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miércoles, 31 de octubre de 2018

“Economía en La Rebelión de Atlas”  por Richard Salsman



“Economía en La Rebelión de Atlas”  por Richard Salsman
[Nota del autor: Este ensayo asume que el lector ha leído La Rebelión de Atlas, pues revela parte de la trama.]
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[Nota del traductor: Publicamos la traducción al castellano en seis partes: 1) la fuente de la riqueza; 2) el papel del empresario; 3) la naturaleza del beneficio; 4) la esencia de la competencia; 5) el resultado de la producción; 6) el propósito del dinero.]
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La Economía es considerada hoy en día como algo seco, inanimado, aburrido; sin embargo, teniendo en cuenta lo que la Economía estudia, eso no debería ser así. La Economía estudia la producción y el intercambio de bienes materiales en una sociedad en la que existe la división del trabajo. Vivimos en un mundo material, producimos valores materiales para poder vivir y prosperar, e intercambiamos esos valores por valores producidos por otras personas,  con el fin de mejorar nuestras vidas.

En otras palabras, la Economía estudia uno de los principales medios por los cuales la gente vive y alcanza la felicidad.

¿Por qué, entonces, hay tanta gente que piensa que esta ciencia es aburrida? Y ¿Qué podría remediar la situación?

Las respuestas pueden ser vislumbradas comparando dos libros, cada uno de los cuales ha vendido millones de copias durante las últimas cinco décadas: “Atlas Shrugged” (La Rebelión de Atlas) de Ayn Rand (1957) y “Economics” (Economía) de Paul Samuelson (1948).
El primero es una historia sobre el papel de la razón en la vida del hombre, y sobre qué pasa en una economía cuando los hombres de la mente hacen huelga; el segundo es el libro de texto de economía “por excelencia” de los siglos XX y XXI, y generalmente es de lectura obligatoria para estudiantes que se inician en esa materia (1).

Aunque Atlas es una obra de ficción, y aunque Rand no era economista, su novela está repleta de verdades económicas. Por el contrario, aunque “Economics” es un libro de texto, y aunque Samuelson era economista (y además premio Nobel), su libro está lleno de falsedades económicas; y mientras que las verdades en Atlas están dramatizadas con pasión y con emoción, las falsedades en “Economics” son comunicadas con prosa inerte y aburrida (2).

Para que nadie piense que Atlas es más interesante que “Economics” simplemente porque los medios utilizados son diferentes – uno es ficción y el otro no – observemos que los trabajos de no ficción de Rand (y muchos otros ensayos de otros autores) son, con diferencia, mucho más interesantes que muchas obras de ficción.
Por otro lado, está claro que el aburrimiento de la gente con la economía tampoco se debe exclusivamente al libro de Samuelson; pero su texto y los textos que han sido influenciados por él – que constituyen el enfoque moderno a esta materia — han contribuido muchísimo a la forma en que la economía es enseñada, y a cómo es considerada hoy.

Para ver la diferencia entre el enfoque moderno a la economía y el enfoque dramatizado en Atlas, analizaremos la esencia de cada uno de ellos con relación a seis áreas clave: la fuente de la riqueza, el papel del empresario, la naturaleza del beneficio, la esencia de la competencia, el resultado de la producción, y el propósito del dinero.

La fuente de la riqueza

Samuelson y sus colegas sostienen que la riqueza resulta esencialmente de aplicar el trabajo (el trabajo físico, manual, no el trabajo mental) a ciertas materias primas (o “recursos naturales”). Es la noción de que el valor económico de un bien o un servicio refleja el trabajo físico que fue empleado al fabricarlo o producirlo. Es lo que se conoce como la “teoría del valor-trabajo”, y fue inicialmente expuesta por economistas clásicos como Adam Smith, David Ricardo y Karl Marx (3).

Esa es la teoría generalmente aceptada hoy día, sobre todo por los grupos izquierdistas. A finales del siglo XIX, sin embargo, tratando de contrarrestar la creciente acusación marxista de que los trabajadores estaban siendo robados por los capitalistas codiciosos, algunos economistas de libre mercado modificaron esa teoría para alegar que “los deseos del consumidor” también determinan el valor, junto con el trabajo. Ese enfoque – conocido como la “economía neoclásica” – es ahora ampliamente aceptado, y es la opinión que generalmente presentan los libros de texto actuales.
Ayn Rand, en cambio, sostiene que la mente – el pensamiento humano y la inteligencia derivada de él – es la principal fuente de la riqueza. La mente, dice ella, determina no sólo el trabajo físico, sino también la organización de la producción; los “recursos naturales” no son más que riqueza potencial, no riqueza real, y los deseos del consumidor no son la causa de la riqueza, sino su resultado.
Cada uno de los grandes productores en Atlas – Hank Rearden, Dagny Taggart, Francisco D’Anconia, Ellis Wyatt, Ken Danagger, Midas Mulligan o John Galt – se dedica sobre todo y ante todo a usar su propia mente. Cada uno piensa, hace planes a largo plazo, y produce bienes o servicios como resultado. Atlas dramatiza este principio de muchas formas, pero quizás más vívidamente a través del trabajo de Rearden. En una escena, él está en su fábrica de acero contemplando el primer vertido del primer pedido de su nuevo y revolucionario metal. Dedica unos momentos a recordar y a reflexionar sobre los diez largos años de pensamiento y esfuerzo que necesitó para llegar a ese punto. Había comprado una fábrica en quiebra a pesar de que los expertos habían descartado tanto a la empresa como a la industria por carecer de futuro. Rearden le había insuflado nueva vida a ambas.

