ADAM SMITH. HOLOGRAMA RETROSPECTIVO DEL PENSAMIENTO ECONÓMICO
INTRODUCCIÓN
Smith realiza el primer intento por diferenciar la economía de la ciencia política, la ética y la jurisprudencia. Supone el primer apoyo conceptual crítico a la corriente mercantilista imperante desde el siglo XV y más tendente al comercio de las colonias, que a la naciente revolución industrial que plasma históricamente en su libro. La tesis central de esta obra afirma que la clave del bienestar social se fundamenta en el crecimiento económico y, este, tiene su motor en la división del trabajo.
Se diversifica el trabajo a medida que se tienen mercados más grandes y más profundos. Demandantes de trabajadores especializados en hacer cosas diferentes. Es decir, se producen más cosas y más cantidad, cosas más complejas y diferentes y, por lo tanto, se requiere más mano de obra con mayores habilidades. A través de esta tesis, entra en juego la doctrina de la mano invisible, cuyo postulado principal es que el egoísmo individual fomenta, como una especie de mano invisible, el bienestar común. La teoría nace de su anterior obra, La teoría de los sentimientos morales, en donde se dice que solo la empatía con el egoísmo del otro, el reconocimiento de sus necesidades, sirve para alumbrar las necesidades propias: “dame lo que necesito y tendrás lo que deseas”.
El ser humano actúa movido por la simpatía, “por más egoísta que se puede suponer al hombre, existen evidentemente en su naturaleza algunos principios que le hacen interesarse por la suerte de otros, y hacen que la felicidad de éstos le resulte necesaria, aunque no derive de ella nada más que el placer de contemplarla”. Excluyendo todo lo demás, como mínimo el ser humano se place de ver la felicidad. No con intención de sacar alguna contrapartida, es parte de su naturaleza. La “simpatía” es un concepto clave dentro de la teoría de Adam Smith. Es la que nos permite acompañar al otro en sus sentimientos. Es a través de ella que podemos comprender lo que sucede a los que nos rodean. Es cierto que no se puede entender perfectamente lo que ocurre a otra persona, y es en este punto donde entra en juego otro concepto clave, el espectador imparcial: colocarse en la situación del otro es lo fundamental. Considerar cómo actuaría un espectador imparcial movido por sentimientos benevolentes. Porque “el sentir mucho por los demás y poco por nosotros mismos, el restringir nuestros impulsos egoístas y fomentar los benevolentes, constituye la perfección de la naturaleza humana“.
En esta obra realiza una exploración de todas aquellas conductas humanas, en las que el egoísmo no juega un papel determinante, hasta llegar al concepto de empatía. Cuando se siente empatía, uno se puede poner en el lugar de otro aunque no obtenga ningún beneficio por ello. De esta manera, se desarrolla una visión imparcial del individuo como juez y valedor de las acciones a nivel individual y/o social.
Explicando sentimientos morales como la justicia, la venganza o la admiración, se llega a la conclusión de que detrás de los objetivos y causas individuales, a los que el individuo se consagra con la mayor eficiencia posible, se encuentran fines o causas más globales que avanzan paralelamente y en la misma dirección. Los sentimientos individuales sirven de guía y orientación para la consecución de objetivos más altruistas y generales de los que se favorece la sociedad en su conjunto.
Palabras clave: Adam Smith, pensamiento económico.
Antecedentes históricos del pensamiento económico previo a la Riqueza de las Naciones
El pensamiento de Adam Smith centrado en la economía capitalista o de libre mercado, explica que de acuerdo a este tipo de sistema económico, “los individuos son capaces por si mismos de dar respuesta de forma acertada al qué, al cómo y para quién producir”. En este sistema, el Estado realiza sólo las funciones que les son naturales y que no se pueden dejar en manos de la iniciativa privada, como lo son la defensa nacional o la administración de justicia, sin que desvíe la toma de decisiones de aquella que libremente elijan los agentes económicos.
En ese sentido, el funcionamiento de la economía capitalista parte del planteamiento teórico de Smith, siendo el primero en sistematizar analíticamente en su discurso la problemática económica. Para explicar el funcionamiento de una economía capitalista o no intervenida, utiliza el llamado esquema de flujo circular de la renta, el cual representa muy sencilla pero extremadamente útil del funcionamiento de un mercado. A través del flujo circular de la renta los productores y consumidores son capaces de ponerse de acuerdo en precios y cantidades, basándose cada uno en la búsqueda de su propio interés, ese mutuo acuerdo que establece el equilibrio del mercado se alcanza mediante “la mano invisible” que define Smith, por tal razón, consideraba que si se obstaculizaba la libre competencia dejaba de funcionar la mano invisible y la sociedad estaría en desequilibrio.
El antecedente inmediato de alguna forma, por así referirlo históricamente para Adam Smith fueron algunas ideas importantes en Jenofonte quien sería uno de los pensadores que escribiese sobre elementos relacionados a la economía. Así, en el Económico, Jenofonte, 380 años antes de Jesucristo pone en boca de Sócrates que la economía es «un saber» que «permite a los hombres acrecentar su hacienda»; considerando que la hacienda es «lo mismo que la totalidad de las propiedades», y definiendo la propiedad como «lo provechoso para la vida de cada cual». Ahora bien, el propio Jenofonte, tras esta definición tan moderna y subjetivista de la economía.
Se trata, en suma, de aumentar los bienes por la vía de la creatividad empresarial, es decir, del comercio y la especulación, más que evitando el despilfarro de los recursos que ya se poseen. Dos son los ejemplos de actividades concretas que Jenofonte presenta para ilustrar este quehacer basado en la creatividad empresarial. Por un lado, el comprar tierras mal cultivadas o yermas, mejorándolas y vendiéndolas después mucho más caras. Otro ejemplo de eficiencia dinámica que permite incrementar la hacienda y allegar nuevos recursos, que antes no se poseían, es el de aquellos comerciantes que compran trigo ahí donde éste es abundante, y por tanto barato, y lo transportan y venden mucho más caro ahí donde por existir sequía o una mala cosecha se ha propagado la escasez y el hambre (Jenofonte, 1966: 426).
La fisiocracia
Cuando la agricultura constituía aun la base económica más importante de las naciones, surge la escuela fisiócrata, la cual no reconoció el título de productivas son a las labores agrícolas y afines. De ahí precisamente el nombre de fisiócrata, que significa poder de la naturaleza, solo podía referirse a la producción cuando se daba un aumento de material de bienes, o como le llamaban los fisiócratas un producto neto. Así, en 1758 Francois Quesnay argumenta que “los gastos productivos se emplean en la agricultura, en los prados, pastizales, bosques, minas, pesca, etc., para perpetuar la riqueza en granos, bebidas, madera, ganado, materias primas para artículos manufacturados, etc. Los gastos estériles se hacen en mercancía manufacturadas, alojamiento, vestidos, intereses de dinero, criados del comercio, productos extranjeros”.
De manera semejante afirmaba en 1766 Jacques Turgot cuando expresaba que “…toda la sociedad dividida en dos clases, por una razón de necesidad que se fundamenta en la naturaleza de las cosas. Ambas clases son trabajadoras, pero la una por su trabajo produce…mientras que la otra, al dedicarse a dar los materiales producidos, las preparaciones y las formas que los convierten en aptos para el uso de los hombres, vende a la primera clase su trabajo y recibe a cambio su subsistencia…”
Bajo el enfoque de estas ideas, surgen las posturas de Adam Smith, cuando años más tarde la industria fue tomando. Un papel más preponderante en la satisfacción de necesidades, se entendió como productivo todo trabajo que agregara valor, y se incluye la manufactura como el trabajo productivo por excelencia. Es así como en el mismo año, afirma Smith a Turgot: “existe una especie de trabajo que añade valor al objeto que se incorpora, y otra que no produce aquel efecto, al primero por producir valor se le llama productivo y al segundo improductivo…”.
El sistema económico mercantilista
Existe un conjunto de circunstancias generales que sirven de marco histórico a la producción intelectual de esta época (Schumpeter, 1995). La mayoría de los países europeos fueron durante esta época países pobres (con la excepción de los Países Bajos), cuya base económica era la agricultura. Las economías cerradas de las ciudades estado medievales fueron cediendo el paso a economía más abiertas al intercambio, mediante rutas comerciales cada vez más extensas y concurridas; estaba naciendo un nuevo mercado para la manufactura y el comercio. En la medida en que la actividad económica fue cambiando de eminentemente agrícola a un estadio evolutivo superior, debido a la consolidación de la manufactura y el comercio (y de los servicios financieros que este último requiere), la distribución demográfica también resultó modificada, registrándose movimientos migratorios al interior de los territorios nacionales. Así, se incrementa paulatina, pero constantemente, la proporción de población urbana respecto a la rural (al menos en Europa occidental; no parece haber sido el caso de los países de las regiones eslava y balcánica).
