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viernes, 10 de febrero de 2012

Consensos sobre la naturaleza de la Ciencia: la comunidad tecnocientífica

Consensos sobre la naturaleza de la Ciencia: la comunidad tecnocientífica
Ángel Vázquez Alonso, Mª Antonia Manassero Mas, José Antonio cevedo Díaz y Pilar Acevedo Romero

La naturaleza de la ciencia constituye un contenido innovador y central del currículo de la educación científica orientado hacia la alfabetización científica y tecnológica para todas las personas. Pero su
inclusión en el currículo es problemática por su complejidad y novedad, de modo que la selección de sus principales rasgos y contenidos requiere una base sólida. Este artículo muestra los consensos construidos, con una metodología empírica basada en la evaluación por un panel de 16 jueces expertos, sobre las cuestiones del Cuestionario de Opiniones sobre Ciencia, Tecnología y Sociedad (COCTS) relativas a las características de la comunidad tecnocientífica, que engloba los rasgos de los científicos y la construcción social del conocimiento científico y tecnológico. Se exponen los consensos alcanzados por una mayoría muy cualificada de los jueces en creencias concretas, tanto las que se consideran adecuadas como inadecuadas. Por último, se discuten las implicaciones de los resultados para la educación científica.

Palabras clave:

Naturaleza de la ciencia, sociología interna de la ciencia y la tecnología, características de los científicos, construcción social del conocimiento científico y tecnológico, consensos, Cuestionario de Opiniones CTS, investigación empírica.

Title:

Consensus on the nature of science: the techno-scientific community

Abstract: The nature of science is a central content of and an innovative approach to the curriculum of school science, which stems from the proposals of scientific literacy for all. Its inclusion in the curriculum is problematic because the nature of science is a complex and new content, so the decision to select the most appropriate features and contents for the curriculum is far from easy and requires a solid base. This paper shows come consensuses on a specific issue of the nature of science: the sociology of the scientific community that involves the characteristics of scientists, and the social construction of the scientific and technological knowledge.
The consensuses are built through an empirical methodology, which is carried out through the assessment of the items of the pool called Questionnaire of Opinions on Science, Technology and Society (COCTS) by a panel of 16 experts acting as judges. The consensuses refer to those concrete beliefs where the judges achieved high agreement, which involve both appropriate and inadequate beliefs on the issue. Some implications for science education are finally discussed.
Keywords:

Nature of science, internal sociology of science, characteristics of scientists, social construction scientific and technological knowledge, Questionnaire of Opinions on STS, empiric investigation.