Rand escribe que
“la suya era una vida vivida bajo el axioma de que el más constante, claro e implacable funcionamiento de su facultad racional era su principal deber” (p. 122).

Y esta es una indicación del proceso de producción en su fábrica de acero: “Doscientas toneladas de un metal destinado a tener una dureza mayor que la del acero, un líquido fluyendo a una temperatura de cuatro mil grados, tenían el poder de destruir a todas y cada una de las paredes de la estructura y a aniquilar a cada uno de los hombres que trabajaban cerca de ese río. Pero cada centímetro de su recorrido, cada kilo de su presión, y el contenido de cada molécula en su interior estaban controlados y realizados por una intención consciente que había trabajado en ello durante diez años” (p. 34).
Rand muestra que la mente de Rearden es la fuente de esta riqueza, y que el trabajo y los materiales había estado inactivos hasta que su mente entró en escena para trabajar.
Otros en Atlas expresan la misma opinión sobre el empresario.
La esposa de Rearden desdeña sus logros: “Las actividades intelectuales no se aprenden en el mercado”, le reprocha, “es más fácil verter una tonelada de acero que hacer amigos” (p. 138).
Un vagabundo en un restaurante acosa a Dagny Taggart con una actitud parecida:

“El hombre es sólo un animal de bajo nivel, sin intelecto”, gruñe, “su único talento es una astucia innoble para satisfacer las necesidades de su cuerpo. No se requiere inteligencia para eso. . . . Mira nuestras industrias – los únicos logros de nuestra supuesta civilización – construidas por vulgares materialistas con objetivos, intereses y sentido moral de cerdos” (p. 168).

¿Tal vez un economista sería capaz de reconocer la naturaleza de los logros de Rearden?

Mientras el metal está siendo vertido, en un tren que pasa cerca de la fábrica un profesor de economía le pregunta a su compañero:

“¿Qué importancia tiene un individuo comparado con los titánicos logros colectivos de nuestra era industrial?” (p. 33). Esa “importancia” está ocurriendo precisamente al otro lado de la ventana, pero él no la ve, conceptualmente hablando.

Y los demás tampoco:

“Los pasajeros no prestaron atención; una tanda más de acero que estaba siendo vertido no era un acontecimiento que les habían enseñado a apreciar” (p. 33).

Profesores como ese les habían enseñado a no darle importancia ni prestarle atención.
Estas escenas muestran cómo la inteligencia crea la riqueza, cómo el éxito en los negocios implica un proceso de pensamiento y de planificación a largo plazo, ejecutados por un individuo enfocado… y lo poco que eso se entiende.

Pero Dagny sí lo entiende, como muestra la escena de su primer recorrido en la Línea John Galt. Viajando a velocidades sin precedentes sobre unas vías y un puente hechos del todavía no probado Metal Rearden, en la cabina de la locomotora donde también están Rearden y el maquinista Pat Logan, Dagny piensa: “¿Quién ha hecho posible que cuatro diales y tres palancas delante de Pat Logan puedan trasladar el increíble poder de los dieciséis motores detrás de ellos y ponerlo bajo el control sin esfuerzo de la mano de un solo hombre?” (p. 226).

“Transmitir la violencia golpeadora de dieciséis motores, pensó, la potencia de siete mil toneladas de acero y de mercancías, soportarla, agarrarla y catapultarla alrededor de una curva, esa era la imposible hazaña realizada por dos tiras de metal no más anchas que su brazo.
¿Qué hacía eso posible?
¿Qué poder le había dado a una combinación de moléculas invisibles el poder del cual sus vidas y las vidas de todos los hombres que esperaban los ochenta vagones dependían?
Vio el rostro y las manos de un hombre en el resplandor de un horno de laboratorio, inclinado sobre el blanco líquido de una muestra de metal” (p. 230).

El hombre, por supuesto, es Rearden; su mente racional, no su trabajo manual, era el factor fundamental para formar y controlar la naturaleza, y para satisfacer las necesidades humanas.

A diferencia del profesor de economía, Dagny sí es consciente de ello y lo comprende. Ella se pregunta y responde a cuestiones que nunca se le habían ocurrido al académico.