Larraz, en su obra de 1943 La época del mercantilismo en Castilla, 1500 – 1700, describe la situación general del comercio internacional y el nivel de la actividad económica en Europa en términos comparativos entre las naciones más representativas del período. En su investigación, sin embargo, no hace mención alguna de los países eslavos ni balcánicos, probablemente debido a su estado de atraso económico respecto al resto de los países europeos:
“La comparación, entre 1500 y 1700, de las naciones del occidente europeo arroja, en consecuencia, los siguientes principales resultados: Extraordinario progreso, de masa y de intensidad económicas, en Holanda e Inglaterra. Progreso común a ambos grupos de factores, pero relativamente inferior en Francia. Progreso demográfico, agrícola e industrial, contrapesado por un descenso en la mediación internacional, en Bélgica. Estancamiento de la economía metropolitana, con grave descenso de la navegación, en Castilla y Portugal.” (Larraz, 1963:15)
La diferencia en el nivel de desarrollo alcanzado por los países europeos puede ser entendida en términos de la diferente capacidad de implementación efectiva de políticas por parte de sus Estados. Aquellos países mejor preparados para afrontar el reto de la transformación nacional en aras de la unificación y consolidación de su poderío, fueron los más adelantados en progreso material e intelectual:
“Así considerado, el mercantilismo es, ante todo, un sistema unificador. Tenía como adversario la fusión medieval de universalismo y particularismo y tendía, principalmente, a imponer los objetivos del Estado en un campo económico homogéneo, supeditando toda la acción económica a los puntos de vista que convenían a las necesidades del Estado y de su territorio y que se concebían como formando una unidad. Hasta qué punto constituía esto una misión importante y una misión, además, susceptible de ser cumplida, dependía, por fuerza, de la distinta fisonomía política y administrativa de los diversos Estados.” (Heckscher, 1943:6)
En líneas generales, las perspectivas de negocios en los sectores comercial y de manufacturas eran ilimitadas, dado que nunca antes se habían explotado. La evolución en las técnicas de navegación y construcción de embarcaciones, asimismo, propiciaron el comercio marítimo. La salida al exterior, además de constituir un lucrativo incentivo para incrementar la producción doméstica (particularmente en el área de las manufacturas), fue vista por los gobiernos nacionales como un poderoso instrumento de captación de ingresos fiscales, así como para el establecimiento de zonas de influencia geopolítica. En este sentido, y habida cuenta de lo incipiente de este mercado, los gobiernos optaron por proteger y fomentar la industria doméstica
Este punto merece consideración especial. Dentro de las críticas formuladas hacia los mercantilistas por parte de los economistas liberales, ocupa un lugar preponderante el relacionado a la práctica recurrente de establecer situaciones de competencia imperfecta, utilizando criterios de juego suma cero en lo tocante al comercio internacional. Cabe señalar que el contexto era el de la creación, a partir de cero, de una base industrial y mercantil que permitiese a los países salir de la situación de estancamiento económico y lograr una prosperidad sin antecedentes. No parece probable el logro de los objetivos de política económica de desarrollo a largo plazo si no existe algún respaldo por parte de las autoridades a los promotores de la actividad económica.
Es pertinente acotar que el mercantilismo, por este motivo, no puede ser considerado como un cuerpo homogéneo de pensamiento. Existe toda una pléyade de autores cuyas publicaciones tuvieron por objeto el logro de una matriz de opinión de corto plazo, y no la formulación de una teoría explicativa de los fenómenos económicos: esto hace poco viable el levantamiento de un inventario exhaustivo de los escritos mercantilistas, no sólo por la plétora de opúsculos publicados durante los 200 años que transcurrieron entre 1500 y 1700 (los cuales carecen de relevancia), sino también por el criterio a usar para clasificar a un autor como mercantilista. Por tal motivo, a través de las épocas diversos autores han cuestionado la jerarquía del mercantilismo en cuanto sistema de economía política; sin embargo, existe también la postura que considera estas discrepancias como una prueba a favor de la unidad del sistema, antes que en su contra. La lógica de esta argumentación descansa sobre la afirmación de que tales discrepancias se derivaron de distintos puntos de vista prácticos, y no sobre la multiplicidad sobre los postulados fundamentales, de los cuales constituían su corolario. Tema muy diferente lo constituye dilucidar si el mercantilismo creó o no una teoría científica (Heckscher, 1943).
“Una primera fase, comprendida entre los siglos XV y XVIII, fue la del capitalismo comercial, que derivó en el mercantilismo, doctrina y política orientadas por el principio de la maximización del poder nacional, de la consolidación de los Estados nacionales, instrumentada en los beneficios de la balanza comercial favorable, de la acumulación de metales preciosos como expresión instrumental de la riqueza, del proteccionismo como medio para fomentar la producción interna y conquistar mercados exteriores, de la regimentación oficial de la economía, la formación de imperios coloniales como fuentes de materias primas y metales preciosos y como mercados cautivos para los productos de las metrópolis, entre otros aspectos.” (Maza,2000:194)
Otros autores, como Schmoller en su obra de 1897, Ümrisse und Untersuchungen zur Verfassungs-Verwaltsungs und Wirtschftsgeschichte, (Resúmenes e investigaciones sobre el estado de la historia económica, citado por Heckscher), le confiere al mercantilismo, entendido como un sistema de Economía Política, la importancia de propiciar la transformación de la sociedad a partir de dirigir su acción al ámbito de lo nacional:
“La esencia del sistema (mercantilista) no yace en alguna doctrina sobre el dinero, o en el balance del comercio… sino en algo mayor, a saber, en la transformación total de la sociedad… en el reemplazamiento de una política económica local y territorial por una política dirigida por el Estado-Nacional”. (Baptista, 1996:90)
La estrecha interacción entre funcionarios públicos y prominentes hombres de negocios en el diseño e instrumentación de estas medidas estuvo legitimada (parcialmente) por un discurso nacionalista que declaraba la persecución del bienestar general como meta superior de la política pública.
Por otra parte, existen dos corrientes de pensamiento dentro del mercantilismo que es menester diferenciar: tal es el caso del “metalismo” (bullionism) y el mercantilismo propiamente dicho. El primero está relacionado principalmente por la preocupación sobre la acumulación de metales preciosos. Aunque esta noción (que asume la igualdad de dinero con riqueza, duramente criticada por Adam Smith como fundamento de la doctrina mercantil) no es propia del mercantilismo, si obtiene, bajo la égida mercantil, una importancia sustantiva de primer orden. Esta concepción toma cuerpo a lo largo del siglo XVI, y se vio apuntalada por el flujo de metales preciosos (principalmente plata) proveniente del Nuevo Mundo. Este flujo de metales preciosos, en un principio monopolizado por España, pronto sería drenado al resto de las economía europeas, fundamentalmente las occidentales, que participaron del comercio con las colonias en la América española por medio del contrabando y, en mucho menor intensidad, la piratería. Un intento de sistematización del pensamiento mercantilista como un todo, lo constituyen los planteamientos del profesor Jacob Viner (Baptista, 1996):
- Objetivos estrictamente nacionalistas en la formulación y ejecución de las políticas públicas.
- Balanza comercial favorable como objetivo primario nacional.
- Monitoreo constante sobre la incidencia de tales políticas sobre los flujos de metales preciosos.
- Promoción de las exportaciones y restricción de las importaciones.
- Consecución de poder y opulencia nacionales como resultado de la ejecución de las políticas públicas.
La intensa actividad intelectual desarrollada por los escolásticos tardíos españoles, radicados en la Universidad de Salamanca, es un ejemplo excelente del papel de la observación directa de los hechos en la formulación de una teoría científica, al darle el sustento empírico del que carecieron hasta entonces las prescripciones éticas y morales formuladas por los teólogos en sus análisis de fenómenos sociales (como es el caso de Tomás de Aquino). Ya en el siglo XVI, España (y más concretamente, Castilla) comienza a experimentar el resultado del flujo de metales preciosos desde las colonias americanas hacia la metrópoli: este flujo y sus correspondientes efectos sobre la economía castellana fue analizado por los cuantitativistas de Salamanca, en calidad de testigos de excepción.
