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martes, 3 de noviembre de 2020

"El Estado del Bienestar. Prespuestos éticos y políticos"

 "El Estado del Bienestar. Prespuestos éticos y políticos" 

Tesis doctoral presentada per En/Na Mª Esther GÓMEZ DE PEDRO 

Barcelona, 26 de juny del 2001. 

 

INTRODUCCIÓN 

En el momento presente en el escenario público se plantean cuestiones del tipo de si el Estado es capaz de asegurar las pensiones del futuro, del dilema entre enseñanza pública y enseñanza privada, de hasta dónde está obligada a indemnizar o a cubrir a los ciudadanos la Seguridad Social o dónde radica el límite entre responsabilidad pública e iniciativa privada. Todas ellas podrían reconducirse a esta triple cuestión: ¿Qué hace, qué se le exige y qué puede realmente abarcar el Estado del Bienestar? Nos situamos de esta manera en el punto central de la circunferencia, alrededor del cual giran planteamientos, temas y aspectos estrechamente relacionados con él. Sin embargo, desde hace un tiempo ese centro parece no ser estable ni ofrecer la misma seguridad. El Estado del Bienestar es ese centro movedizo que ha generado tanta bibliografía, especialmente en los últimos treinta años, no sólo a causa de su centralidad en la política sino sobre todo por la crisis en que está inmerso. 

 La mayoría de las políticas que se llevan a cabo en la actualidad, tanto sociales como económicas, recubren la intención que las anima de superar la crisis bajo un ropaje de crecimiento económico, de progreso, de avances democráticos, de lograr una mayor calidad de vida e, incluso, de preocupación por la deuda internacional y la globalización económica mundial. Este centro de la circunferencia –por seguir con la metáfora- que se intenta mantener en la política actual es el tema de nuestro estudio. Precisamente fue la lectura, en el último año de carrera, de Contradicciones en el Estado del Bienestar –de Claus Offe- lo que me abrió la puerta de esta circunferencia y suscitó el interés suficiente para catalogarlo como el tema de la tesis doctoral. La concesión de una Beca de Investigación por parte del Ministerio de Educación y Cultura fue un aval importante para la materialización fáctica del interés inicial que me introdujo en este tema y me movió a descifrar sus claves. Esta Beca, además, me permitió la posibilidad de consultar in situ diversos autores y de completar la bibliografía. 

 Nuestro planteamiento es principalmente filosófico, lo que ya, desde el inicio, nos permite diferenciar esta investigación de otros estudios sobre el Estado del Bienestar llevados a cabo desde la economía, la sociología, el derecho o la praxis política. No será, pues, un estudio de la economía ni de la sociología del bienestar; aunque reconocemos su importancia no es esa nuestra óptica. 

 Es mucha la bibliografía que, desde estas disciplinas, trata aspectos del Estado del Bienestar, pero es escasa, sin embargo, la que los analiza desde su Filosofía. Por esta razón el presente estudio será una aportación al tema. A la fuerza ha de contar con los planteamientos ya mencionados, y, a la vez, espera aportarles algo, pero pretende ir más allá y profundizar en sus causas, o, como dice el título, en los principios –presupuestos- éticos y políticos. Porque el objetivo de esta tesis es la defensa, en primer lugar, de que los hay y, en segundo lugar, de que -como complemento de otros presupuestos más comunes- son necesarios para comprender el Estado del Bienestar de forma unitaria. Queremos ir al fondo de la situación para discernir mejor lo que se debate y lo que hay en juego, para intentar abordar las cuestiones con que abríamos estas líneas introductorias y para saber situar nuestro sistema político actual en el punto que le corresponde en el tiempo; punto que viene precedido por una larga prehistoria y una más corta historia que le hacen más inteligible a los ojos contemporáneos. Al abordar esta tarea es inevitable acotar el estudio de tales principios. Aquí ponemos de relieve algunos de ellos, en especial los que hunden sus raíces en los precedentes teóricos y encuentran su máximo exponente en los documentos y en las teorías programáticas del Estado del Bienestar, pero no pretendemos agotarlos todos. A medida que uno se adentra en esta investigación ve ampliarse los temas y las cuestiones a estudiar y se impone la necesidad de limitar el objeto de su trabajo. De esta manera es cómo hemos querido asomarnos a la vertiente teórica de la Filosofía política, a lo que subyace al Estado del Bienestar y a la sociedad que nos ha tocado vivir en este inicio de milenio, para poder entender la vertiente práctica. Con este fin proponemos un doble punto de partida, un recorrido por su prehistoria, historia, auge y situación actual del Estado del Bienestar. 

