Si acceden a la sección “Sobre Sintetia” de esta casa, podrán leer la siguiente frase:
“Llevamos las gafas de economista con nosotros todo el tiempo, y no analizamos sin tener en cuenta los incentivos y la incertidumbre”
¿Por qué lo saco a colación? Porque en una reciente conversación me acusaron de economicista, es decir, de “analizar la realidad utilizando solo la teoría económica como única vara de medir”. De deformar la realidad para hacerla encajar en mis planteamientos previos, de mirar únicamente la cara económica y centrarme en el dinero. Considero que esa crítica está absolutamente equivocada, e intentaré explicar por qué.
La economía es la ciencia humana… más humana
La economía es una ciencia humana, de eso no hay duda.
Su objeto de estudio es el comportamiento del ser humano en condiciones de escasez.
No es una ciencia empírica, es decir, experimental. No analiza la mente o los sentimientos sino, repito, el comportamiento humano. Se encarga de la riqueza, del bienestar, de las necesidades y de los deseos de las personas. De qué valoran y que no. De qué hacen para alcanzar aquello que valoran… Por ello digo que es la más humana de las ciencias sociales, porque estudia aquello que proporciona bienestar y nivel de vida a las personas. No estudia la “anormalidad” y lo “enfermizo”, puesto que para el estudio económico, todo lo que hacen las personas es normal. ¿Y la felicidad? Bueno, parece claro que la riqueza ayuda.
Análisis económico no es análisis monetario
Otra crítica habitual es que la ciencia económica se centra “demasiado” en el dinero, dejando fuera otras dimensiones del ser humano. Si fuera cierto, sería como criticar los estudios de historia por centrarse demasiado en el pasado, olvidando el presente y las proyecciones de futuro… Pero resulta que además es falso.
El comportamiento económico, y su estudio, no se restringe a aquellas transacciones en las que aparece el dinero, sino a toda aquella en la que hay comportamiento humano en condiciones de escasez.
¿Y quién decide que estamos en condiciones de escasez?
Pues el propio humano que actúa, y esto enlaza con el siguiente punto.
¿Cuál es la medida de la economía?
Muy al contrario de lo que parecen pensar muchos, la medida de la ciencia económica no es el dinero, puesto que este es un instrumento, sino el valor. Es el ser humano el que dota de valor a los bienes económicos, incluido el dinero.
Cada valoración es distinta, puesto que cada valoración es personal y variable en el tiempo. Y esa valoración solo se descubre claramente cuando el comportamiento del ser humano la revela. Por eso hablamos de comportamiento económico cuando hay preferencias reveladas.
Dicho de otra manera, la medida de la economía es el ser humano, revelando el valor con que dota a los bienes a través de su comportamiento. Y esta es la refutación de la acusación que describía, porque un genuino análisis económico no utiliza mi medida, sino la medida de las preferencias de las personas, expresadas en su comportamiento.
La economía es la ciencia humana… más humana
La economía es una ciencia humana, de eso no hay duda.
Su objeto de estudio es el comportamiento del ser humano en condiciones de escasez.
No es una ciencia empírica, es decir, experimental. No analiza la mente o los sentimientos sino, repito, el comportamiento humano. Se encarga de la riqueza, del bienestar, de las necesidades y de los deseos de las personas. De qué valoran y que no. De qué hacen para alcanzar aquello que valoran… Por ello digo que es la más humana de las ciencias sociales, porque estudia aquello que proporciona bienestar y nivel de vida a las personas. No estudia la “anormalidad” y lo “enfermizo”, puesto que para el estudio económico, todo lo que hacen las personas es normal. ¿Y la felicidad? Bueno, parece claro que la riqueza ayuda.
Análisis económico no es análisis monetario
Otra crítica habitual es que la ciencia económica se centra “demasiado” en el dinero, dejando fuera otras dimensiones del ser humano. Si fuera cierto, sería como criticar los estudios de historia por centrarse demasiado en el pasado, olvidando el presente y las proyecciones de futuro… Pero resulta que además es falso.