Pensamiento Adam Smith: De la riqueza de las naciones
No obstante, el pensamiento smithiano también estuvo fuertemente arraigado en las enseñanzas sobre moral del filósofo Hutcheson, de ahí sus escritos sobre “La teoría de los Sentimientos morales” 1759, considerada una obra maestra cuyas doctrinas de connotación ética humana que inclina su pensamiento en la economía (Cannan) ideológicamente Smith indaga sobre la consideración de las ventajas del bienestar humano si todos los países formasen uno solo en la libertad del comercio. Smith marca una evolución pronunciada entre los fisiócratas, en Quesnay su precursor y los mercantilistas, sistemas que crítica y ante una intensa reacción contra el minucioso aparato de control que estas instituciones supervivientes hasta entonces imponían al individuo. Smith subraya como absurdo el principio del sistema mercantil según el cual la riqueza depende de la balanza comercial. Ante el decaimiento de los sistemas del feudalismo, el mercantilismo y el crecimiento comercial en Inglaterra y algunos países de Europa Smith construye su pensamiento configurado en la libertad económica inducida por el individualismo o egoísmo, lo que construye las bases e inicio de la escuela del pensamiento clásico.
El Capítulo I del Libro IV de la “Riqueza de las Naciones” (De los sistemas de economía política) trata sobre lo que Smith dio en llamar “el sistema mercantil”. De la argumentación general del mencionado capítulo se desprende que Smith concebía el sistema mercantil como el conjunto de orientaciones de política económica que caracterizó el desempeño interno y externo de las economías europeas en su pasado inmediato, sin hacer mayores referencias temporales. La finalidad de este sistema de economía política es, como en todos los de su tipo, “procurar enriquecer tanto al soberano como a la población” (Smith, 1999).
En este sentido, se trata de una exposición de un amplio conjunto de procedimientos económicos que un autor propone, sustentado en determinados principios aglutinadores de carácter normativo (Schumpeter, 1995). Comienza Smith por comentar la confusión que existe, en el lenguaje corriente, entre riqueza y dinero: estima que la confusión proviene de las dos funciones del dinero, como medida de valor y como instrumento del comercio. Por ser medida de valor, permite estimar las cosas en virtud de la cantidad de dinero que requiere su adquisición; y por ser instrumento del comercio, permite tal adquisición.
Así, al igual que con las personas, se llegó a considerar que los países ricos son aquellos en los que abunda el dinero. Smith trae a colación la concepción que sobre la riqueza tenían tanto los españoles llegados a América, como los tártaros de Asia: comenta que, según crónicas, los españoles preguntaban dónde iban si en las cercanías había oro o plata. Por su parte, los tártaros preguntaron a un embajador francés si en Francia había abundancia de ovejas y bueyes. Evidentemente, en ambos casos lo que había de por medio era el interés, por parte de ambos grupos de conquistadores, de saber si estas regiones eran suficientemente ricas para que valiera la pena la conquista. Pero queda de relieve la diferencia conceptual; Smith piensa que la noción tártara es más cercana a la verdad que la española.
Estas fueron las razones, sostiene Smith, por las cuales las naciones europeas se dedicaron a estudiar todas las formas posibles de acumular oro y plata: al principio en la forma de prohibiciones legales a su tráfico internacional a manos de particulares y, después, en la forma de un muy cercano seguimiento al desempeño de la balanza comercial. El cambio de actitud en este sentido se produjo debido a los argumentos de los comerciantes en contra del control al tráfico de metales preciosos. Es así como Smith llega a mencionar el tratado de Mun, England’s Treasure by Foreign Trade:
“La atención del Gobierno se distrajo, pues, de las medidas concernientes a impedir la exportación de metales preciosos para concentrarse en la balanza de comercio, como única causa del aumento y disminución de aquellos metales. De un cuidado y una atención infructuosos se desplazaron a otro desvelo mucho más intrincado, pero igualmente inútil. El título del libro de Mun, Tesoro de Inglaterra por el Comercio Exterior, llegó a ser una máxima fundamental en la economía política, no sólo de Inglaterra, sino de todos los países comerciantes. El comercio interior, que era el más importante de todos, el tráfico en que un capital de la misma cuantía produce el mayor ingreso y crea la ocupación más amplia, se consideraba como subsidiario tan sólo del comercio extranjero. Se aseguraba que ni traía ni quitaba dinero al país. Por ende, la nación no podía ser por su causa ni más rica ni menos pobre, a no ser porque su prosperidad o decadencia podía influir en la situación del comercio extranjero” (Smith, 1999:383)
Como puede apreciarse, hay dos errores de razonamiento que bien señala Smith: creer que el comercio interior no creaba riqueza y pensar que la riqueza consiste en dinero. Sin embargo, hay que señalar que, al menos en los autores del siglo XVII, a los cuales se refiere Smith, no existía tal identidad entre dinero y riqueza en el ideario mercantilista inglés; y es de suponer que tampoco existiría en la mente de los autores del resto del continente europeo para ese entonces.
Sin embargo, en su condición de fundador de la escuela clásica inglesa, sus apreciaciones ejercieron una marcada influencia en sus sucesores, entre los cuales se fomentó una especie de desprecio más o menos tácito hacia el mercantilismo en su conjunto. Tal como lo planteó en su momento Keynes:
“Hablando en términos generales, los economistas modernos no sólo han sostenido que con la división internacional del trabajo se obtienen, por regla general, ganancias que superan a las que puede pretender la práctica mercantilista, sino también que el argumento mercantilista se basa, de principio a fin, en una confusión intelectual” (Keynes,1980:296).
Una crítica desapasionada sobre cualquier conjunto de ideas (más aún dentro del campo de la ciencia) es fundamental para una adecuada comprensión sobre un tema determinado de conocimiento. Así, el mercantilismo debe ser entendido como las propuestas de pensadores con un extenso conocimiento empírico sobre la economía y, especialmente, sobre el comercio internacional. Esto se refiere no sólo a las prácticas comunes de su época, sino también al marco regulatorio vigente y a las debilidades y fortalezas del sistema en su conjunto. En esta época, en la que el capitalismo apenas empezaba a configurarse, la información estadística no existía o era muy incipiente y los instrumentos mismos del análisis económico se hallaban muy lejanos de su actual nivel de desarrollo. De esta forma, a pesar de las inconsistencias lógicas que en su argumentación pudiesen haberse presentado, el mercantilismo indudablemente representa un avance respecto del estado del conocimiento durante la Edad Media; es cuando el conocimiento económico empieza a acceder a la categoría de Ciencia.
Sin embargo el pensamiento de Smith estuvo conducido por una “época entre” estuvo situado en el contexto de una nueva ciencia y en la apertura de una nueva Europa, “lo que escribió era expresión de fuerzas que estaban actuando, para modelar y describir esa terrible especia –el homus economicus-. Así ocurre en la historia y sus pensadores, influenciados por los cambios o situaciones particulares, tal como Maquiavelo o Marx por ejemplo. Nace en Smith una nueva doctrina la del liberalismo económico y la de la libertad de toda interferencia gubernamental. Smith pincela sus ideas sobre la base de postulados en economía, política, filosofía, historia, incluso la psicología social que explica en su libro La teoría de los sentimientos morales, refiriéndose a la conducta humana en términos de un sentimiento de simpatía idea que también define muchos principios en su libro La riqueza de las naciones.
Este sentimiento pronunciado evidencia el humanismo de Smith en su pensamiento, esa simpatía hacia los aprendices y obreros, hacia los campesinos, hacia la población de baja condición oprimidas, y una hostilidad hacia corporaciones económicas, los grandes negociantes de la época, la aristocracia y los eclesiásticos, reflejan una muestra de preocupación por el hombre sencillo, por el ser humano, por la persona, por el bienestar social., siendo esta simpatía de connotación sentimental , filosófica y moral lo que caracteriza la medula espinal de su doctrina valor, trabajo en su pensamiento económico.
Para Smith las instituciones públicas perjudican la educación aquellos ramos que no están dirigidas por estas instituciones son generalmente mejores por ello examina hasta qué grado el Gobierno debe atender la educación del pueblo, la educación es la causa principal de la diversidad de talentos. La división del trabajo, implícitamente tiene sus raíces en la educación, sin embargo, el espíritu comercial comporta ciertos inconvenientes ya que los puntos de vista de las personas resultan disimiles y minimizados y “cuando una persona tiene que concentrar su atención e la decimoséptima parte de un alfiler, o en la ochentava parte de un botón” se vuelve “mecanicista” por tanto la educación se descuida.