Al abordar nuestro estudio partíamos de la intuición básica de que debía haber, al menos, dos puntos de partida que estructuraran todo su contenido: el bienestar y el Estado. Es decir, las concepciones que subyacían en la configuración del Estado del Bienestar. Esta primera intuición se vio enseguida acompañada de otra, muy importante para esta tesis, y es que detrás de una concepción del bienestar o del Estado había una idea determinada del hombre, una antropología que marcaba las pautas a seguir en el despliegue de cada teoría. Pues bien, tal antropología podía ser rastreada a lo largo de toda la configuración de los Estados del Bienestar y también –especialmente- en sus momentos de esplendor y en la crisis que sufría en la actualidad. 

 Tal intuición vino a ser confirmada con la lectura de una obra relativamente reciente sobre el Estado del Bienestar. Su autor, el sociólogo francés Pierre Rosanvallon, recogía una visión muy cercana a la nuestra en relación con el Estado del Bienestar en su libro La crisis del Estado Providencia. En esta obra se defiende que el estudio de las raíces del Estado Providencia –otro de los nombres que recibe el Estado del Bienestar- debe ampliar su mirada e ir más allá de sus precedentes más inmediatos, como pueden ser Bismarck o Beveridge, o el Socialismo y el Liberalismo, para descubrir los orígenes reales en los que se sustenta. Esta mirada retrospectiva nos remonta hasta el siglo XVII, a los inicios del Estado moderno. El nuevo Estado que empieza a emerger es un Estado protector y asegurador, muy diferente del vigente hasta entonces. Pero no sólo el Estado era el que cambiaba en su concepción, también estaba cambiando la noción del hombre, su esencia y su explicación. La tesis de Rosanvallon, pues, nos ha servido para ahondar y extraer otras consecuencias. 

 Desde esta intuición básica hemos acometido un doble estudio en torno a los polos que componen esta realidad: el bienestar y el Estado que se compromete a asegurarlo. Parte importante del método seguido es el recurso a aquellos autores más relevantes en la elaboración de tales conceptos y en la explicación de los cambios y de los elementos que perduran en los modernos Estados del Bienestar.

 En cada época de la historia se produce un fenómeno significativo: el uso reiterado de ciertas palabras ‘talismán’ que suelen caracterizar las ideas que en ella circulan. Designan realidades que han existido desde siempre pero a las que se les da más protagonismo en un momento determinado. La razón, por ejemplo, fue el concepto clave para entender la Ilustración, al igual que el de libertad ha sido usado como bandera en muchas revoluciones de los siglos XIX y XX. Pues bien, el concepto que nos ocupa está jugando en esta segunda mitad del siglo XX un papel relevante junto a otros como tolerancia, igualdad o derechos humanos. Señal de la importancia del tema del bienestar es la gran cantidad de bibliografía existente sobre el mismo. Encontramos títulos muy variados en los que el bienestar aparece él solo como substantivo o acompañando a otros conceptos: bienestar, bienestar colectivo e individual, economía del bienestar, Estado del Bienestar, sociedad del bienestar, instituciones del bienestar, crisis del Estado del Bienestar, etc. Aparece también en toda clase de leyes, desde las Constituciones nacionales hasta la Declaración Mundial de los Derechos Humanos.

 Nuestro primer cometido será analizar qué se entiende por bienestar. Fácilmente se entrevé la dificultad que entraña tal tarea ya que encontramos muchas definiciones diferentes del bienestar y cierta ambigüedad de fondo, no sólo en la actualidad sino a lo largo de la trayectoria filosófica de la humanidad. Precisamente por esta complejidad se justifica que acometamos, en el primer capítulo, un estudio histórico que muestre las visiones más significativas que se han dado acerca del bienestar. Con el deseo también de sistematizarlas nos centraremos en dos concepciones que engloban a otras y que han sido lo suficientemente importantes e influyentes. Cada una de ellas tiene un trasfondo antropológico concreto al que también prestaremos atención. 