“¿Por qué había tenido siempre ese alegre sentido de seguridad cuando miraba a las máquinas? . . . Están vivas, pensó, porque son la forma física de acción de un poder viviente: de la mente que había sido capaz de captar la totalidad de esa complejidad, de establecer su propósito, de darle forma. . . . Le parecía que los motores eran transparentes y que estaba viendo la red de su sistema nervioso. Era una red de conexiones más intrincadas y más cruciales que todos sus cables y circuitos: las conexiones racionales hechas por la mente humana que había creado cualquier parte de ellos por primera vez. Están vivos, pensó, pero su alma opera por control remoto” (pp. 230-31).
Las máquinas funcionan, en última instancia, por las mentes de sus creadores, no por los músculos de sus operadores.
La mente poderosa crea máquinas para extender y amplificar la potencia de músculos que sin ellas serían frágiles.

Como John Galt expresa este punto: las máquinas son “la forma congelada de una inteligencia viva” (p. 979) (4).
Atlas ilustra este principio en varias ocasiones, tanto en la trama como en el diálogo. “¿Habéis indagado alguna vez el origen de la producción?”, les pregunta Francisco a espectadores indiferentes en una fiesta.

“Mirad un generador eléctrico y atreveos a decir que fue creado por el esfuerzo muscular de brutos insensatos. Intentad hacer crecer una semilla de trigo sin el conocimiento que os dejaron los hombres que tuvieron que descubrirlo por primera vez. Tratad de obtener vuestro alimento sólo a base de movimientos físicos – y aprenderéis que la mente del hombre es la raíz de todos los bienes producidos y de toda la riqueza que haya existido jamás sobre la tierra.”(p. 383).

El filósofo Hugh Akston le dice a Dagny,

“Todo trabajo es un acto de filosofía. . . . ¿La raíz del trabajo? La mente del hombre, señorita Taggart, la mente razonadora del hombre” (p. 681).

El compositor Richard Halley le dice: “Se trate de una sinfonía o de una mina de carbón, todo trabajo es un acto de creación y proviene de la misma fuente: de una capacidad inviolable de ver a través de los propios ojos, lo que significa: la capacidad de realizar una identificación racional; lo que significa: la capacidad de ver, de conectar y de hacer lo que no había sido visto, conectado y hecho antes” (p. 722).

Cuando Dagny, en el valle, ve el edificio del generador de Galt, tenemos de nuevo la metáfora del cableado eléctrico y de las conexiones conceptuales: Dagny piensa en “la energía de una sola mente que había sabido cómo hacer que las conexiones eléctricas siguieran las conexiones de su pensamiento” (p. 674). Más tarde, Galt le da un significado más profundo a esa conexión:

“Así como no puedes tener efectos sin causas, tampoco puedes tener riqueza sin su fuente: sin inteligencia”. (p. 977).

El mito del libro de texto de que la riqueza puede obtenerse sin inteligencia queda dramatizado cuando el Estado se apodera del Metal Rearden para el supuesto “bien común”. El metal es rebautizado con el nombre de “Metal Milagro” y en lo sucesivo podrá ser legalmente fabricado por quien quiera hacerlo (p.519).

Rearden imagina a los parásitos esforzándose por manejar su creación. “Estaba viéndolos a través de los bruscos movimientos de un simio haciendo una rutina que había aprendido a copiar por hábito muscular, realizándola para fabricar el Metal Rearden, sin conocimiento y sin capacidad para saber qué había ocurrido en el laboratorio experimental a lo largo de diez años de dedicación apasionada a un penosísimo esfuerzo. Era apropiado que ahora lo llamaran “Metal Milagro” – “milagro” era el único nombre que podían darle a esos diez años y a la facultad de la cual el Metal Rearden había nacido – el producto de una causa desconocida, incomprensible. . .” (P. 519).

Recordemos al banquero en Atlas, nacido Michael Mulligan, que también es el hombre más rico del país. Un periódico dice que su sagacidad para invertir es comparable a la del mítico rey Midas, puesto que todo lo que toca se convierte en oro. “Es porque sé lo que tocar”, dice Mulligan. Al gustarle el nombre de Midas, lo adopta. Un economista lo ridiculiza llamándolo un mero apostador. Mulligan responde: “La razón por la que nunca te harás rico es que crees que lo que hago es apostar”. (p. 295).

Rand muestra que lo que Mulligan y los otros productores hacen no es apostar, sino observar la realidad, integrar y calcular; en una palabra: pensar.
Muchos manuales de economía insisten en que la riqueza puede ser obtenida por la fuerza, a través de un “poder de monopolio”, de mandatos, o de políticas públicas “de estímulo”.
Pero Atlas muestra que la fuerza, al negar la mente, niega la creación de riqueza.