Es conveniente siquiera saber leer puesto que “ello procura a la gente el beneficio de la religión, lo cual constituye una gran ventaja, no solamente desde el punto de vista piadoso…” cumpliendo una rutina de trabajo se llega “a una situación de vileza, el salario ganado en media semana para un comerciante, es suficiente, y por falta de educación o a su dedicación, no encuentran otra diversión para el resto de los días que no sea el desorden y el libertinaje. “Puede afirmarse entonces que quienes visten al mundo entero, se visten de arapos” es una paradoja interesante impregnada incluso de axiomas teológicos para Smith.
Las ideas esenciales de Smith son: el impulso psicológico primordial en el hombre, como ser económico, es el afán de lucro el egoísmo es el principio que gobierna todo trato en la sociedad humana. Existe un orden natural en el universo, conforme al cual todo empeño individual, en el sentido del egoísmo, se conjugan para componer el bienestar social. El mejor programa es dejar que el proceso económico siga su curso, el laessez faire, liberalismo económico o el no intervencionismo, ya que consideraba que el mejor gobierno es aquel que no gobierna. El gobierno resulta superfluo, salvo para mantener el orden y realizar funciones de rutinas.
Para Smith “el mundo económico esta movido por el interés personal, promotor de la división del trabajo y el cambio (1615, Montchretien tratado de economía política) dando con un estilo más riguroso a la ciencia económica lo que iniciaría el estudio de la economía de libre mercado…
Al igual que en Leviatán (1651) Hobbes, explora con más detalle la naturaleza de la autoridad real. Si bien debían los reyes su poder absoluto al “contrato social” originario, una vez formado este sólo debían rendir cuentas ante Dios, pues la naturaleza misma de su cargo así lo determina. En monarca se erige en una especie de “Leviatán” todopoderoso, aglutinante de las voluntades y fortalezas individuales de sus súbditos y, por lo tanto, personificación misma de la Nación. Ya se ha visto que la concepción humana de Hobbes es individualista; es el egoísmo el móvil básico de la acción humana.
La conclusión lógica de semejante concepción es que, necesariamente, el Soberano es infalible. De acuerdo con Roll:
“El contrato por el cual los individuos se habían sometido a la terrible garra del estado soberano –el Leviatán de Hobbes- se basaba en ese mismo egoísmo. El estado absolutista era un medio para obtener un bien más grande que el que podía procurar la vida del hombre primitivo, “solitario, pobre, indecente, bruto, limitado”. Si el Leviatán coaccionaba, lo hacía en beneficio de los mismos gobernados. Aquí, no obstante la doctrina central sobre la autoridad del estado (en armonía con la práctica de la regulación de la vida económica por el estado), estaba el comienzo del utilitarismo. Y en contraste aparente con Hobbes, pero en secuencia lógica con el principio inmanente en su sistema, progresó la filosofía utilitarista” (Roll,1982:93)
Sin lugar a dudas, Adam Smith hace alarde a todo el conocimiento histórico tanto de su época y contexto como de las referidas por otras lecturas, que dan lugar a través de un refinado racionalismo, idealismo subyacente en sus máximas filosóficas, y en combinación con el realismo propio del entorno, dando paso a una obra que muy rigurosamente constituye una forma explícita de comprender los orígenes del intercambio comercial, del mercado como tal, de los precios, salarios, moneda, lo que en suma considera como la “causa de la riqueza de las naciones”, más que la investigación de la naturaleza que puede llevar a un doble sentido. Aunque asume una postura epistemológica naturalista no se deslastra de otras corrientes y que conjuga muy bien en la literatura, lo que particularmente hizo de su obra una revolución literaria en ese entonces hasta la actualidad.
No obstante no queda duda que en la frase célebre de Smith “la mano invisible del mercado” alude a fuerzas naturales y el estado primitivo que coordinan y regulan los intercambios comerciales así como los precios, estos principios son propios de una espíteme naturalista que lógicamente entrelaza muy bien a sus valores éticos y filosóficos intrínsecos como ser humano, sin que ello le deje por fuera la realidad histórica conocida, que vive, acontece. En suma, una obra que no pierde consistencia aunque lógicamente en la evolución de la ciencia ha sido refinada en cuestionamientos, pero que genero un aporte como punto de partida y continuidad a lo que posteriormente desarrollaron los pensadores en las ciencias económicas modernas.
En cuanto al abordaje epistemológico del pensamiento de Adam Smith puede referirse una diversidad en cuanto a la integración de sus ideas y fundamentos, pero está claro que la base originaria de sus postulados son netamente naturalistas, tanto así que incluso desde el nombre del libro deja plasmada su espíteme. Fundamentado en una fuerza “natural” y abordando la economía desde la visión de la tierra, capital y trabajo como riqueza de una nación, no queda duda que conjuga este modelo naturalista con modelos epistémicos como el realismo, el mecanicismo, incluso el economicismo al implantar en su obra la teoría del liberalismo económico.
Smith en el capítulo I titulado “de la división del trabajo” afirma que “el progreso más importante en las facultades productivas del trabajo, y gran parte de la aptitud, destreza y sensatez con que este se aplica o dirige, por doquier, parecen consecuencia de la división del trabajo”. En este primer párrafo alude básicamente al hilo conducir de toda su obra fundamentada en la primacía de esta premisa como causa de la riqueza de las naciones. Por tanto, esta división constituye la causa principal de la expansión de su eficiencia, y lo resalta, mediante la ejemplificación en la fabricación de alfileres. En la explicación del proceso, en un ramo manufacturero industrial como la fabricación e alfileres argumentan un proceso productivo operativo desde el trabajo, lo importante en las ideas implícitas es la conjunción que hace cuando compara de alguna manera que la experiencia de cada trabajador en cada una de las operaciones lleva implícita una productividad. Sin duda, se induce de ahí la importancia que reviste para Smith esta división del trabajo, pues significaría la diversificación de la actividad productiva, más aun la capacidad de la industria en emplear mano de obra lo que representa un dinamismo sectorial en la actualidad, la ocupación al estilo de Keynes.
En este ejemplo, matematiza de alguna forma las dieciocho operaciones que genera la fabricación de un alfiler, donde cada obrero está capacitado en una destreza diferente, y adjudica la importancia en la productividad de cada uno, contabilizando la producción marginal de cada uno. Aunado a ello afirma que “que la división del trabajo, en cuanto puede ser aplicada, ocasiona en todo un arte un aumento proporcional en las facultades productivas del trabajo…la diversificación del empleo y actividades económicas es consecuencia de esa ventaja”.
Asegura Smith que esa separación se produce generalmente en países que han alcanzado mayor laboriosidad y progreso, “pues generalmente es una obra de muchos, en una sociedad culta, lo que hace uno solo, es un estado de retraso”. Estas ideas revisten importancia pues de alguna forma avizora lo que en la actualidad profesan las políticas de integración a nivel comercial, político, social, económico.
Es interesante la diferenciación que hace entre la división del trabajo en la industria manufacturera y la agricultura, por ejemplo y lo afirma cuando “esta imposibilidad de hacer una separación tan completa en los diferentes ramos de labor en agricultura es quizás la razón porque el progreso de las aptitudes productivas del trabajo en dicha ocupación no siempre corre parejas con los adelantos registrados en las manufacturas”. Sin duda reviste de importancia al sector manufacturero en cuanto permite este desarrollo de aptitudes, según las concibe, además que implica mayor especialización laboral, también más ocupación para la población, lo que significaría sectores más productivos.
Aunado a lo anterior, infiere de alguna manera, porque algunos países tienen más ventajas que otros, recalcado lógicamente en la diferenciación de sectores industriales a los sectores primarios, como la agricultura, ejemplo que cita. “El trigo de Polonia, en las mismas condiciones de calidad, es tan barato como el de Francia, a pesar de su opulencia y adelantos de esta última nación. Aunque un país pobre, no obstante la inferioridad de sus cultivos, puede competir en cierto modo con el país rico en la calidad y precio de sus granos, nunca podrá aspirar a semejante competencia en manufacturas, si estas corresponden a las circunstancias del suelo, del clima y de la situación de un país próspero.”
Para Smith las ventajas logradas en cuanto a producción y competitividad, que de alguna forma constituyen la riqueza de una nación, se debe a tres circunstancias: mayor destreza, ahorro de tiempo y empelo de maquinaria, inventada por los operarios mismos o por fabricantes especializados o pro filósofos”. Avizora el autor aquí la importancia de la industrialización, ante el escenario y el contexto que vive, donde una transición agotada de las teorías de la fisiocracia y el mercantilismo abren paso a este nuevo enfoque, lo que posteriormente con la Revolución industrial queda demostrado.