 No puede tratarse del bienestar sin atender a conceptos tan afines como los de felicidad, bien, interés, virtud, satisfacción o placer. En Filosofía hay dos grandes líneas que ordenan estos elementos dentro de la jerarquía moral del ser humano de forma claramente excluyente. La aristotélica y la utilitarista-hedonista. Ambas comparten la misma meta: llegar a la felicidad, pero difieren en su concepción de la misma y en los medios empleados para obtenerla. En la primera el bienestar es concebido como el conjunto de condiciones materiales que permiten a cada persona llevar una vida desahogada, y desempeña el papel de medio para alcanzar la felicidad, que se identifica con la vida contemplativa -la más elevada actividad que el hombre puede desarrollar. En la segunda, en cambio, el bienestar se identifica con el placer y con la felicidad, con lo que pasa a ocupar el lugar del fin y deja de ser considerado un medio. Pero esto sólo se consigue a cambio de una reducción y de una gran ambigüedad terminológica acerca del bienestar y de la felicidad. A pesar de ello, la concepción ética utilitarista y hedonista es la predominante en nuestras sociedades y podemos decir, sin temor a equivocarnos, que es la verdadera Filosofía del Estado del Bienestar. Quedan también perfiladas la antropología de las dos concepciones, las consecuencias de cada una de ellas y varias de las conclusiones que se irán repitiendo a lo largo de la obra. 

 Después de abordar en el primer capítulo la noción de bienestar y de confrontar las principales visiones del mismo, se aborda a continuación el análisis teórico del Estado, estudio que nos proporcionará las claves para comprender la relación establecida en la actualidad con el bienestar.

 Tanto el discurso sobre el Estado como la praxis política desarrollada en su interior han experimentado sucesivos cambios a lo largo de los siglos, igual que sus funciones o su justificación teórica, hasta llegar al Estado occidental actual. Tales cambios, por otra parte, no eran independientes de las consideraciones sobre la felicidad. Pues bien, defendemos que tales nociones típicamente ‘modernas’ –en el sentido histórico del término- constituyen la base filosófica del Estado del Bienestar actual. En palabras de Rosanvallon: “El Estado Providencia es una profundización y una extensión del Estado protector moderno”. Si esto es así, nos interesa estudiar cómo era ese Estado, qué autores lo configuraron y en qué medida sus doctrinas han tenido un eco en la Filosofía política posterior. Esta es la razón por la que abordamos las teorías de Hobbes, Spinoza, Locke, Mandeville, Helvecio, Rousseau, A. Smith y Bentham siguiendo un riguroso criterio temporal. Cada uno en diferente grado e intensidad, han contribuido todos ellos a crear un tipo de hombre y un tipo de Estado. El hombre es individualista, y la mayor parte de las veces hedonista. El Estado responde al perfil de este hombre y se presenta como el salvador de su pobreza y egoísmo e, incluso, como la garantía de una vida placentera. Mientras se va ahondando en las bases individualistas, el Estado despliega una mayor actividad que, muy pronto, querrá sustituir al recurso a la naturaleza o, incluso, a Dios. Se afirma de él que es el asegurador de la paz, de la propiedad y hasta de la vida humana, que debe velar por el bienestar de sus ciudadanos, que es el artífice de la conjunción pacífica de intereses particulares entre sí y con el interés público, y que, por supuesto, es el único capaz de asegurar el ejercicio de la caridad hacia los necesitados, porque la caridad individual es incierta –tal como afirma Hegel. 

 La fuerte carga filosófica de esta parte constituye la base del resto de la tesis. Por esta razón es necesario no perder de vista la configuración del Estado moderno a medida que avancemos en nuestro estudio. De hecho, las últimas partes quieren presentarse como una confirmación de nuestra tesis: tanto en la vertebración histórica del Estado del Bienestar, como en su despliegue, asentamiento y posterior crisis, actúan los principios filosóficos del individualismo y del Estado moderno. 

