarlo así; es decir, con cálculos regulares por parte de la administración– de una batería de variables al respecto. Los fundamentos bibliográficos sobre estas cuestiones son abundantes. De todas las contribuciones, la visión de las leyes de la termodinámica se convierte en una encrucijada –y un acicate– para los científicos sociales. Aquí, de nuevo, la ligazón entre economía y ciencias naturales emerge con solvencia.

En tal sentido, la asimilación de los principios de la termodinámica a la economía, propuesta en 1974 por el economista rumano Nicholas Georgescu-Roegen, significa asumir –o tener muy en cuenta– las reglas que provienen de la biología, la física y la química. Este autor aboga por una ampliación en el análisis de los procesos económicos –incorporando métodos y teorías provenientes de las ciencias de la naturaleza–, con un corolario claro: el crecimiento económico provoca desorden en todos los ámbitos y, obviamente, en el entorno ambiental.

De ahí que sea transcendental una disección precisa sobre los impactos ecológicos que promueve un determinado tipo de crecimiento, y que sea importante realizar mediciones que no se circunscriban a los parámetros convencionales en la economía académica.
Así, las investigaciones que se han desarrollado detallan aspectos importantes como las calidades de los suelos, la posible incidencia del clima en la estructura económica, la transformación económica y ecológica del paisaje, entre otros. La imbricación social de esos aspectos es absoluta, y los economistas e historiadores económicos los han trabajado; la proximidad cronológica facilita la disponibilidad de datos de mayor robustez para realizar análisis económico, con esta perspectiva ambiental. Se consideran unas ideas esenciales –a partir de las tesis de Georgescu-Roegen– que abogan por un cambio metodológico:
  • Una crítica al mecanicismo económico, es decir, a una óptica lineal, atemporal, de la evolución económica, de manera que los elementos cualitativos sean considerados como claves explicativas, auxiliados por las matemáticas, pero sin el sometimiento a su excesivo formalismo –a veces con escaso contenido– que impera en la enseñanza e investigación en economía;
  • La idea de evolución, en clave biológica; o sea, la relevancia del dato histórico, de la trayectoria, del tiempo;
  • La adopción del concepto de entropía, derivado de la termodinámica, un argumento que implica la tesis de la irreversibilidad –e incluso del carácter irrevocable– de los procesos económicos.
El cambio es sustancial. Pero contribuye a enriquecer, técnica y conceptualmente, al análisis de la economía. Éste pasa de una fase mecanicista, de flujo circular cerrado, a otra holística, en la que el economista está impelido a dialogar con otras disciplinas para entender mucho mejor lo que acontece en la suya propia.

De esta forma, conceptos esenciales como productividad y competitividad –que invariablemente se invocan en la economía– se refuerzan con otros que tienen mayores porosidades con los de la física, la química y la biología: capacidad de carga, eficiencia, eficacia, huella ecológica, intensidad energética, son muestras al respecto. El esfuerzo para el economista es innegable: su cuadro de lecturas se amplifica, sus necesidades de conocimientos –aunque éstos puedan ser indiciarios– se reafirman, desde el momento en que se “aprehende” que el material con el que se trabaja es de gran complejidad, presidido por la incertidumbre: el comportamiento humano.

El vector temporal y la movilidad de factores constituyen características básicas, que proporcionan profundidad y mayor rigor –más proximidad a la realidad que se estudia– a los análisis. Y, por supuesto, se infiere la modestia necesaria para matizar la estrategia mecanicista que sustenta la predicción en economía.
La incertidumbre y el azar se hallan presentes en la cosmología económica; esto se contradice con los preceptos de la utilidad del consumidor, de la simetría de la información –que impediría los altibajos inherentes al azar y a los fenómenos caóticos– y del encuentro armonioso de familias y empresas en los mercados. Al mismo tiempo, otro elemento es considerado determinante: el tecnológico. Éste aparece en los modelos económicos más divulgados –y exigidos en buena parte de las investigaciones en economía– de manera acrítica. Es algo esperado que será capaz de resolver, casi sin discusión, cualquier reto que nos planteemos, incluyendo el relevo de recursos naturales, de manera que esto conduce a una fe ciega, a una confianza imbatible en el progreso tecnológico, resolutivo de los graves problemas que sacuden y cuestionan el crecimiento económico.[1]

La filosofía que impregna estas ideas proviene de los discursos más asimilados por la economía académica, bajo dos preceptos: la existencia de recursos infinitos (de manera que se resta importancia a la escasez de minerales); y lo que se ha venido a calificar como teorías energéticas del valor, es decir, la tesis de que el desarrollo científico proporcionará toda la energía necesaria para reciclar, de forma que el ambiente seguirá siendo natural y sustentará el crecimiento económico continuo. Se concluye que los materiales no son ni serán un problema, toda vez que pueden ser reciclados por mucho que se disipen. Es el “dogma energético” criticado por Georgescu-Roegen; a su vez, señala que lo que caracteriza a un sistema económico son sus instituciones y no la tecnología que utiliza.
La economía debe adoptar con decisión una nueva noosfera que tenga mucho más en cuenta la imbricación de la actividad humana con la biosfera, que con el recurso a pensar siempre que la tecnosfera va a resolver todas las externalidades provocadas por la actividad económica.