Con estos planteamientos sin duda Smith instaura lo que siglos después las teorías de la administración, la gerencia, la industria en general, y países aplican, es un contexto del siglo XVIII que encaja perfectamente en una ejemplificación del siglo XX por ejemplo con una empresa Japonesa que fabrique tecnología de punta como automóviles. Además, asegura que la especialización, las aptitudes, destrezas permite la invención de maquinaria por los mismos trabajadores, lo que tiene una significancia productiva tanto para la industria como para la sociedad, ideas que actualmente siguen vigentes “…la invención de las maquinas que facilitan y abrevian la tarea, parece tener su origen en la propia división del trabajo. El hombre adquiere una mayor aptitud para descubrir los métodos idóneos y expeditos, a fin de alcanzar un propósito, cuando tiene puesta toda su atención en un objeto, a diferencia si se distrae ocupado en una gran variedad de cosas”.
Implícitamente Smith fusiona la vital importancia de la especialización, con un conocimiento mínimo, que se va perfeccionando en cada labor o tarea, lo que permite hacer expertos que puedan generar invenciones a favor de los procesos, incrementando la productividad, se encierra aquí una poderosa premisa sobre la base de: el conocimiento, la experiencia, la productividad, la riqueza de una nación, riqueza concebida no como algo neta y meramente material, sino como aquella riqueza humana que permite el progreso de las naciones, enraizada en el trabajo, más aún es la división.
Un matiz filosófico centrado en el trabajo que no desvincula Smith a lo largo de su pensamiento, es por ello que afirma “Con el progreso de la sociedad, la Filosofía y la especulación se convierten, como cualquier otro ministerio, en el afán y la profesión de ciertos grupos de ciudadanos (entiéndase como aquellos inventos que surgen por “casualidad” u observación). La subdivisión de empleos en la Filosofía, al igual que ocurre en otras profesiones, imparte destreza u ahorra tiempo. Cada individuo se hace experto y especializa en su ramo, se produce más en total y la cantidad de ciencia se acrecienta considerablemente.
Sin duda toca un punto vital para la ciencia económica: el conocimiento, la ciencia, que impacta en el progreso, el crecimiento, la productividad, se puede inferir de aquí un pensamiento inter y transdisciplinario en Smith. Aunque no lo puntualiza queda explicito que la educación o la experiencia desde la industria representarían las vías más directas para el desarrollo de estas aptitudes, destrezas, conocimiento, ciencia, crecimiento, desarrollo, progreso y riqueza de las naciones. Aunque no lo refiere, la lógica racional y la economía moderna en sus estudios pues la vincularían sin lugar a dudas de esta manera.
Smith parte de la idea que “la gran multiplicación de producciones en todas las artes, originadas en la división del trabajo, da lugar, en una sociedad bien gobernada, a esa opulencia universal que se derrama hasta las clases inferiores del pueblo”. Asoma aquí la importancia que en la actualidad las políticas públicas, el Estado, la gobernabilidad revisten para una distribución equitativa de los recursos. Tiene una idea aproximada a una red, interconexión del trabajo cuando refiere que “una sociedad bien gobernada producto de la opulencia, ya que incluso la chamarra de un jornalero es el producto de un gran número de trabajadores…entonces nos daremos cuenta de que sin la asistencia y cooperación de millares de seres humanos, la persona más humilde en un país civilizado no podría disponer de aquellas cosas que se consideran las más indispensables y necesarias.
Realmente, comparada su situación con el lujo extravagante del grande, no puede menos de aparecérsenos simple y frugal; pero con todo, no es menos cierto que las comodidades de un príncipe europeo exceden tanto las de un campesino económico y trabajador, como las de este superan las de muchos reyes de África, dueños absolutos de la vida y libertad de diez mil salvajes desnudos”. Enfatizó una idea plasmada de humanismo, cuando para la época Smith refiere a la fuerza trabajadora como “seres humanos y personas” y no como simples obreros, o individuos, que en otras corrientes de alguna manera minimalista de la esencia del ser.
En el Capítulo II titulado “del principio que motiva la división del trabajo” Smith explica que este deriva de la propensión humana al cambio, y que esta propensión solo se encuentra en el hombre, alude que es origen y efecto de la sabiduría humana… “es la consecuencia gradual, necesaria aunque lenta, de una cierta propensión de la naturaleza humana que no aspira a una utilidad tan grande: la propensión a permutar, cambiar y negociar una cosa por otra”. Smith no discute si esta propensión es innata a la naturaleza humana, tal como si subraya Hobbes en el Leviatán, por ejemplo, u otros autores, sin embargo ante este juego de negociación Smith enfatiza que “no es la benevolencia del carnicero, del cervecero o del panadero lo que nos procura el alimento, sino la consideración de su propio interés. No invocamos sus sentimientos humanitarios sino su egoísmo; ni le hablamos de nuestras necesidades, sino de sus ventajas” sin duda pone de manifiesto el comportamiento del mercado. El mercado, el intercambio, la división del trabajo es estimulado por el propio interés, el egoísmo, es por ello que cada persona saca provecho de sus ventajas como medio de intercambio para beneficio e intereses individuales.
Por otra parte, en el Capítulo III de la obra de Smith expone la división del trabajo limitada por la extensión del mercado, por la amplitud como que se practica el cambio, sin embargo es connotativo la “extensión del mercado” de Smith cuando parece referirse a las distancia entre las zonas territoriales para intercambiar productos o mercancías por estas razones explica cómo el transporte por vías navegables ensancha el ámbito del mercado; numerosas actividades no pueden ejercitarse sino en las ciudades, y lógicamente la expansión de los mercados limita el trabajo especializado, para la época. Indica Smith que “cuando este es muy pequeño, refiriéndose al mercado, nadie se anima a dedicarse por entero a una ocupación, por falta de capacidad para cambiar el sobrante del producto de su trabajo, en exceso del propio consumo, por la parte que necesita de la labor de otros”. Es decir, debido a las circunstancias propias de cada territorio, muchas veces a un trabajador le corresponde ejercer labores afines a su rama de especialidad, ejemplifica el caso del campesino que es carnicero, panadero y cervecero de la familia, así como un carpintero rural trabaja todo el ramo de la madera, siendo a su vez ebanista, ensamblador, tallitas, carretero, fabricante de arados, carruajes y ruedas, etc. (pág. 20).
Es por ello además, que el autor refiere que los primeros progresos suscitaron en Egipto “parece que fue Egipto, de todos los países del mediterráneo, el primero en cultivar y fomentar en alto grado la agricultura y manufactura”, igual refiere casos similares de progreso marítimo a provincias como Bengala, India Oriental, así como ciudades situadas al este de la China. Alude un caso muy especial, que pudiese explicar la historia económica en África y quizás su consideración como el continente con más pobreza en el mundo. Al respecto refiere que “todas las tierras interiores de África y de Asia que se extienden hacia el norte del mar negro estuvieron sumidas en todas las edades a las misma barbarie y ausencia de civilización…ríos que se encuentran tan distantes unos a otros que no hacen posible una navegación interna considerable. En la actualidad es un argumento interesante en la revisión retrospectiva del subdesarrollo en continente Africano, por ejemplo.
Continuando con las ideas de Smith, no deja por fuera el “origen y uso de la moneda” plasmado en su V Capitulo, al respecto enfatiza que una vez que existe la división del trabajo el hombre se expone en un régimen de intercambio, las dificultades del trueque indujeron a la adopción de un bien económico como lo fue el dinero, la moneda. “el hombre vive así, gracias al cambio, convirtiéndose en cierto modo en un mercader, y la sociedad misma prospera hasta ser lo que realmente es, una sociedad comercial”. Aunque en cada época existió un bien común para el intercambio comercial, en la misma evolución el metal fue el instrumento de preferencia sobre todas las demás mercaderías, dado que el primero era más duradero y divisible. Se refiere en la obra de Smith, y así lo ha reseñado la historia que “diferentes clases de metales se han usado para estos cometidos, el hierro fue instrumento común de comercio entre los antiguos espartanos; el cobre entre los romanos primitivos y el oro y plata entre todas las naciones ricas y comerciantes. En este capítulo Smith refiere casos particulares, características esenciales de las monedas o el uso del metal así como su evolución en el intercambio comercial hasta la época aproximándose a la razón por la cual se constituye en bien de transacción de mercancías y las reglas que determinan el valor de cambio. Tras un proceso histórico fue como “la moneda se convirtió en instrumento universal de comercio en todas las naciones civilizada, y por su mediación se compran, venden y permutan toda clase de bienes”.