El comportamiento económico, y su estudio, no se restringe a aquellas transacciones en las que aparece el dinero, sino a toda aquella en la que hay comportamiento humano en condiciones de escasez.
¿Y quién decide que estamos en condiciones de escasez?
Pues el propio humano que actúa, y esto enlaza con el siguiente punto.
¿Cuál es la medida de la economía?
Muy al contrario de lo que parecen pensar muchos, la medida de la ciencia económica no es el dinero, puesto que este es un instrumento, sino el valor. Es el ser humano el que dota de valor a los bienes económicos, incluido el dinero.
Cada valoración es distinta, puesto que cada valoración es personal y variable en el tiempo. Y esa valoración solo se descubre claramente cuando el comportamiento del ser humano la revela. Por eso hablamos de comportamiento económico cuando hay preferencias reveladas.
Dicho de otra manera, la medida de la economía es el ser humano, revelando el valor con que dota a los bienes a través de su comportamiento. Y esta es la refutación de la acusación que describía, porque un genuino análisis económico no utiliza mi medida, sino la medida de las preferencias de las personas, expresadas en su comportamiento.
Ningún comportamiento permanece si no se incentiva
Una regla básica de cualquier ciencia humana, o más bien una descripción básica del ser humano, es la que dice que ningún comportamiento permanece en el tiempo si no se refuerza. Si no hay motivos o circunstancias que animen, motiven y recompensen un comportamiento, este no se perpetúa, desaparece. Psicología, sociología, antropología y economía aceptan esta descripción del ser humano. Y desde esta descripción podemos llegar al concepto más poderoso de la ciencia económica, el concepto de incentivo.
Un incentivo es cualquier circunstancia o consecuencia, inmediata o futura, segura o probable, que aumenta la propensión a un comportamiento. Por ejemplo, las curvas de oferta y demanda no son más que una abstracción y representación gráfica del concepto de incentivo ligado al precio de un bien en un mercado: Un precio menor incentiva a producir menos y a consumir más, y viceversa. Interpretación moral de las personas
Es por todo lo anterior, que un análisis económico no debe tener consideraciones morales o éticas. No importa si hablamos de un político corrupto, un jefe indeseable, un trabajador vago o un socio tóxico. Un análisis económico se centra en qué hacen las personas y por qué lo hacen. Un inciso: les llamaremos actores económicos en vez de personas, para incluir las personas jurídicas como empresas, ONGs y administraciones públicas.
Es decir, que un análisis económico se centra en la detección e interpretación de los incentivos que reciben esos actores. Pero no realiza valoraciones éticas ni morales de los incentivos ni del comportamiento. Esa valoración, que es necesaria, correcta, adecuada y pertinente, no es sin embargo análisis económico. El análisis económico nos proveerá de los porqués y, si la valoración extraeconómica lo considera indeseable, nos identificará los incentivos que harán de ese comportamiento algo menos
valioso, deseable, probable.
Introducción a la economía positiva
Recién acabada la selectividad, entré en la facultad de ciencias económicas y empresariales. En la primera clase que recibí, además de la indicación sobre el manual que debíamos comprar (el magnífico “Introducción a la economía positiva”, de Richard Lipsey), el decano nos describió la economía como una disciplina positiva (descriptiva, que indica cómo son las cosas), por oposición de normativa (que explica cómo debe ser). Yo tenía muy fresca la descripción que de la falacia falsacionista hizo Karl Popper. El filósofo indicaba que en una argumentación lógica, cuando se pasaba del plano descriptivo (cómo es) al plano normativo (cómo debe ser) sin justificar esa transición, el argumento constituía una falacia aunque no infrinja ninguna de las reglas lógicas tradicionales. Pues bien, en la segunda clase de esa misma asignatura, ya con el profesor titular, el discurso cambió y comenzó a decirnos cómo debían ser las relaciones comerciales, laborales, jerárquicas,… Y no explicaba los motivos ni justificaba las conclusiones, simplemente debían ser así. Fue mi primera gran decepción universitaria.