Introducción
El concepto de naturaleza de la ciencia (NdC en adelante) engloba una diversidad de aspectos sobre qué es la ciencia, su funcionamiento interno y externo, cómo construye y desarrolla el conocimiento que produce, los métodos que usa para validar este conocimiento, los valores implicados en las actividades científicas, la naturaleza de la comunidad científica, los vínculos con la tecnología, las relaciones de la sociedad con el sistema tecnocientífico y, viceversa, las aportaciones de éste a la cultura y al progreso de la sociedad. Aunque existen interpretaciones reduccionistas de la NdC, que la identifican restrictivamente con la epistemología de la ciencia, en este artículo se adopta una concepción más amplia, que incluye también los aspectos sociales del sistema tecnocientífico. Además, la complejidad de las propias cuestiones epistemológicas conduce a menudo a las consideraciones sociológicas. Desde Merton (1973), la literatura sociológica ha distinguido siempre entre la sociología interna (las relaciones sociales dentro de la comunidad tecnocientífica) y la sociología externa de la ciencia y la tecnología (las relaciones entre la comunidad tecnocientífica y la sociedad general). En concreto, por las limitaciones de espacio, este estudio se centra en la sociología interna de la comunidad tecnocientífica, es decir, en las relaciones sociales que se establecen a partir del ejercicio del trabajo científico entre los miembros de esta comunidad, la organización social generada por esas relaciones y las características personales de sus miembros. Este estudio se plantea siempre desde una perspectiva educativa, es decir, desde la capacidad potencial de estas cuestiones para transformarse en contenidos curriculares relevantes de la educación científica que mejoren la comprensión pública de la ciencia y la alfabetización científica. En la introducción se revisan algunas de las principales ideas y controversias en torno a la sociología interna de la comunidad tecnocientífica, para justificar después el interés de estas ideas como base para construir un currículo de NdC para la educación científica. Sociología interna de la ciencia y la tecnología La ciencia surge en la sociedad y es practicada por un colectivo de profesionales (los científicos) que se caracterizan por compartir usos, costumbres y estructuras organizativas específicas para la realización de su trabajo y por establecer relaciones personales y de grupos entre ellos y con otras instituciones sociales del entorno próximo. La ciencia es, pues, una empresa humana, tal vez un poco especial por los objetivos de conocimiento que persigue y por la forma como lo hace, pero también semejante a tantas otras, y sometida a las contingencias históricas y sociales propias de la condición humana, tales como ideologías, presiones diversas, influencias, casualidades, servidumbres, limitaciones, relaciones, etc.
A partir del análisis del desarrollo de la ciencia moderna en la Inglaterra del siglo XVII, el análisis sociológico de Merton (1970, 1973) contribuyó a caracterizar la ciencia académica como una institución social, con sus propios valores y pautas de organización, que se mueve por el refuerzo que suponen las consecuencias de los intercambios científicos. La aspiración inglesa de dominio económico en la manufactura textil, agricultura, minería y navegación y, en general, las exigencias de la tecnología industrial, encontraron en la ciencia una respuesta a sus demandas. Así surgió una sintonía y predisposición social, de base religiosa y utilitaria, favorable a los intereses científicos, que fueron estimulados por las autoridades religiosas, políticas y económicas. Los valores, reglas, prescripciones y presupuestos profesados por los científicos, cuya adhesión obedece a las exigencias metodológicas de la actividad científica, constituyen el elemento de socialización y sanción de los miembros de la comunidad, que condujeron a ésta a erigirse como una institución social y garantizan su pervivencia, apoyada también en la enorme eficacia demostrada por la ciencia para resolver problemas específicos. De acuerdo con el clásico ethos mertoniano de la ciencia (Merton, 1973), los valores científicos básicos se pueden resumir en el acrónimo CUDEO (CUDOS en inglés): Comunismo (los descubrimientos científicos son propiedad de toda la comunidad científica), Universalismo (todos los científicos son iguales), Desinterés (renuncia a otro beneficio que no sea el trabajo bien hecho) y Escepticismo Organizado (el examen independiente y ecuánime de los resultados). Después se añadieron la Humildad (consecuencia del desinterés y el escepticismo) y la Originalidad (consecuencia del comunismo y el sistema autónomo de recompensas). Estos valores no son independientes entre sí sino que están relacionados, a veces de modo antagónico, lo que da lugar a contradicciones y conflictos; por ejemplo, el deseo de recompensa puede quebrar el desinterés o el escepticismo, lo que puede llevar a prácticas deshonestas como el fraude o el plagio.
La institución científica se configura, pues, como un sistema de intercambio de información entre sus miembros, que representa, a la vez, un medio para la obtención del reconocimiento por el trabajo, motor y refuerzo de la actividad, y un medio de autocontrol para la supervivencia del sistema científico. El reconocimiento se conforma mediante recompensas honoríficas, como el reconocimiento de prioridad en la autoría, la eponimia (atribución del nombre del descubridor a su descubrimiento), el ingreso en las academias honorarias de la ciencia, la concesión de premios
y distinciones (el premio Nóbel es el culmen de una carrera), la elección para cargos y, en general, el reconocimiento personal de los colegas. De esta manera, el sistema de recompensas refuerza las normas y valores de la comunidad científica.