Así pues al precisar entre las acepciones del valor, tanto en su valor de uso como su valor de cambio, explica en el precio real y nominal de las mercancías o de su precio en trabajo y de su precio en moneda, considerando que el trabajo es la medida real del valor de cambio y el primer precio pagado por todas las cosas…la riqueza es el poder de compra del trabajo, sin embargo, y por lo común el valor no se estima en términos de trabajo pues este último es difícil de medir, aunque explica el valor de las horas (ingenio y esfuerzo, diversos grados de fatiga) como un medio para adjudicarle valor a la producción de un bien. Aborda también los elementos componentes del precio de las mercancías que originariamente la cantidad de trabajo es la única norma de valor pero teniendo en cuenta el mayor esfuerzo requerido y del nivel de destreza e ingenio “es natural que una cosa que generalmente es producto del trabajo de dos días o de dos horas valga más o el doble que la que es consecuencia de un día o una hora”.
Smith refiere también el precio natural y el precio de mercado de los bienes explicando que “en toda sociedad existe una tasa promedia o corriente de salarios y de beneficio en cada uno de los empleos distintos del trabajo y el capital…dicha tasa se regula naturalmente, bien sea por las circunstancias generales de la sociedad, su riqueza o pobreza, su situación estacionaria, adelantada o decadente; y en parte por la naturaleza peculiar de cada empleo”. Por su parte el precio del mercado se regula por la cantidad de un bien llevado al mercado y por la demanda del mismo. Básicamente estas ideas fundamentan las premisas originarias del pensamiento monetarista. Se entiende aquí que ya un bien estando en el mercado, bien sea por exceso o escasez comienza la regulación propia de su precio, lo que de alguna forma Smith considero “la mano invisible” que regula naturalmente el mercado en cuanto a la oferta y la demanda.
En cuanto a los salarios del trabajo Smith enfatiza que “el producto del trabajo constituye la recompensa natural, o salario de trabajo”. En un estado originario de la sociedad la tierra como la acumulación de capital y el producto integro perteneciese solo al trabajador, no hubiese así patronos ni propietarios con quienes compartirlos. De ahí cuando el feudalismo, incluso antes, las guerras por la apropiación por el poder de la tierra como recurso de riqueza material y explotación. Según el autor, “el estado originario, en el que el trabajador gozaba de todo el producto propio de su trabajo, perduro hasta que tuvo lugar la primera apropiación de la tierra y acumulación de capital, lo que obligo de alguna forma a otras personas a trabajar para estos poseedores y ser compensados con los mismos bienes producidos o un salario” se constituye aquí el inicio de la propiedad privada. Según Smith “todas las ventajas y desventajas que se derivan de los diferentes empleos de trabajo y de capital, en el mismo territorio, deberán ser perfectamente iguales o gravitar continuamente hacia esa misma igualdad, tienden a compensarse donde existe absoluta libertad”. El interés individual llevaría presto a cada persona a buscar una ocupación cuya ventaja sea más beneficiosa y rechazar la que le implique una desventaja. Quedan implícitas en esta idea las posteriores teorías de empleo en cuanto a la demanda y oferta en los mercados.
De acuerdo con las desigualdades que dimanan de la naturaleza de empleo, expone cinco en cuestión: los salarios varían con el mayor o menor agrado de la ocupación, por tanto algunas ocupaciones muy gratas están mal pagadas. Igual ocurre con los beneficios, los salarios varían según lo que cuesta aprender el oficio, el costo de aprendizaje explica porque los salarios industriales son más altos que de los obreros del campo, esta idea sin lugar a dudas responde aun el comportamiento en la actualidad, donde la industria, el conocimiento y la tecnología son los campos altamente remunerados siendo que implican componentes de innovación y desarrollo tanto para las empresas como para la sociedad y los países.
Asimismo, la educación en las profesiones liberales es más costosa y más alta, en consecuencia la respectiva remuneración. Los salarios varían con la constancia de la ocupación, existe como una recompensa por la pericia y experiencia adquirida por la ocupación exclusiva en una labor. Los salarios varían según la confianza merecida por el obrero “el largo tiempo y los muchos gastos que supone la educación, unido a otras circunstancias eleva el precio del trabajo”. Por último, los salarios varían con la probabilidad de éxito, “ser calificada una persona en una ocupación para la cual ha sido educada, varía según la actividad”. Difiere una persona capacitada para fabricar zapatos a una que estudie leyes, ejemplifica Smith. Puede inferirse aquí el pensamiento industrial, mecanicista, estratificado, estructurado del autor, donde puede considerarse la primacía sobre el empleo tecnicista y mecanicista meramente cognitivo.
Así, Hans Mayer (Mayer, 1994) y Philip Mirowski han señalado cómo la economía clásica y neoclásica se desarrolla como una copia de la física mecánica del Siglo XIX, con unidad de técnica formal, sustituyendo el concepto de energía por el de utilidad, y aplicando los mismos principios de conservación, maximización del resultado y minimización del despilfarro (Mirowski, 1989).
A diferencia de los salarios, considera que los beneficios varían con la certidumbre del rendimiento, son menos equitativos que los salarios y su desigualdad solo se debe a la variación de este último, en ese sentido los beneficios fluctúan con el precio de los artículos producidos. En este apartado, Smith explica también las desigualdades que ocasiona la política de Europa, lo que representa un abordaje histórico en la actualidad, pero una posición política y económica en el contexto. Alude y cuestiona las políticas educativas, y vincula el aprendizaje con la duración de tiempo o periodo “todas esas regulaciones son intolerables por opresivas, un largo aprendizaje no constituye garantía alguna contra la imperfección del producto acabado, ni educa a los jóvenes en la laboriosidad, los aprendizajes largos son innecesarios” a la par del avance y progreso industrial que se suscita en la época, era más pertinente la capacitación inmediata para la industria y labores específicas. “El patrimonio del pobre se halla en la fuerza y en la habilidad de sus manos, por lo que impedírselo constituye una violación manifiesta de la justa libertad de su propiedad más sagrada.
Asegura que “el estatuto de aprendizaje restringe la libre circulación del trabajador de empleo a empleo, aun en un mismo lugar, y los exclusivos privilegios de las corporaciones o gremios cohíben los movimientos de un lugar a otro, aun en el mismo empleo”. Pudiese considerarse que esta política errada según la concibe Smith es un efecto negativo para la riqueza de una nación, vinculada directamente con el trabajo.
En cuanto al capital refiere, Smith relaciona la acumulación de este con el empleo de la mano de obra productiva, por ello describe que el proceso natural de la opulencia consiste en encaminar el capital primero a la agricultura (lo que actualmente lamamos sector primario), después a la manufacturas (actualmente denominado sector secundario e industrial) y tercero el comercio exterior (sector terciario o de servicios). Esta estructura del sistema productivo económico, prevalece en muchos países y que explica de alguna forma el dinamismo de unos con respecto a otros conjugado con la definición y la praxis política por parte del Estado.
Al respecto “el aumento y la disminución del capital, que hace subir los salarios, propende a disminuir el beneficio. Este aumento y disminución depende de las mismas causas que hacen subir y descender os salarios del trabajo, o que hacen progresiva o decadente la riqueza de la sociedad, causas distintas y efectos diferentes para cada caso”.
Smith refleja la incertidumbre y cacología implícita en la economía cuando afirma que “los beneficios del capital no solo varían de año a año, sino de día a día y aun de hora a hora”, refiriéndose a la complejidad de calcular los beneficios del capital, tanto así como es difícil calcular el precio o valor promedio del trabajo, cuyas limitaciones apenas permiten calcular o determinar los salarios más corrientes. Es difícil determinar la tasa respectiva del capital pero puede inferirse de la tasa de interés del dinero “recurriendo al uso del dinero”. Reseña que la tasa de interés era del diez por ciento según disposición de Enrique VIII y declaro ilegal sobrepasar el límite establecido, en el reinado de Enrique VI proscribió de todo interés por inclinaciones religiosas, sin embargo la reina Isabel lo renovó, continuando siendo legal la tasa del diez por ciento hasta la disposición de Jacobo I que lo redujo al ocho por ciento, posteriormente fue reducido al seis y al cinco por ciento según disposición del reinado de Ana.
De alguna manera refleja históricamente como las naciones más pobres tienen tasas impositivas más altas que en países más ricos tal es el caso de Escocia país más pobre que Inglaterra, Francia país menos rico que Inglaterra, a diferencia Holanda con una tasa más baja siendo un país más rico que Inglaterra. En el caso de América Latina con la conquista se alude que “en la medida que la colonia crece, los beneficios del capital van disminuyendo de una manera gradual…a medida que se incrementaban las riquezas, las mejoras y la población, el interés disminuía, pero los salarios del trabajo no descienden con la disminución de los beneficios del capital, dado que la demanda de trabajo aumenta con el incremento de capital. Con las naciones industriosas, que progresan en la adquisición de riquezas, ocurre como con los individuos laboriosos que las componen”. En ese sentido Smith explica la relación entre el aumento de capital y el de la industria, o el incremento de la demanda de trabajo útil.