[1] En los medios de comunicación aparecen recurrentemente artículos firmados por académicos que van en esa dirección optimista, hasta el punto de hablar de una economía de la abundancia, donde la escasez desaparecería gracias al impulso de la ciencia y de la tecnología. Los ejemplos que suelen argüirse son variados: la obtención de energía limpia, el desarrollo de las renovables, supondría, según tales previsiones, un mundo de energía infinita a coste casi cero. La síntesis artificial de alimentos constituye otro campo en dicho avance: la generación de comida infinita, creada en laboratorio, a partir de células madre y a costes exponencialmente decrecientes; esto afectaría igualmente a la producción de carne sintética creada sin animales. “Si dejamos que la fuerza de la tecnología siga actuando, podemos aspirar a un futuro esperanzador, en el que la riqueza de los países no dependa de pozos de petróleo, sino de su talento y de la fuerza del sol; y en el que la alimentación, información, energía, educación y sanidad se produzcan a coste marginal cero, y su acceso sea, por tanto, universal”. Esta confianza acrítica, absoluta, en los progresos técnicos elude el funcionamiento, precisamente, de los principios físicos de la termodinámica, toda vez que para obtener la mayor cantidad posible de energía solar se van a necesitar importantes stocks de capital cuya generación va a requerir el consumo de la energía convencional en sus primeros estadios. El entrecomillado es de un artículo de Xavier Ferràs, “La economía de la abundancia”, suplemento Dinero de La Vanguardia, 20 de agosto de 2017.


El enfoque económico del comportamiento humano

El enfoque económico del comportamiento humano

En este texto analiza su autor el modelo económico del Premio Nobel de Economía 1992, Gary S. Becker, profesor de la Universidad de Chicago, la originalidad de su pensamiento y su influencia en otros economistas.

Explicar aspectos del comportamiento humano Individual en el seno de una unidad de decisión como la familia, con independencia del número de componentes y sus dedicaciones al trabajo remunerado o las tareas domésticas, utilizando el análisis económico, es decir, el análisis coste-beneficio o esfuerzo-rendimiento, en términos de los usos alternativos de nuestro recurso básico por excelencia, el tiempo, le ha sido reconocido a Gary S. Becker (Universidad de Chicago) con el Premio Nobel de Economía de 1992.

Es el más joven de una fantástica serie de economistas neoclásicos que, tras el paréntesis keynesiano, configuran todo un cuerpo de doctrina en economía; nombres como F. Knight, J. Viner, R. Coase, H. Dernsetz, G. Stigler, T. W. Schultz y M. Friedman avalan esta afirmación (la pléyade de premios Nobel de Economía de la Universidad de Chicago es tan impresionante como la valentía de la Academia Sueca al otorgar dos años consecutivos el galardón a economistas de la misma escuela).

Mediada la década de los sesenta, el planteamiento de Becker resultó novedoso debido a que entre la profesión se habían casi olvidado las viejas definiciones de economía y la potencialidad de sus instrumentos de análisis, limitando el campo de estudio microeconómico al comportamiento de dos agentes en el mercado, el consumidor individual por el lado de la demanda y la empresa por el de la oferta.

Los economistas neoclásicos veían la mano invisible de Smith en el comportamiento de los agentes económicos que tenía lugar en el sector monetizado de la economía. Demasiada sordera y miopía, ya que el sonido y los destellos de las monedas no pueden amortiguarse ni atenuarse cuando se lleva a cabo una transacción en el mercado.

¿Cómo captar, sin embargo, toda la serie de continuos apretones de manos que de manera invisible se producen tanto dentro como fuera del mercado?

En otras palabras,
¿Cómo analizar toda una serie de comportamientos humanos que escapan a la pura medición monetaria?

La economía, esencialmente, es -aunque a veces parezca inútil recordarlo- una ciencia social. Si los economistas mantenemos esta opinión, entonces la economía tiene algo que decir sobre los comportamientos sociales de las unidades básicas de decisión, y, por consiguiente, su análisis es competitivo con el de otras disciplinas.

La Academia viene reconociendo con este galardón la potencialidad del análisis económico no sólo en la explicación del funcionamiento del mercado, sino también de las actividades que los seres humanos desarrollan fuera del mismo. El planteamiento de Becker es extremadamente sencillo.