En la sociedad moderna, Merton consolida el concepto de comunidad científica como un conjunto de personas que se reconocen entre sí como miembros del grupo y que también son reconocidos fuera de él. La comunidad científica constituye un grupo muy organizado y jerarquizado, pero con una diversidad de intereses, posiciones, expectativas, etc., que a menudo enmascaran importantes divergencias y tensiones. Esta diversidad surge de una estratificación social en “clases”, que es producto de la división del trabajo científico, entre la ejecución del trabajo y los objetivos últimos de éste, característica de la sociedad industrial. Desde la perspectiva mertoniana, se trata de producir resultados sin preocuparse por su finalidad, ni plantearse sus implicaciones sociales, lo cual produce mentalidades científicas con una estricta separación entre el trabajo profesional científico y las demás cosas de la vida, lo que se ajustaría al modelo de la doble cultura sugerido por Snow (1964). Para lograr sus propios fines, la comunidad científica tiene una necesidad muy clara: la financiación de la investigación. Para satisfacer esta necesidad, la ciencia busca aliados que estén interesados en sus productos y puedan financiarla. De este modo, la industria y el ejército se convierten en poderosos aliados que subvencionan la actividad científica. Estas alianzas atentan a la neutralidad y el desinterés de la comunidad científica, pues su tarea está mediatizada por ellas. Posteriormente, el debate crítico realizado en torno a los CUDEO permitió constatar que, de hecho, la comunidad científica no se organiza como un grupo de iguales, sino que existen elites que evalúan y juzgan la distribución de cargos y recursos. El secretismo afecta a la globalidad de la actividad tecnocientífica para proteger el reconocimiento de propiedad y autoría y, en algunos casos, es permanente (secretos industriales o militares). En lugar de desinterés, existe una intensa competencia por publicar, por la prioridad de autoría, por conseguir fama, cargos y recursos, etc. Los compromisos psicológicos hacen que el escepticismo se ejerza de forma muy sesgada y emocional: estricto hacia las tesis de los rivales y benévolo para las de los amigos. En este contexto tan complejo, la conducta individual de los científicos se caracteriza por una ambivalencia normativa, es decir, se practican a la vez los CUDEO y otros contravalores, que son la causa de muchas transgresiones (Mitroff, 1974). Así, en oposición al universalismo aparece el particularismo, contra el comunismo se ejerce el secretismo, frente al desinterés se desarrolla la búsqueda egoísta del prestigio y en vez del escepticismo organizado se practica el dogmatismo organizado. Estos contravalores no siempre terminan en conductas desviadas, pues también cumplen funciones positivas y necesarias para la institución y el progreso científico (p.e., para la cohesión de los equipos de investigación), pero son un contrapunto de realismo al excesivo idealismo de los CUDEO y sitúan la ciencia en un contexto más real como actividad humana (véase una posición crítica respecto al esquema ideal mertoniano en Acevedo, 1997, 2006; Ziman, 2000, 2003).
El segundo aspecto de la institucionalización de la ciencia desarrollado por Merton (1973) se refiere a las pautas de estratificación en la organización, caracterizadas por las desigualdades entre los científicos generadas por la distribución de las recompensas: el efecto del sillón 41 (la academia de ciencias sólo tiene 40 sillones), el efecto de trinquete (una vez alcanzado un nivel, nunca se va bajar de él, aunque llegue una persona más capacitada) y el efecto Mateo científicos de gran reputación y negación de ellas a los que no han destacado), lo que lleva a la constitución de gerontocracias científicas que controlan gran parte de la organización, como evaluadores de programas y proyectos, asignadores de recursos, revisores de revistas, presidentes de asociaciones, organizadores de congresos, etc. Sin embargo, el problema de la estratificación social de la ciencia es algo más sofisticado y complejo, difícilmente reducible a categorías simples. Otros estudios han corregido y ampliado variantes del efecto Mateo, tales como el efecto Podunk, su efecto inverso Knudop y el efecto Wehttam (inverso al efecto Mateo), así como que, pese a los conflictos y tensiones, no se detectan esquemas preferentes en las evaluaciones que los revisores hacen de los manuscritos (Lamo, González y Torres, 1994, pp. 476-480). La dimensión social de la ciencia y la tecnología: el laboratorio y las controversias
Un conjunto de estudios sociológicos de tipo etnográfico se ha dedicado a observar directamente, de manera empírica mediante la observación participante, lo que acontece en un laboratorio (Latour, 1987; Latour y Woolgar, 1979; Woolgar, 1988). Los resultados de estos estudios destacan el aspecto caótico, desordenado e indeterminado de la actividad científica frente a la imagen metódica, ordenada y cuidadosa que se desprende de las publicaciones científicas. El laboratorio produce hechos construidos que se trasmiten al exterior mediante publicaciones, donde una conjetura se intenta transformar en una verdad aceptada (Acevedo, 1998).
La investigación del conocimiento científico como una manufactura (Knorr-Cetina, 1981) defiende un punto de vista constructivista para la comprensión de la génesis del conocimiento científico. La actividad científica construye la naturaleza basándose en múltiples procesos instrumentales y con una amplia dinámica de razonamiento práctico que trasciende los límites del propio laboratorio e incluso de la comunidad científica, ya que involucra a agencias de financiación, intereses económicos, industriales, gerentes de centros de investigación, editores de revistas, autoridades públicas, etc., que constituyen el centro más importante de las relaciones