En este apartado sobre la naturaleza, acumulación y empleo de capital, Smith enfatiza que “en aquel estado primitivo, la sociedad, en que no se practica la división del trabajo, y apenas se conoce el cambio, y en el cual cada ser humano procura lo que necesita, por su propio esfuerzo, no es necesario acumular capital para desarrollar actividades colectivas. En la medida que comienza a instaurarse la división del trabajo en las sociedades surge una necesidad de cambiar lo que se produce por lo que producen otros, y ahí comienza un ciclo de intercambio comercial, así como también el valor del trabajo y la instauración del capital para los dueños de las tierras. Por tanto la acumulación de capital y la división del trabajo avanzan juntas, hay una proporcionalidad implícita y significativa. En el orden natural de las cosas en la medida que haya ido acumulándose el capital puede progresar la división del trabajo. La acumulación de capital es condición previa, quien emplea capital en dar trabajo, desea naturalmente emplearlo para producir la mayor cantidad de obra posible”.
Aborda Smith con relación al capital aspecto puntuales como la división del capital aquí refiere el capital circulante y el capital fijo, considerando que cuando una persona posee capital suficiente procura naturalmente obtener algún ingreso, para Smith existen dos maneras de emplear el capital: la primera consiste en procurarse, manufacturar o comprar bienes para venderlos con beneficio y la segunda consiste en mejorar las tierras, comprar maquinarias útiles, instrumentos de comercio u otra clases de bienes que produzcan un ingreso o ganancia adicional.
El dinero considerado como ramos del patrimonio general de la sociedad y como fondos destinado a los gastos de sostenimiento del capital nacional, aquí Smith distingue la división de los precios en tres partes: salarios, beneficios y el producto anual y distingue entre producto o ingreso bruto e ingreso neto, por su parte los gastos de un banco son el mantenimiento y la reposición de una masa de monedas suficiente para pagar los billetes que se emiten. Expone la acumulación del capital, o del trabajo productivo e improductivo distinguiendo y diferenciando el trabajo que genera valor como la manufactura de un artesano, y el trabajo de un criado doméstico que no lo genera, siendo que el primero crea y genera un bien mientras que el segundo genera un servicio.
Por último refiere el capital prestado con interés y los diferentes empleos del capital, aludiendo que el capital prestado con interés es un capital para el prestamista, pero puede serlo o no para el prestatario, generalmente el capital prestado con interés suele utilizarse de dos maneras bien sea como capital o para utilizarlo como fondo destinado al consumo inmediato. Los préstamos se hacen en dinero, pero lo que se obtiene en si es lo que “vale la moneda” obteniéndose generalmente bienes. En este último, Smith explica y detalla el comportamiento y dinamismo del sistema en torno al uso del dinero. Sintetiza finalmente sobre cuatro usos del capital: la primera procurar el producto que se necesita anualmente para el uso y consumo de la sociedad; el segundo, en manufacturar y preparar aquellas materias primas para uso y consumo inmediato; la tercera, en transportar, tanto aquellas materias primas como las manufacturas de un lugar a otro, y cuarta y última, en dividir pequeñas porciones unas producciones y otras, para proporcionarlas a las excesivas exigencias de quienes las necesitan, -lo que se consideraría la distribución-. Crea un circuito económico aquí en cuanto al uso y dinamismo del capital.
Puntualiza en su idea “la actividad comercial más eminente de toda sociedad civilizada es la que tiene lugar entre los habitantes de las ciudades y los del campo. Consiste en el cambio de los productos primarios por las manufacturas, bien sea utilizando el instrumento de la moneda o cierta especie de papel que hace sus veces”. A este proceso Smith lo considera como el progreso natural de la opulencia, que determina el comercio y el libre cambio. Introduce los intercambios comerciales a través del comercio exterior, y enfatiza que “los usos y costumbres implantados en territorios por la naturaleza misma de sus primitivos gobiernos y que perduraron después de que la gobernación experimento grandes cambios, le esforzaron a observar este orden retrogrado, contrario a la naturaleza de las cosas”, en estas ideas subyacen los procesos de Conquista en otros territorios, por ejemplo en América Latina, que había referido en el caso de las colonias anteriormente.
En cuanto a los sistemas de economía política, para Smith el objeto primordial de la economía política es proveer artículos de subsistencia para el pueblo. Afirma que “la economía política, considerada como uno de los ramos de la ciencia del legislador o del estadista, se propone dos objetos distintos: el primero, suministrar al pueblo un abundante ingreso o subsistencia, o hablando con más propiedad, habilitar a sus individuos y ponerles en condiciones de lograr por si mismos ambas cosas; el segundo proveer al Estado o Republica de rentas suficientes para los servicios públicos”. A raíz de este pensamiento construye toda una réplica al sistema imperante en la época como lo era el sistema mercantil o mercantilismo.
Para concluir en el marco de alguna de las ideas más importantes abordadas por Smith en su libro La riqueza de las naciones, no puede pasarse por alto la importancia que reviste la no intervención del Estado en el mecanismo natural del mercado. No obstante, aborda dos sesiones donde refiere los ingresos del soberano o de la republica así como los gastos, y sobre las fuentes de procedencia de los ingresos públicos y generales de la sociedad. Para Smith toda renta procede de dos fuentes: la propiedad perteneciente al soberano y los ingresos del pueblo. “La renta que no solo ha de enjugar los gastos de defensa de la sociedad y sostener la dignidad del principal magistrado, sino todos los demás gastos del Gobierno, para los cuales la constitución del Estado no ha señalado algún ingreso particular, proviene bien sea de un fondo que pertenece al soberano o a la comunidad y es independiente de los ingresos del pueblo, o bien de la renta de la nación”.
Dichos ingresos pueden constituir capitales o tierras., el Soberano bien puede emplearlos o prestarlos para obtener una renta. Los impuestos también forman parte de la estructura de ingresos para el estado, según lo considera Smith, estos deben recaer sobre la renta, los beneficios o los salarios, o sobre estas tres clases de ingresos. Existen cuatro consideraciones con respecto a los ingresos: igualdad, certidumbre, comodidad de pago y economía en la recaudación.
Por su parte cuando refiere los gastos del soberano o la república, establece que la primera obligación de este es proteger la sociedad contra la violencia y la invasión de otras sociedades independientes, y que el único medio para lograrlo es la fuerza militar. Los gatos requeridos por la fuerza militar son diferentes en periodos distintos. La preparación de la milicia, el armamento, el costo de las guerras, de la defensa constituyen para la época básicamente la estructura de gastos que sopesa sobre el Estado. También considera los gastos de justicia, como el segundo deber del Soberano, estableciendo una recta administración de la justicia, implica dos clases diferentes de gastos en periodos distintos de la sociedad. En cuanto a los gastos de obras públicas e instituciones públicas, que consiste en establecer y sostener obras e instituciones públicas que aun siendo ventajosas en sumo grado a toda la sociedad, son, no obstante de tal naturaleza que la utilidad nunca podría recompensar su costo a un individuo o a un corto número de ellos, y por lo mismo, no debe esperarse que estos se aventuren a fundarlas ni a mantenerlas.
Consideraciones finales a modo de síntesis
En 1776, A. Smith plasmaba sus principales postulados en "La riqueza de las naciones". Estas ideas contribuyeron a revolucionar la economía de su tiempo. Adam Smith ha sido considerado como el padre del liberalismo económico; además del teórico económico más importante del siglo XVIII. Este pensador escocés, infundido por las ideas de su tiempo, se basó en el planteamiento newtoniano de las leyes de la física para enunciar las de su propia ciencia, la economía. Sus planteamientos fueron recogidos en su obra más conocida: Una investigación sobre la naturaleza y causas de la riqueza de las naciones, publicada en 1776.