Como recordáis, un arsenal de controles estatistas le es impuesto a la producción, de los cuales el control más invasivo es la Directiva 10-289, que tiene como objetivo congelar todas las opciones y actividades de mercado para que la economía pueda “recuperarse”. Francisco llama a la Directiva “una moratoria de cerebros”, y cuando es aprobada, Dagny abandona su trabajo, negándose a trabajar como esclava o como capataz de esclavos.

Del mismo modo, al enterarse que Ley de Igualdad de Oportunidades ha sido aprobada, Rearden introspecciona:

“El pensamiento – se dijo suavemente a sí mismo – es un arma que uno usa para poder actuar. Ninguna acción era posible. El pensamiento es la herramienta a través de la cual uno elige una opción. No le quedaban más opciones válidas. El pensamiento establece el objetivo de uno y la forma de alcanzarlo. En una cuestión en la que veía su vida siendo desgarrada pedazo a pedazo, él no tendría ninguna voz, ningún propósito, ninguna opción, ninguna defensa” (p. 202).
También él desaparece.

Más adelante, Galt explica: “No puedes forzar a la inteligencia a trabajar: los que son capaces de pensar no trabajarán bajo compulsión; los que lo hagan no producirán mucho más que el precio del látigo necesario para mantenerlos esclavizados” (p. 977). Poco después, unos matones capturan a Galt y tratan de reclutarlo para que se convierta en el dictador económico. Ellos lo consideran a él “el mejor organizador económico, el administrador de más talento, el planificador más brillante”, y tratan de forzarle a usar sus habilidades para salvar al país de la ruina (p. 1033). Cuando es finalmente obligado a hablar, Galt les pregunta cuáles son los planes que ellos creen que debería presentar. Ellos se quedan sin palabras.

La premisa de los libros de texto de que una economía sin hombres pensantes funcionaría normalmente queda expresada por Ben Nealy, un contratista de la construcción que grita:

“Músculos, señorita Taggart. . . músculos: eso es lo único que se necesita para construir cualquier cosa en el mundo” (p. 154).

Dagny mira hacia un cañón entre las montañas y un lecho de río seco, lleno de piedras y troncos de árboles: “Se preguntó si rocas, troncos de árboles y músculos podrían alguna vez hacer un puente sobre ese cañón. Se preguntó por qué de repente se había puesto a pensar que cavernícolas habían vivido desnudos en el fondo de ese barranco durante siglos” (p. 155). Más tarde, durante su viaje en la Línea John Galt, Dagny reflexiona que si la inteligencia desapareciera de la tierra, “los motores se detendrían, porque ese es el poder que los mantiene funcionando: no el petróleo bajo el suelo bajo sus pies, el petróleo que se volvería a convertir en lodo primigenio; no los cilindros de acero que se convertirían en manchas oxidadas en las paredes de las cuevas de salvajes temblorosos, sino el poder de una mente viviente: el poder de pensar y decidir y actuar” (p. 231).

¿Qué apariencia presenta el trabajo sin mente?

Más adelante en la historia, cuando fallan los interruptores de señales en la vía, Dagny visita la sala de mando y ve a trabajadores manuales en pie frente a estantes de cables complicados y de palancas que les rodean, “una enorme complejidad de pensamiento” que permitía que “el movimiento de una mano humana estableciera y garantizara el curso de un tren”. Pero ahora el sistema está inoperativo, y ningún tren puede entrar o salir de la terminal Taggart. “Los trabajadores pensaban que la contracción muscular de una mano era lo único necesario para mover el tráfico, y ahora los hombres de la torre estaban inactivos; y en los grandes paneles frente al director de la torre, luces rojas y verdes que se habían encendido y apagado anunciando el progreso de trenes a kilómetros de distancia eran ahora unas cuentas de vidrio, como las cuentas de vidrio por las que otro grupo de salvajes había vendido tiempo atrás la isla de Manhattan”. “Llame a todos sus trabajadores no cualificados”, dice Dagny. “Vamos a mover los trenes, y vamos a hacerlo manualmente”. ¿Manualmente?” dice el ingeniero de señales. “¡Sí, hermano! Y ¿por qué debería sorprenderte? . . . El hombre es sólo músculos, ¿no? Estamos volviendo al pasado, al pasado en el que no había sistemas de interconexión, ni semáforos, ni electricidad; volviendo a la época en que las señales del tren no estaban hechas de acero y cables, sino de hombres empuñando faroles. Hombres físicos, sirviendo como faroles. Lo habéis proclamado durante mucho tiempo… habéis conseguido lo que queríais” (pp. 875-76).
Este principio se dramatiza más aún cuando los saqueadores políticos usurpan los campos de petróleo de Ellis Wyatt, el ferrocarril de Dagny, las fábricas de acero de Rearden, las minas de cobre de Francisco y las minas de carbón de Ken Danagger. Los saqueadores no consiguen hacer que las propiedades produzcan como lo hacían antes.