Se trata de aplicar la racionalidad que se supone al individuo en su comportamiento en el mercado a todo el resto de actividades que desempeña como ser humano.

Méritos

El mérito de Becker no reside tanto en la calidad de sus modelos económicos -que, lógicamente, es de primera fila- como en el tipo de enfoque y su influencia sobre el colectivo de economistas. Tan sólo a partir de la publicación de su trabajo pionero Una teoría de la asignación del tiempo (1965), y sus estudios sobre el matrimonio y el divorcio, el crimen, la discriminación, el altruismo, la fecundidad, las interacciones sociales, la familia y el papel del Estado, los economistas hemos comenzado a utilizar de forma explícita el razonamiento económico en el análisis de comportamientos humanos tan amplios como los descritos, llevados a cabo fuera del mercado y del sector monetario de la economía, y que hasta esa época se basaban en razonamientos puramente sociológicos o antropológicos, cuando no en concepciones cargadas de ideología.

Es por esto que el premio Nobel de Economía de 1992 supone una especie de certificado médico en el que la Academia reconoce la extinción de la esquizofrenia económica que denunció A. Caimcross en 1958, aludiendo a la dicotomía que los economistas imponían entre las actividades de consumo y producción. Becker utiliza la idea de que el consumo resulta ser una actividad productiva llevada a cabo fuera del mercado que convierte al hogar en una especie de pequeña fábrica que controla y combina sus recursos materiales y humanos para obtener una serie de bienes domésticos con las características deseadas cuyo consumo constituye el objetivo final del hogar. De hecho, su enfoque económico de comportamiento humano analiza la conducta de según sus palabras, "la organización más importante a lo largo de la historia, en todas las sociedades humanas: la familia". La culminación de sus trabajos en este terreno dio lugar a la aparición de su libro Tratado sobre la familia (Madrid, Alianza, 1987), en donde se presentan modelos de comportamiento relativos a la división del trabajo en el hogar, las decisiones de tener hijos, después la decisión de educarlos y dotarlos de herencias, el altruismo y el egoísmo en la familia, las oportunidades de los hijos y la desigualdad intergeneracional, entre otros.

Nueva línea

Uno de los usos más importantes que el individuo puede dar a su tiempo y recursos monetarios disponibles es el de invertirlos en sí mismo para aumentar su capacidad productiva. En este término, Becker -de la mano de Schultz- publicó en 1964 un libro clave, titulado El capital humano (Madrid, Alianza, 1983), con el que se formalizó una nueva línea de investigación en economía: las inversiones particulares y de la sociedad en el capital humano de los individuos en forma de educación, determinadas por el correspondiente análisis de sus costes y beneficios privados y sociales. El núcleo de su planteamiento es, nuevamente, muy simple, pero de gran potencia explicativa. Los dos componentes del gasto en educación, privado y social, tienen carácter de inversiones en capital humano, ya que el individuo que toma la decisión de invertir en sí mismo o recibe la inversión obtendrá, al igual que la sociedad, un rendimiento futuro de carácter monetario y no monetario.

En las sociedades desarrolladas el proceso de inversión en capital humano ha alcanzado una generalidad y unas cotas muy elevadas, con la consiguiente contribución al crecimiento económico global y al aumento del valor del tiempo de los individuos. Este incremento en el coste de oportunidad del tiempo, que supone un cambio histórico de precios relativos entre recursos humanos y materiales, ha provocado un cambio en las pautas de conducta de, por ejemplo, la participación laboral de las mujeres y el número y calidad de los hijos en la familia, así como en la tradicional distribución de tareas de sus componentes. En España, el impulsor de toda una serie de estudios que, utilizando el enfoque de la denominada economía de la familia, han abordado los problemas del descenso de la natalidad y del aumento de la oferta de trabajo femenina fue el profesor José Vergara, quien, además de crear esta fructífera línea de investigación, impulsó la difusión de los planteamientos de Becker en nuestro país mediante su docencia en la Universidad y el trabajo editorial, gracias al cual los estudiantes de economía disponen hoy en castellano de dos libros de Becker fundamentales en el análisis microeconómico moderno.

Becker encabezó el prólogo de su libro The economic approach to human behavior con una definición de economía prestada por G. Bernard Shaw: "Economía es el arte de sacarle a la vida el mayor partido posible". Un economista que realice esta declaración de, principios no puede por menos, en estos tiempos, que despertar una mueca de complicidad o una sonrisa de envidia que, como él se ocupa de demostrar, es un comportamiento condenado al fracaso. En efecto, el más famoso teorema enunciado por Becker, denominado Teorema del niño malvado, rememorando los distintos comportamientos de las hijas del rey Lear, tiene un sorprendente corolario sobre el comportamiento humano; el envidioso se. comporta por puro egoísmo como un altruista y ayuda a quienes envidia.


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