¿En verdad funciona la economía de plataformas?
¿Tienes un auto? ¿Te sobra un cuarto en casa? ¿Tienes tiempo libre y sabes cómo reparar objetos? Tal vez hayas escuchado acerca de la economía colaborativa (sharing economy), economía por encargo (gig economy), economía bajo demanda (on-demand economy), economía entre pares (peer-to-peer economy) o economía de plataformas (platform economy), todas expresiones que designan a una nueva tendencia económica que, sin embargo, aún es muy difusa, al menos en México.
En el último número de The New Yorker, Nathan Heller hace un recuento de cómo funcionan las compañías que trabajan en el marco de esta gig economy, las cuales tienen características específicas que si bien las hacen similares, no son lo suficientemente convincentes como para decir que existe una industria homogénea.
De acuerdo con Heller, lo que define a las compañías que forman parte de la economía de plataformas es que normalmente tienen mercados basados ??en calificaciones y sistemas de pago dentro de una aplicación digital; ofrecen a los trabajadores la oportunidad de ganar dinero en sus propios horarios, en lugar de a través de la adhesión profesional y encuentran ventajas en los nichos de mercado que se considera que han sido abandonados o que ofrecen un mal servicio a un alto costo.
Quienes defienden y promueven la existencia de este tipo de compañías aducen que sus beneficios son de consideración, ya que la gig economyalienta la libertad y la flexibilidad para trabajar en el momento y el lugar que el trabajador decida. Sus detractores, sin embargo, están preocupados porque estas empresas representen mayor inestabilidad financiera para los trabajadores, de acuerdo con un estudio realizado por el Pew Research Center.
Según el estudio, 24% de los adultos estadounidenses han ganado dinero en la economía de plataformas durante el último año . Pero más allá de estas cifras, lo que revela el estudio del centro de investigación es que existe una amplia variedad de experiencias entre quienes utilizan la economía de plataformas. Por un lado, se encuentran los usuarios casuales de estas herramientas, quienes realizan pequeños trabajos durante su tiempo libre y que consideran las ganancias por estos trabajos como un ingreso extra. En el otro extremo están los trabajadores que dependen en buena parte de los ingresos que reciben mediante el uso de las plataformas digitales.
Para los directivos de empresas que forman parte de la gig economy, como es el caso de Uber, TaskRabbit, Handy, AirBnB, Lyft o Etsy, este nuevo modelo de negocio representa la democratización del capitalismo, ya que se elimina a los intermediarios y se fomenta la relación laboral entre pares. Para Nathan Heller, sin embargo, a diferencia de los modelos del siglo XIX y XX, la gig economy refleja los valores infinitamente personalizables de nuestra propia época, pero sus efectos sociales, no probados por el tiempo, siguen siendo inciertos .
En este sentido, el estudio del Pew Research Center también encontró marcadas diferencias entre aquellas personas que ganan dinero en las plataformas digitales donde los usuarios contribuyen con su tiempo y esfuerzo y quienes ganan dinero a partir de plataformas en las que se realizan transacciones de objetos.
La participación en las plataformas de trabajo, por ejemplo, es más común entre los negros y latinos que entre los blancos, más común entre aquellos con ingresos familiares relativamente bajos que aquellos con ingresos familiares relativamente altos y más común entre los adultos jóvenes que cualquier otro grupo de edad. Pero cuando se trata de plataformas de capital como la venta en línea, es más frecuente entre los blancos que los negros, más común entre los ricos y bien educados que aquellos con niveles más bajos de ingresos y logros educativos , refiere el estudio.
AirBnB, por ejemplo, se considera a sí misma como la salvación de la clase media en Estados Unidos. Sin embargo, para Heller, esto no es del todo cierto. Lo que en realidad está ocurriendo es una especie de sublimación de la riqueza, ya que en el modelo de la gig economy está ayudando a desviar las ganancias desde los bolsillos de los trabajadores tradicionales de servicios hacia otros bolsillos de personas más privilegiadas .
Otra de las objeciones que se le han hecho a las plataformas que son parte de esta economía es el uso de la llamada neolengua, lo que sirve para reducir al máximo los costos de operación de la compañía: en este sentido, las compañías, en lugar de llamar a los trabajadores como tales, les confiere el nombre de proveedores o contratistas, por lo que no existe una relación laboral que los vincule con la empresa.
Los gobiernos son otro de los agentes que tampoco parece estarse dando muy bien cuenta de las implicaciones sociales y jurídicas que acarrea la gig economy. Volviendo al caso de AirBnB, una persona que renta un espacio a través de esta plataforma, puede elegir qué tipo de persona desea que se aloje en su casa. Y si a esa persona no le gusta una clasificación racial específica, ¿estaría realizando un acto de discriminación? En el caso de México, resulta relevante el sector de las fintech, ya que existen algunas empresas fintech que funcionan bajo el modelo de la gig economy, pero no todas las empresas fintech son de este tipo. Lo que resulta interesante es que fue este sector el primero en ser regulado por las autoridades mexicanas, mientras el sector del transporte, con empresas como Uber o Cabify, distan mucho de estar reguladas
Como en prácticamente todas las empresas de servicios, al final serán los usuarios quienes deciden qué funciona y qué no. De acuerdo con el Pew Center, la mayoría de los estadounidenses piensa que los trabajos en estas plataformas son buenas opciones para quienes deseen un horario laboral flexible o para los adultos mayores, que no pueden trabajar una jornada completa. Uno de cada tres trabajadores de estas plataformas digitales dijo que los ingresos que ganan en ellas son esenciales para satisfacer sus necesidades más básicas .
rodrigo.riquelme@eleconomista.mx
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