Nos damos cuenta que el pensamiento es necesario tanto para mantener sistemas complejos de riqueza como para crearlos.
En su discurso, Galt se dirige a los escritores de libros de texto: “… que al caníbal que gruñe que la libertad de la mente del hombre fue necesaria para crear una civilización industrial pero no es necesaria para mantenerla, se le dé una lanza y una piel de oso, no una cátedra en la facultad de Economía” (pág. 957).

Cuando la maquinaria de los productores se separa de la inteligencia de éstos y es abandonada a la ignorancia y los caprichos de la gente irreflexiva, el resultado es decadencia y destrucción.
Cuando la empresa Taggart Transcontinental le es dejada al incompetente y evasivo James Taggart – quien, en medio de emergencias acostumbra a gritar que los hombres no pueden permitirse “el lujo de pensar”, y que no tiene tiempo para “teorizar sobre causas” o sobre el futuro – la compañía empieza a hundirse. Un relato altamente dramático de ese principio es el desastre del Túnel Winston, en el que una locomotora de carbón lanzando humo es enviada a través del túnel para satisfacer dictados burocráticos, y todos a bordo mueren. Cada uno de los implicados en esa estúpida decisión abdica de su responsabilidad. Cuando James Taggart oye la noticia, él evade su significado: “Era como si él estuviera sumergido en un mar de niebla, luchando para impedir que el desastre adquiriera forma final. Lo que existe posee identidad; él podía mantenerlo fuera de la existencia rehusándose a identificarlo. No examinó los eventos de Colorado; no intentó averiguar su causa, no consideró sus consecuencias. No pensó” (pág. 576-577).

Una de las víctimas perpetradora del desastre era “el hombre de la salita 2, coche número 9, un profesor de economía que abogaba por la abolición de la propiedad privada, explicando que la inteligencia no tiene ningún papel en la producción industrial, que la mente del hombre está condicionada por herramientas materiales, que cualquiera puede administrar una fábrica o un ferrocarril, y que es sólo cuestión de apoderarse de la maquinaria” (pág. 561).

Mientras los economistas modernos consideran que la causa de la riqueza es el trabajo manual o los deseos del consumidor o la coerción del gobierno, Ayn Rand dramatiza el hecho de que la riqueza es un producto de la mente, y que ésta no puede funcionar bajo coerción.

Notas
1. Por supuesto que no todos los economistas están de acuerdo con todo lo expuesto en el libro de Samuelson (ni siquiera el propio Samuelson, autor de diecinueve ediciones del mismo), pero su texto es tan representativo de la opinión general de los economistas modernos como cualquier otro.
2. No era el objetivo de Rand el dar lecciones de economía en Atlas; sin embargo, como veremos, ella ingeniosamente concreta y dramatiza los principios económicos correctos.
3. Una primera versión de la teoría del valor-trabajo parece surgir en el capítulo 5 (“Sobre la propiedad”) del Segundo Tratado del Gobierno (1690) de John Locke (1632-1704), pero lo que escribe no especifica el trabajo manual exclusivamente, ni tampoco excluye el trabajo de la mente al determinar el valor.
4. Para una explicación técnica de esta idea de un economista profesional, véase Howard Baetjer, “El capital como Conocimiento Incorporado: algunas implicaciones para la teoría del crecimiento económico”. Revista de la Economía Austriaca, vol. 13 (2000), pp 147-74.

Richard Salsman es presidente de InterMarket Forecasting, Inc. una firma de consultoría en inversiones, con sede en Durham, Carolina del Norte, USA. Es autor de dos libros, seis capítulos y numerosos artículos sobre diversos aspectos de banca, economía y políticas públicas.

Traducción: Objetivismo.org, con permiso del autor y de Craig Biddle, presidente de The Objective Standard
[Nota personal del traductor: Habiendo estudiado el libro “Economía” de Samuelson durante la carrera (y a pesar de haber sacado nota máxima en esa asignatura), confirmo que aprendí más economía en mi primera lectura de Atlas (en 1978) que en cinco años de facultad.]

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lunes, 29 de octubre de 2018

Ontología. Teoría de las Ideas.



LA ESTRUCTURA DE LA REALIDAD (ONTOLOGÍA): LA TEORÍA DE LAS IDEAS.

 La teoría de las Ideas representa el núcleo de la filosofía platónica, el eje a través del cual se articula todo su pensamiento. 
 Esta doctrina consiste en la afirmación de que existen entidades inmateriales, absolutas, inmutables y universales, independientes del mundo físico: por ejemplo, la justicia en sí, la belleza en sí, la bondad en sí, el hombre en sí; de ellas derivan su ser todo lo justo, lo bello, lo bueno, todos los seres humanos, que hay en el mundo físico.
 Las ideas son sustancias, tienen existencia por sí mismas, es decir, poseen una existencia real e independiente del pensamiento humano y de las cosas que representan, por lo que la Idea es la forma única de algo múltiple. Sería el modelo (modelos primeros y únicos) de todo lo que existe.
 Estas Ideas, que son independientes del mundo físico (mundo de las cosas y de los hombres), existen en el mundo de las Ideas o inteligible, mientras que las cosas y los hombres pertenecen al mundo físico o sensible (concepción dualista de la realidad).