 En el capítulo 3 podremos rastrearlos y encontrarlos formulados en Documentos concretos y plasmados en los primeros proyectos políticos y sociales. Dentro de la prehistoria inmediata a la aparición del Estado del Bienestar, seguiremos una serie de hitos que jalonaron su camino de formación. Desde la Europa de finales del siglo XIX hasta mediados del siglo XX hemos querido recorrer este proceso. En primer lugar nos encontramos con un político tan cualificado como Bismarck y con unos economistas socialistas que redactaron el Manifiesto de Eisenach. Este primer hito está constituido por una defensa de la necesidad de la intervención del Estado en la cuestión social realizada por los socialistas y las primeras leyes sociales promulgadas por Bismarck. Este fue el cimiento real del Estado del Bienestar, animado por una gran confianza en las posibilidades del Estado. A continuación emergen las figuras de un economista liberal y un politólogo socialista que desarrollaron, respectivamente, la economía y el derecho del Estado del Bienestar: Keynes y Heller. Sus doctrinas gozaron de una influencia considerable en la política de su momento y prepararon el terreno al segundo hito de este singular camino: la aparición de los Informes Beveridge en Gran Bretaña durante la segunda Guerra Mundial. Estos estudios sistematizaron los principios sustentadores del Estado del Bienestar y dieron pie a la casi inmediata plasmación de medidas sociales de corte universal y sólo en parte contributivo. Beveridge encarna a la perfección el ideal de esta política cuyo objetivo más significativo es acabar con la necesidad y la incertidumbre, y que más adelante tomará diversas formas. También en los Estados Unidos se produce la revolución bienestarista, que constituye el tercer hito. El New Deal promovido por Roosevelt promovió la aparición de una Seguridad Social de tipo federal –aunque a la ‘americana’- con el objetivo de liberar al hombre de la necesidad. A nuestro juicio, la carga teórica del Estado del Bienestar está concentrada en este conjunto de doctrinas, documentos y políticas, lo cual no impide reconocer otras referencias que confluyeron en la plasmación histórica del Estado del Bienestar. 

 No obstante su importancia, no se entenderían bien estos hitos sin atender al papel decisivo que jugaron las revoluciones y las Guerras en su historia particular. Igual que el Estado moderno fue impulsado por una serie de hechos revolucionarios, también el Estado del Bienestar recibió un claro empuje de la situación social creada, más a largo plazo, por la revolución industrial y por las dos Guerras Mundiales. En esos momentos se juzgó que una mayor cohesión social era vital, y para ello era imprescindible la intervención del Estado en muchos aspectos de la vida. De la misma manera la situación de penuria y dificultad generó un sentimiento de comunidad y la práctica de la solidaridad entre todos los miembros de los países afectados por las guerras. Así es como se llegó a la instauración del Estado del Bienestar después de la segunda Guerra Mundial. 

 Sin embargo, comenzábamos estas páginas aludiendo a las dificultades a las que debe enfrentarse el Estado del Bienestar en la actualidad. Rastrearemos, por esta razón, la evolución que ha sufrido desde sus momentos de auge hasta los de mayor inestabilidad e intentaremos entender las causas de la misma. Es en el capítulo IV donde analizamos más en detalle la naturaleza y las funciones del Estado Providencia, sus justificaciones teóricas –que se hacen más inteligibles a la luz de los principios expuestos en el segundo capítulo- y donde asumimos una definición del Estado del Bienestar. Desde la óptica de los denominados derechos al bienestar -cuyas manifestaciones principales son la demanda de una mayor igualdad social, y una defensa de las medidas de bienestar sociales-, encuentra todo su sentido el tratamiento de los problemas que acomete el Estado del Bienestar. De la misma manera que su estabilización y extensión sólo se entienden desde unas determinadas condiciones históricas que las hicieron posibles. 

 En el capítulo V, el último, abordamos la crisis del Estado del Bienestar. En función de las manifestaciones de esta crisis, examinamos algunas causas y sus razones, unas de carácter más económico y otras de tipo ideológico o social, deteniéndonos más en las segundas. A nuestro parecer es especialmente importante la que pone de manifiesto que el tejido social ha sido dañado en su misma raíz por la dinámica interna de compensación y de desarraigo personal llevado a cabo por este Estado. En general, hemos observado que el binomio individuo y Estado juega un papel básico en toda la configuración de esta política y que es un elemento clave para entender la crisis. Otros problemas del Estado del Bienestar han sido fruto de la mentalidad utilitarista y hedonista propiciada desde las altas instancias gubernamentales: el envejecimiento de la población –con los problemas que esto conlleva para el relevo generacional, el rendimiento laboral y los subsidios de ancianidad- o la búsqueda del propio interés y placer incompatible con la solidaridad que debería estar en la base de estos Estados. Es asimismo significativa la visión de que esta crisis es un fenómeno irreversible, a la vez necesario y dañoso para el sistema capitalista. Este tratamiento es el más cercano al actual discurso sobre la sostenibilidad del Estado del Bienestar. 