sociales transistémicas de la vida científica. El relativismo sociológico considera que los factores sociales explican la generación y validación del conocimiento científico y trata de identificarlos por medio de los mecanismos de clausura de las controversias científicas. El criterio tradicional heredado sugiere que la razón principal para cerrar un debate científico es la superioridad técnica de uno de los grupos en disputa, pero Collins (1985) sostiene que ésta es la consecuencia más que la causa, pues, con el paso del tiempo, la versión de los ganadores se hace evidente en sí misma y éstos reciben más consideración y prestigio, mientras que se va borrando el recuerdo de los perdedores y del debate sostenido. El poder se ejerce de manera encubierta en los debates mediante la introducción de informes selectivos en las revistas, el compromiso de científicos prestigiosos, la gestión de los encuentros profesionales, las presiones a los editores para rechazar determinados artículos, la discriminación en el acceso a los fondos de financiación de la investigación, la amplificación de la divulgación de los errores o los rasgos patológicos de los contrincantes, etc. Pero el mecanismo más decisivo es el papel desempeñado por un grupo reducido de expertos del área, el denominado core set (amigos y enemigos a la vez), la instancia que resuelve el nudo gordiano de la inducción científica por la vía sociológica, haciendo consistentes las contingencias sociales con los cánones formales metodológicos. El planteamiento anterior subraya los factores sociales internos de las controversias, pero deja en el aire las interacciones externas del sistema científico con las autoridades, las instituciones que suministran las subvenciones económicas y el resto de la sociedad, puestas de manifiesto por la teoría del actor-red (Latour, 1987). Esta teoría es el resultado de intentar la identificación de las interacciones entre científicos, factores científicos y sociedad, que forman una red de relaciones donde existen puntos de paso obligatorio para los participantes y permiten el control de toda la red, de modo que, en el fondo, lo que se están dilucidando son las relaciones de poder en la ciencia. Esta teoría considera que todos los elementos están en interacción y presenta la novedad de la incorporación de la tecnología a los análisis, ya que, en la actualidad, la ciencia y la tecnología tienen una interconexión muy estrecha, de forma que ya no se puede entender la una sin la otra, formando un continuo difícil de discernir y al que se denomina tecnociencia (Acevedo, 2006). El resultado de la creación de estas redes es que el trabajo de los científicos interesa a otros actores y a un numeroso público a través de los puntos de paso obligatorios, de manera que se alcanza lo que se denomina una acción a distancia, esto es, la influencia de la ciencia, creada en un laboratorio más o menos apartado, sobre otros muchos lugares y públicos. Para alcanzar esta acción a distancia se requieren medios que permitan la comunicación, la movilidad y que mantengan la estabilidad y la recombinabilidad del producto (Latour, 1987). Además, se precisa que exista una base empírica, una línea de explicación lógica y racional, convencer al público de la autenticidad del producto y la garantía de que la movilidad no afecta a la validez del producto (Woolgar, 1988). La gran ciencia o macrociencia contemporánea también ha cambiado muchos rasgos de la comunidad científica académica tradicional (Acevedo, 1997, 2006). De un lado, el sistema de recompensas, introduciendo el prestigio social y las compensaciones económicas, como consecuencia de la importancia vital de los resultados científicos para la fuerza, la seguridad y el bienestar social, así como la ingente cantidad de medios y presupuestos canalizados hacia la investigación científica. De otro lado, la aparición de los equipos de científicos y el trabajo en colaboración descargan la excesiva tensión sobre un científico individual hacia el grupo y los denominados colegios invisibles, que son grupos de científicos de diferentes lugares del
mundo, ocupados en áreas de investigación comunes y conectados por circuitos que organizan la vida informal del grupo. Dentro del colegio invisible se constituye el sistema de poder que se ejerce en aras del objetivo de investigación del grupo y, por ende, de la sociedad, sobre la que
supuestamente deben revertir sus descubrimientos, pero resulta obvio que también tiene importantes consecuencias y recompensas personales y grupales muy apreciadas. El análisis etnometodológico del discurso científico es otra línea de estudio que aporta elementos de interés para el conocimiento de la comunidad científica. Gilbert y Mulkay (1984) han analizado los contextos de producción lingüística, identificando dos tipos diferentes de discursos, el empirista y el contingente, usados en diversos contextos. El discurso empirista se emplea en los contextos formales de la actividad científica (artículos, conferencias, comunicaciones) y se caracteriza por la elimiación total de cualquier tipo de sombra subjetiva del autor y la presentación del discurso como resultado directo de los datos empíricos. El discurso contingente se usa en contextos informales para dar cuenta de los errores de otros colegas; éste se caracteriza por usar términos vagos e imprecisos y, en general, asocia la intrusión de factores no científicos a la distorsión
resultante. Se comprueba la asimetría de los discursos de grupos rivales y en abierta competencia cuando se dirigen al trabajo de uno u otro grupo. El análisis del discurso también aborda las creencias epistemológicas sustentadas por los científicos, habiéndose encontrado que éstas se muestran sobre todo como declaraciones legitimadoras de las decisiones técnicas, especialmente en los discursos de los actos formales de celebración (p.e., en la ceremonia de entrega de los premios Nobel), y se aprovechan para transformar los éxitos personales en virtudes del colectivo y reforzar así la imagen tradicional de las actividades científicas como
racionales, desinteresadas, objetivas, escépticas, etc. (Woolgar, 1988).
En suma, por encima de los detalles y aportaciones originales, los estudios etnográficos sobre la ciencia subrayan su carácter social en tres dimensiones principales: la práctica de la ciencia como trabajo en equipo, las operaciones y argumentos de otros científicos y la propia naturaleza o
realidad social como subproductos de la misma. Por ello también se habla de la ciencia como una actividad política, pues no sólo está impregnada por intereses y temas socioeconómicos, sino que también emplea técnicas comunes con la política como la retórica, la argumentación, la persuasión, etc.
VER MÀS

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