Características:
Mundo de las Ideas. Las Ideas son:
- Eternas: ni se generan ni se destruyen.
- Inmutables: no cambian con el paso del tiempo.
-  Inteligibles: se pueden conocer mediante el conocimiento.
- Universales: incluyen todos los objetos que pertenecen a un mismo tipo de cosas.
- Perfectas: tienen todas las cualidades deseables, por lo que no poseen defectos.
Mundo sensible. Las cosas son:
- Finitas: tienen fin en el tiempo
- Mutables: cambian con el tiempo.
- Ininteligibles: no se pueden conocer con el conocimiento.
- Particulares: cada una es lo que es y no otra cosa.
- Imperfectas.

Pero estos dos mundos contrapuestos no se encuentran aislados, sino que el mundo sensible no puede existir ni entenderse sin el de las Ideas, y el mundo de las ideas aspira a su realización en el físico. Platón separó las Ideas de las realidades del mundo físico. Las Ideas no dependen en su ser, en su verdad y en su permanencia de las cosas sensibles, pero los seres físicos sí dependen de las ideas.

Ejemplo: una Idea es justa en la medida en que ella se da la Idea de justicia. ¿Cuál es, entonces, la relación de los seres sensibles con las Ideas? En sus escritos, Platón recurre a dos términos para caracterizar esta relación:

a) Participación: los seres sensibles particulares participan de las Ideas correspondientes.
b) Imitación: los seres sensibles particulares imitan las Idaes.

Por lo que las Ideas son modelos que las cosas pretenden imitar a las cuales quieren acercarse sin conseguir igualarlos plenamente jamás. Ejemplo: ninguna esfera física, de bronce o de madera, es plena y perfectamente esférica, sólo lo es la esfera ideal.

 Estas Ideas constituyen un sistema en que todas se ensamblan y coordinan, en una gradación jerarquizada, cuya cúspide ocupa la Idea de Bien. Por debajo del Bien, están las Ideas éticas, por debajo de éstas las ideas estéticas, en un nivel inferior las ideas matemáticas y de relaciones y finalmente las ideas de todas las cosas ridículas e insignificantes.

 La Idea de Bien: es expresión de orden, del sentido y de la inteligibilidad de lo real. De la misma manera que el Sol en el mundo sensible hace que veamos las cosas, la Idea de Bien hace que los seres inteligibles puedan ser conocidos y a la inteligencia le da la facultad de conocerlos. El Bien les da al ser y el fundamento a las cosas sensibles, pero permaneciendo separada de ellas. Por lo que se a considera como la causa ontológica del ser de las cosas y como el criterio gnoseológico que fundamenta nuestro conocimiento de las cosas sensibles.

  En la teoría de las Ideas de Platón influyeron entre otros:
a) Los pitagóricos: ellos insistieron en las estructuras y relaciones matemáticas como principio de inteligibilidad del universo, y los entes matemáticos son Ideas para Platón.
b) Parménides: él distinguió entre lo que verdaderamente existe (realidad inmutable) y el universo cambiante. Platón toma de él el hecho de que las Ideas son lo que existe de verdad y poseen las mismas características que la realidad propugnada por Parménides. VER
 https://apuntesymasapuntes.files.wordpress.com/2011/09/ontologc3ada.pdf
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Ontología. Teoría de las Ideas.

La ontología platónica se caracteriza por el dualismo de mundos, es decir, por diferenciar claramente dos ámbitos de la realidad. Seguimos aquí la primera división del símil de la línea: la doxa o la opinión se desarrolla en el ámbito de las apariencias, esto es, en el mundo sensible, mientras que el conocimiento o episteme sólo puede existir en el ámbito inteligible, es decir, un ámbito sólo accesible a través de la inteligencia. A esta región se la conoce como mundo de las Ideas. Hemos mostrado que para justificar la existencia de las Ideas es necesario que exista algún tipo de indicio en la sensibilidad de que tales esencias existen: este indicio aparece en las figuras geométricas, que hacen que volquemos nuestra mirada hacia lo más elevado y perfecto, puesto que a través todavía de imágenes – y en esto consiste la relativa imperfección de las Ideas. Cuando hablamos del dualismo platónico en la teoría del conocimiento, la ontología o la antropología estamos en realidad de un doble problema: por un lado tenemos que pensar el chorismós, la separación o el corte entre realidades cualitativamente distintas; por otra parte, hemos de pensar que ese chorismos no nos permite separar las Ideas de tal modo que se desconectan absolutamente del mundo sensible. Nuestro reto, por tanto, en el problema platónico del dualismo, es entender a la vez la separación y el entrelazamiento: a esto lo acabaremos llamando symploké.