 A pesar de la disparidad en las críticas y en las causas detectadas, creemos descubrir una fuente común de la crisis en la antropología y la Filosofía política que lo sustenta. Y son las afirmaciones modernas llevadas a sus últimas consecuencias las que han generado esta situación. En un último apartado del capítulo aventuramos las posibilidades de salida que se ofrecen al Estado del Bienestar o sus alternativas dentro del amplio abanico político y filosófico. También aquí se descubren unas líneas comunes que apuntan a nuestra misma tesis, pero no todas estas alternativas son igualmente válidas. 

 Estos dos últimos capítulos son más técnicos y tratan cuestiones más cercanas a un planteamiento sociológico. Sin embargo, creemos que son un buen complemento a una tesis estrictamente filosófica sobre los presupuestos éticos y políticos del Estado del Bienestar. En realidad, a lo largo de la tesis iremos viendo cómo las ideas influyen en los hechos y en la práctica y también la realidad cotidiana tiene su influencia en la respectiva reflexión filosófica o política. Un claro ejemplo de esto es que a la luz de los principios filosóficos se entiende mejor cómo en varias constituciones se contempla el derecho al bienestar y que esto sea plenamente aceptado en la sociedad en general. 

 Las conclusiones finales, además de recopilar las tesis más importantes, quieren ser una toma de postura. De esta manera extraemos los presupuestos éticos y políticos del Estado del Bienestar que habremos ido esclareciendo capítulo tras capítulo. Presupuestos que, una vez puestos en claro, aportan una gran luz sobre la génesis de la crisis y sus causas, y más si tenemos en cuenta su alto grado de arraigo social. Es más, una de nuestras afirmaciones declara la influencia directa de tales principios en la generación de la crisis. Los presupuestos aquí señalados no explican toda la Filosofía del Estado del Bienestar. Nuestro enfoque ha iluminado estos, mientras que otros enfoques iluminarán otros presupuestos. 

Respecto a la metodología empleada, ya hemos anunciado que principalmente se basa en el recurso a autores relevantes y en la consulta y confrontación de sus textos más significativos para los temas a tratar. Ciertamente, la diversidad de autores citados da razón por sí misma de la variedad de procedencia, de profundidad filosófica, etc apreciable entre los textos que jalonan estas páginas. El criterio de selección y de búsqueda ha sido el del influjo ejercido por estos autores en la formación de la base del Estado del Bienestar o en su desarrollo posterior. El recurso a numerosos autores se justifica aún más en el último capítulo en que se analizan algunas de las diferentes explicaciones de la crisis y las diversas propuestas de futuro, entre las que incluimos no sólo las estrictamente políticas sino alguna otra de corte más antropológico, como es el caso de la reflexión acerca de la dignidad de la persona humana y el bien común que realiza la Iglesia católica.

La heterogeneidad y cantidad de autores consultados ha hecho imposible hacer un seguimiento de cada uno en su propio idioma. Razón que me ha llevado a manejar las ediciones traducidas al castellano, cuando las había, -aunque completadas con consultas puntuales a ediciones originales- y cuando no, he optado por traducirlas yo misma para no romper la continuidad del idioma presente desde las primeras páginas. Este criterio ha sido aplicado no sólo a la bibliografía principal sino también a la secundaria. Cuando el texto traducido lo encontraba en una edición castellana he procurado dejar constancia de la referencia, mientras que cuando el texto manejado estaba en otro idioma –principalmente inglés o alemán- la traducción es mía y dejo constancia de ello con las iniciales de Traducción del Autor (T.A). 

Por último, debo aclarar que la bibliografía actual sobre el Estado del Bienestar es tan amplia que a la fuerza he tenido que hacer una selección, para la que me he servido de pautas que atendían a la diversidad de contenido o de perspectiva desde la que se trataba el tema, a la accesibilidad de las obras o al prestigio de los autores. 