La medida de un economista
Volviendo al tema de esta reflexión, intento dar la respuesta. La medida de un economista nunca es propia. Es la medida de su objeto de estudio, el ser humano, que . Y en tal carácter, no es concebible que intente hacer encajar a su objeto de estudio en las concepciones previas, sino que las ponga a prueba continua y constantemente. Esto es lo que hace de la economía una ciencia, y no una imposible experimentación.
Una regla básica de cualquier ciencia humana, o más bien una descripción básica del ser humano, es la que dice que ningún comportamiento permanece en el tiempo si no se refuerza. Si no hay motivos o circunstancias que animen, motiven y recompensen un comportamiento, este no se perpetúa, desaparece. Psicología, sociología, antropología y economía aceptan esta descripción del ser humano. Y desde esta descripción podemos llegar al concepto más poderoso de la ciencia económica, el concepto de incentivo.
Un incentivo es cualquier circunstancia o consecuencia, inmediata o futura, segura o probable, que aumenta la propensión a un comportamiento. Por ejemplo, las curvas de oferta y demanda no son más que una abstracción y representación gráfica del concepto de incentivo ligado al precio de un bien en un mercado: Un precio menor incentiva a producir menos y a consumir más, y viceversa. Interpretación moral de las personas
Es por todo lo anterior, que un análisis económico no debe tener consideraciones morales o éticas. No importa si hablamos de un político corrupto, un jefe indeseable, un trabajador vago o un socio tóxico. Un análisis económico se centra en qué hacen las personas y por qué lo hacen. Un inciso: les llamaremos actores económicos en vez de personas, para incluir las personas jurídicas como empresas, ONGs y administraciones públicas.
Es decir, que un análisis económico se centra en la detección e interpretación de los incentivos que reciben esos actores. Pero no realiza valoraciones éticas ni morales de los incentivos ni del comportamiento. Esa valoración, que es necesaria, correcta, adecuada y pertinente, no es sin embargo análisis económico. El análisis económico nos proveerá de los porqués y, si la valoración extraeconómica lo considera indeseable, nos identificará los incentivos que harán de ese comportamiento algo menos
valioso, deseable, probable.
Introducción a la economía positiva
Recién acabada la selectividad, entré en la facultad de ciencias económicas y empresariales. En la primera clase que recibí, además de la indicación sobre el manual que debíamos comprar (el magnífico “Introducción a la economía positiva”, de Richard Lipsey), el decano nos describió la economía como una disciplina positiva (descriptiva, que indica cómo son las cosas), por oposición de normativa (que explica cómo debe ser). Yo tenía muy fresca la descripción que de la falacia falsacionista hizo Karl Popper. El filósofo indicaba que en una argumentación lógica, cuando se pasaba del plano descriptivo (cómo es) al plano normativo (cómo debe ser) sin justificar esa transición, el argumento constituía una falacia aunque no infrinja ninguna de las reglas lógicas tradicionales. Pues bien, en la segunda clase de esa misma asignatura, ya con el profesor titular, el discurso cambió y comenzó a decirnos cómo debían ser las relaciones comerciales, laborales, jerárquicas,… Y no explicaba los motivos ni justificaba las conclusiones, simplemente debían ser así. Fue mi primera gran decepción universitaria.
La medida de un economista
Volviendo al tema de esta reflexión, intento dar la respuesta. La medida de un economista nunca es propia. Es la medida de su objeto de estudio, el ser humano, que . Y en tal carácter, no es concebible que intente hacer encajar a su objeto de estudio en las concepciones previas, sino que las ponga a prueba continua y constantemente. Esto es lo que hace de la economía una ciencia, y no una imposible experimentación.
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