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https://apetitionisapoem.wordpress.com/2016/11/17/ontologia-teoria-de-las-ideas/

Lo que se ve y lo que no se ve Frédéric Bastiat (1801 - 1850) 

Lo que se ve y lo que no se ve Frédéric Bastiat (1801 - 1850) 

En el ámbito económico, un acto, un hábito, una institución, una ley, no producen sólo un efecto, sino una serie de efectos. De éstos, únicamente el primero es inmediato, y dado que se manifiesta a la vez que su causa, lo vemos. Los demás, como se desencadenan sucesivamente, no los vemos; bastante habrá con preverlos.

La diferencia entre un mal economista y uno bueno se reduce a que, mientras el primero se fija en el efecto visible, el segundo tiene en cuenta el efecto que se ve, pero también aquellos que es preciso prever. 

Sin embargo, esta diferencia es enorme, pues casi siempre ocurre que, cuando la consecuencia inmediata es favorable, las consecuencias ulteriores resultan funestas, y viceversa. De donde se sigue que el mal economista procura un exiguo bien momentáneo al que seguirá un gran mal duradero, mientras que el verdadero economista procura un gran bien perdurable a cambio de un mal tan sólo pasajero.

Eso mismo acontece en higiene y en moral. Muchas veces, cuanto más grato es el primer resultado de una costumbre, tanto más amargas serán las imprevistas consecuencias ulteriores, como sucede con la incontinencia, la pereza y la prodigalidad, entendidas como rutina. Así pues, cuando alguien experimenta el efecto que se ve, sin haber aprendido a discernir los que no se ven, se abandona a hábitos funestos, no ya sólo por inclinación, sino por cálculo.

Esto explica la evolución fatalmente dolorosa de la humanidad, que, cercada en su nacimiento por la ignorancia, se ve obligada a determinar sus actos por las primeras consecuencias de los mismos, pues son las únicas que, en principio, puede captar. Sólo con el tiempo aprende a tomar en consideración las demás. Para ello, cuenta con dos maestros claramente diferenciados, a saber, la experiencia y la previsión. 

La experiencia enseña con eficacia, pero también con brutalidad: haciendo que los experimentemos, nos instruye acerca de todos los efectos de un acto, y así, a fuerza de quemarnos, necesariamente aprenderemos que el fuego quema. 

A mí me gustaría poder sustituir ese rudo método por otro más suave: el de la previsión. Con este fin pretendo indagar sobre las consecuencias de algunos fenómenos económicos, poniendo las que no se ven cara a cara con las que se ven.

 EL CRISTAL ROTO

Veamos el ejemplo del hombre cuyo atolondrado hijo rompe un cristal. Ante semejante espectáculo, seguro que hasta treinta hipotéticos espectadores sabrían ponerse de acuerdo para ofrecer al atribulado padre un consuelo unánime: «No hay mal que por bien no venga. Así se fomenta la industria. Todo el mundo tiene derecho a la vida. ¿Qué sería de los vidrieros si nadie rompiese cristales?»

Pues bien, en esta formulación subyace toda una teoría en la que conviene percibir un flagrante delito (si bien, en este caso, leve), pero que es exactamente la misma que, por desgracia, gobierna la mayoría de nuestras instituciones económicas.

Suponiendo que haya que gastar seis francos en la reparación del desperfecto, si se mantiene que, gracias a ello, ese dinero ingresa en la industria vidriera, la cual se ve favorecida en tal cantidad, estaré de acuerdo y sin nada que objetar, pues el razonamiento es válido. Vendrá el vidriero, hará su trabajo y cobrará los seis francos, frotándose las manos y bendiciendo en su fuero interno la torpeza del chico. Esto es lo que se ve.

Mas, si por vía de deducción se quiere significar, como sucede con demasiada frecuencia, que es útil romper los cristales porque de este modo circula el dinero fomentando la industria en general, habré de objetar que, siendo cierto que semejante teoría se ocupa de lo que se ve, pasa por alto lo que no se ve.

No se ve que, puesto que nuestro hombre se ha gastado seis francos en una cosa, ya no los podrá gastar en ninguna otra. No se ve que, de no haber tenido que reponer el cristal, habría repuesto, por ejemplo, su calzado, o tal vez habría adquirido un libro para su biblioteca. Es decir, que hubiera dispuesto de seis francos para emplearlos en cualquier cosa.

Hagamos las cuentas de la industria en general. 

Con la rotura del cristal, la industria vidriera recibe un estímulo a razón de seis francos: esto es lo que se ve. 