CAPÍTULO I 

BIENESTAR Y FELICIDAD 

 Cuando hablamos del bienestar todos pensamos en algo relacionado con la felicidad o el placer, en estrecha relación con las aspiraciones de cada persona, es decir, con sus intereses, y con un contenido de carácter material o bien de tipo espiritual o cultural, más o menos objetivable, que es un bien para el que lo busca. Precisamente por la ligazón entre el bienestar y todos los demás términos resulta a veces difícil diferenciarlos y nos encontramos muchas ocasiones en que se confunden. Cuando se dirige la mirada hacia el Estado del Bienestar, se observa la misma ambigüedad a la hora de definir el bienestar: trabajo, salud, felicidad, seguros, un sueldo mínimo o máximo, etc. Entran en juego muchos otros conceptos que son ofrecidos por el Estado.

Nuestra labor es poner de manifiesto esta ambigüedad y tratar de captar lo que se entiende o puede ser entendido por bienestar. Para una primera aproximación nos serviremos del Diccionario de la Lengua Española de la Real Academia. 

El concepto ‘bienestar’ tiene estas tres entradas: 

 1. Conjunto de las cosas necesarias para vivir bien. 

 2. Vida holgada o abastecida de cuanto conduce a pasarlo bien y con tranquilidad. 

 3. Estado de la persona humana, en el que se le hace sensible el buen funcionamiento de su actividad somática y psíquica.
 

Las tres hacen referencia a algo valorado positivamente, sin embargo, observamos que se soslaya la utilización de la palabra felicidad. Mientras las primera identifica el bienestar con cosas materiales que hacen posible el vivir bien, la segunda alude a la vida misma, caracterizada por una holgura o abastecimiento de lo mencionado en la primera definición más un tinte de tranquilidad, y la tercera a un estado sensible de la persona, es decir, a una manera de estar (bien estar) en la que todo marcha bien, tanto el plano físico como el psíquico. Son tres interpretaciones distintas que reflejan ya la diversidad de concepciones que se han dado. 

Cosas necesarias, vivir bien, vida holgada, tranquilidad, estado sensible, buen funcionamiento físico y psíquico, interés individual, etc, todas estas nociones estarán también presentes, de una u otra manera, en el estudio que acometeremos a continuación. Detrás de todos ellos, a modo de leit motiv, se deja entrever otra más fundamental que les da razón de ser, la de felicidad. Bienestar y felicidad aparecen unidos, aunque por relaciones diferentes en función de la teoría que los explique.

  El orden que seguiremos será estudiar, en primer lugar, el concepto aristotélico de bienestar, englobado en su teoría eudaimonista teleológica; el concepto subyacente al Utilitarismo y al hedonismo, en segundo lugar, y, por último, las propuestas de ampliar el bienestar material, que defiende un autor contemporáneo, A.Sen, premio Nobel de economía, y la de recuperar los bienes de carácter social, a cargo del canadiense C.Taylor. Los primeros representan dos enfoques distintos y hasta opuestos de la felicidad que aglutina a su alrededor, como en torno a los dos polos de un debate, la mayoría de los discursos acerca de este tema. Por esta razón ofrecemos un estudio un tanto incisivo sobre sus doctrinas. Tal bipolaridad queda de manifiesto en la aportación al debate actual de Sen y Taylor. 

1. ARISTÓTELES, FELICIDAD Y VIDA BUENA. 

1.1. Bien y felicidad.  

En la historia de la Ética la teoría aristotélica sobre la felicidad es punto de partida para multitud de corrientes y de posturas filosóficas y morales. Por esta razón, y porque aún hoy en día es aceptada por muchas personas, hemos decidido empezar a estudiar el bienestar por este autor. Antes de abordar la visión aristotélica conviene advertir que el estagirita no usa una palabra griega que sea totalmente equivalente a la de bienestar. Sin embargo nos ha llamado la atención el hecho de que en algunas de las traducciones castellanas, tanto de la Política como de la Ética a Nicómaco1 apareciera esta palabra. Es interesante averiguar qué entendía Aristóteles por bienestar, sobre todo cuando su equivalente griego no responde a una única expresión. Advertido esto, creemos necesario tener una visión completa de la teoría ético-política aristotélica en la que podamos situar de manera más comprensible y justificada su comprensión del bienestar, porque sin una referencia previa a la felicidad, a la naturaleza humana, al fin, al bien, no es fácil comprender su postura.  

1ARISTÓTELES, Ética Nicomáquea; Tr. J. Pallí Bonet, Madrid, Gredos, 1995 3ªreim. ——, Política; Tr. M. García Valdés, Madrid, Gredos, 1994 1ªreim. 

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