Con Adam Smith nace el liberalismo económico. Influido intelectualmente entre otros por Quesnay y David Hume, Smith escribe uno de sus principales libros “Acerca de la Naturaleza y Causa de la Riqueza de las Naciones”, considerado “la Biblia” de la Economía Política. Smith venía observando el gran incremento de la producción de bienes que vivía Inglaterra en la segunda mitad del siglo XVIII, en plena revolución industrial. Su pregunta no difería mucho de la de fisiócratas y mercantilistas: ¿de dónde sale la riqueza de una nación? Dos conceptos aparecen como respuesta, a partir de los cuales se construye todo un programa político que ha tenido repercusiones hasta nuestros días:
· la división del trabajo como fuente de productividad y
· el papel del mercado
La productividad según Adam Smith aumenta a medida que se incrementa la división del trabajo. La productividad, considerada como la capacidad de producir una cierta cantidad de bienes con un conjunto de recursos dados, será mayor si el trabajo se divide entre especialistas que cumplan funciones definidas. Si bien no lo vamos a reproducir aquí, es famoso el ejemplo de Smith sobre la fábrica de alfileres. A la división del trabajo, producida al interior de la fábrica, Smith la llama división técnica del trabajo. Si se demuestra que la división técnica del trabajo puede aumentar la productividad en un establecimiento, esto también puede ser cierto para una nación entera, razonaba Smith, denominándola división social del trabajo. Habría un ahorro de tiempo, y por ende más y mejores bienes. La riqueza de esa comunidad habrá sin duda aumentado con respecto a la de un hipotético mundo sin división del trabajo.
El mercado en la visión de Smith puntualiza que aquellos bienes provenientes de la división del trabajo se deben distribuir a través del intercambio del mercado. Existe una propensión natural a hacerlo, que proviene de las propiedades naturales del ser humano hacia “la razón y el habla”. Los seres humanos, que han producido y tienen en su poder los bienes en los que se especializaron, se los ceden a otros no por caridad, sino porque esperan obtener un beneficio. “No esperamos nuestra cena de la benevolencia del panadero o del carnicero, no apelamos a su misericordia, sino a su interés”.
A través de este razonamiento Smith institucionaliza el ser humano maximizador que sería hasta la actualidad modelizado por la mayoría de los teóricos de la economía, el ser humano de la mano invisible –visión que según algunos economistas como Nash habría destruido matemáticamente hace algunas décadas con su “Teoría de Juegos”. Según Smith, cada uno trata de obtener para sí, egoístamente, el máximo beneficio de ese intercambio. Tratará para ello de producir los mejores bienes y de hacerlo lo más barato posible, para ganarles a sus competidores. Como todos los miembros de la comunidad harán lo mismo, el conjunto de bienes existentes aumentará el máximo del que es capaz. Así, sin que nadie lo decida centralmente, a partir de un sinnúmero de decisiones individuales, se obtendrá un máximo u óptimo social conducido por “la mano invisible del mercado”.
En cuanto al estado Smith refiere que cualquier intervención del Estado, por más bienintencionada que sea, sólo logra trabar el funcionamiento del mercado, disminuyendo el óptimo social, razonaba Smith, criticando directamente a los mercantilistas. Decía Smith que el gobierno sólo debe tener cuatro deberes:
· La defensa contra la agresión extranjera,
· La administración de justicia,
· El sostenimiento de obras e instituciones públicas que no son rentables para los particulares y
· La defensa de la propiedad privada.
También diferenciaba entre valor de uso y valor de cambio de los bienes. El primero expresa la utilidad de un objeto para quien lo usa, el segundo expresa la capacidad para comprar otros productos. Por ejemplo el agua tiene mucho valor de uso y poco de cambio, mientras que los diamantes poco valor de uso y mucho de cambio, para ilustrar el razonamiento Smith. Finalmente Smith llega a la conclusión de que la medida real del valor de todas las mercancías es el trabajo, o sea el esfuerzo que requiere producir dicha mercancía y también el trabajo que se puede ahorrar al intercambiarla por otra mercancía. Por lo tanto el precio de toda mercancía se compone de salarios, beneficios y renta.
La riqueza de las naciones y las leyes de la economía
El autor enumera sus tres leyes básicas de la economía: la tendencia natural al lucro de todos los seres humanos, la necesidad de la libre competencia y el imperio de la ley de la oferta y la demanda a la hora de fijar los precios y salarios. A su vez, en esa misma obra, Adam Smith explica otras ideas claves de su doctrina económica, la mayor parte de ellas compartidas por los llamados "economistas clásicos".
En primer lugar, defendía el papel del trabajo y la producción como las principales fuentes de riqueza. Este argumento se mostraba contradictorio con el pensamiento de los fisiócratas franceses, contemporáneos de Adam Smith que afirmaban la importancia de la tierra como origen de la riqueza.
En segundo término, establecía las bases de la economía en la industria y el comercio, siendo la división del trabajo un factor esencial para el desarrollo. Una vez más, los postulados de Adam Smith se mostraban contrarios a los de los fisiócratas, defensores de la primacía agraria. Además, en íntima conexión con la primera de sus leyes económicas, establecía que la propiedad privada era indispensable para la existencia de lucro.
El papel del Estado
Adam Smith reservaba en su teoría un papel muy limitado para las autoridades públicas. En La riqueza de las naciones, indicaba que el Estado no debía intervenir en la vida social y económica. Para el economista escocés, el papel de las autoridades se limitaba a los terrenos de defensa, administración de justicia y a proporcionar servicios sociales y económicos con carácter subsidiario.
El liberalismo fisiócrata que propugnó la relegación de los Estados del sistema económico se fortaleció todavía más con la aparición de la escuela económica clásica y Adam Smith; la misma que secundada por economistas como David Ricardo, T. Robert Malthus, o en un grado u otro por Stuart Mil, al tiempo que criticada y refutada por Karl Marx, J. Maynard Keynes, y otros. Empieza a delinear la forma en que gobiernos de todo el mundo actuarían durante los siglos XIX y XX en los asuntos económicos, productivos, financieros y hasta políticos, en un plano nacional e internacional.
Después de Adam Smith: Los economistas clásicos
Aquellos autores británicos que, entre mediados del siglo XVIII y mediados del XIX, desarrollaron un nuevo tipo de análisis social y político centrado en el crecimiento económico, son conocidos como “economistas clásicos”. Dentro de este grupo cabe destacar a hombres como David Ricardo, Jeremy Bentham, James Mill, T. R. Malthus, John Stuart Mill y, especialmente, Adam Smith. A su vez, algunos de estos autores -es el caso del personaje que nos ocupa- se incluyen también dentro del grupo de ilustrados escoceses, donde encontramos personajes de reconocida valía intelectual: David Hume, Adam Ferguson y John Millar.
Los "economistas clásicos" trataron de descubrir los motivos explicativos del comportamiento de las personas en el ámbito de la economía. El objetivo era, por tanto, llevar las leyes de la física, enunciado por Newton, al ámbito económico y aplicarlas a un sujeto tan impredecible y complejo como el ser humano. A su vez, estos autores llegaron a dos conclusiones que, a la postre, resultaron fundamentales para el posterior desarrollo de la economía occidental: la importancia del principio de división del trabajo como fuente del crecimiento, y la constatación de una relación causal entre población, riqueza y progreso.
El diferente valor de las cosas derivado de su uso o su intercambio en un mercado. La especialización conlleva una mejora de la producción por hora/trabajador (marginal), derivada de una asignación más eficiente y, por lo tanto, una reducción de los costes de producción y del precio de los productos. El precio del factor trabajo o salario ha de ser proporcional a su productividad, o lo que es capaz de producir por hora de trabajo. La competencia perfecta es la mejor forma de asignar recursos a la producción, es decir, pagar a los trabajadores y por las máquinas en relación a lo que aportan a la producción de las mercancías (iguales a las productividades marginales en cada momento)
El comercio, el intercambio de mercancías y servicios a escala internacional, proporciona un mayor crecimiento de las economías de los países intervinientes. Los bienes han de ser producidos en aquellos países donde sea más bajo su coste de producción y, de ahí, exportarse al resto de los países. Adam Smith crea el concepto de "ventaja absoluta" para definir la capacidad de producir un bien utilizando los menos factores productivos posibles (en términos de horas de factor/unidad de bien). Un proceso productivo encuadrado en un marco de liberalización del comercio, sin trabas a la circulación de bienes y con libertad de movimiento de los factores productivos, para alcanzar las mejores ventajas posibles y redundar en un mayor crecimiento de todos los países involucrados.
Referencias bibliográficas
SMITH, ADAM. 1776. Investigación sobre la naturaleza y causa de la riqueza de las naciones. Edición de Edwin Cannan, decima reimpresión, 1999. Fondo de Cultura Económica. México.
SZENBERG, MICHAEL. 1994. Grandes economistas de hoy. Debate pensamiento. España.
Fecha de recepción: 26 de julio de 2013
Fecha de aceptación: 25 de noviembre de 2013
Fecha de publicación: diciembre 2013