De no haberse roto el vidrio, la industria del calzado (o la de cualquier otro ramo) se habría beneficiado de ese dinero: esto es lo que no se ve. 

Y si se tomase en consideración lo que no se ve, por ser un hecho negativo, lo mismo que lo que se ve, por ser un hecho positivo, se comprendería que la industria en general, o el conjunto del trabajo nacional, no tiene el menor interés en que se rompan o dejen de romperse los cristales.

Vamos ahora con las cuentas de nuestro ciudadano. 

En la primera hipótesis, que es la del vidrio roto, el hombre gasta seis francos y obtiene de nuevo lo que ya poseía. 

En la segunda, si el incidente no se hubiera producido, habría invertido los seis francos en calzado y tendría en su poder, además del cristal, un par de zapatos. 

Y como el ciudadano forma parte de la sociedad, hay que concluir que, tomada en su conjunto, y calculando el trabajo y su producto, la sociedad ha perdido el valor del vidrio roto.

Consecuencia que, si generalizamos, nos lleva a la inesperada conclusión de que la sociedad pierde el valor de los objetos destruidos inútilmente; o al enunciado, para pasmo de los proteccionistas, de que romper y derrochar no estimulan el trabajo nacional; o a la sencilla afirmación de que la destrucción no conlleva beneficio.

Me gustaría conocer lo que al respecto puedan decir el Moniteur Industriel o los partidarios del buen señor de Saint-Chamans, quien con tanta exactitud calculó lo que ganaría la industria, si ardiese todo París, por las casas que habría que reedificar. 

Estoy consternado por desbaratar sus ingeniosas cuentas, cuyo espíritu ha introducido en nuestra legislación. Pero le suplicaría que las echara de nuevo, esta vez teniendo en cuenta lo que no se ve junto a lo que se ve.

Es necesario que el lector considere que en el breve drama que acabo de someter a su atención no hay solamente dos personajes, sino tres. El primero, el ciudadano, representa al consumidor, limitado a un solo goce en lugar de los dos de que disponía antes de la destrucción. El otro, personificado en el vidriero, representa al productor, a quien el accidente fomenta su industria. El último es el zapatero (u otro industrial cualquiera), cuyo trabajo pierde en estímulo otro tanto de lo que el anterior ha ganado y precisamente por la misma causa. Este tercer personaje, a quien se mantiene siempre en la oscuridad y que representa lo que no se ve, es un término necesario del problema. Es el que nos hace comprender el gran absurdo que hay en ver un beneficio en la destrucción. El que nos ha de demostrar en breve que no es menos absurdo esperar un beneficio de la restricción, que, al fin y al cabo, no es más que una destrucción parcial. De manera que, si se examina el fondo de todos los argumentos que en su favor se emplean, no encontraremos más que una paráfrasis del dicho vulgar: 

qué sería de los vidrieros si nunca se rompiesen los cristales?

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martes, 9 de octubre de 2018

Develar la realidad social

Develar la realidad social

Develar la realidad social es algo que en las ciencias del espíritu se ha emprendido desde distintos puntos de vista.
Uso la palabra “develar” simplemente porque una hipótesis estructural de todo estudio social es que la realidad social misma está ante los ojos cotidianos oculta, cubierta por un velo de prejuicios o simplemente de habituación.
De este modo la ciencia social desde distintos ámbitos del conocimiento, y usando métodos tan dispares como la interpretación psicoanalítica y la estadística han intentado develar una realidad social oculta, algo no imaginado para el ciudadano de todos los días sobre él mismo y sobre el delicado entramado social por el que se mueve diariamente.

Pero ocurrió que un fenómeno natural de aquellos que se ven una vez cada cincuenta años, desabastecimiento de los servicios básicos y días de aislamiento, mostraron de la ciudad de Concepción un panorama que pocos se hubieran imaginado. El terremoto removió el delicado velo de hipocresía que cubría la realidad social de Chile, mostrando una realidad macabra que ni los mejores discursos pudieron maquillar. El asombro ante la actitud de desesperados y oportunistas, la desvergüenza de muchos clamando por la intervención militar, la falta de liderazgo efectivo que demostraron los dirigentes políticos demostrando una vez más que se llega a los escaños del poder para engordar el culo.

¿Qué hubiera pasado si lo ocurrido en Concepción fuese hoy la realidad de más ciudades en Chile? Lo que se ha llamado hasta ahora “el terremoto social” sería entonces el fin de un país (el fin del país que hoy en día conocemos).
Disculpará el lector el atrevimiento, el distanciamiento del dolor de las personas para poner la atención en estos otros aspectos más macabros, incluso inmorales. Pero que útil que resulta ver la realidad social develada en Concepción por el terremoto como una radiografía de la sociedad chilena. Que repugnantes quedamos todos, como cubiertos por un alquitrán de oportunismo generalizado: El dueño de supermercado protegiendo a sangre y fuego su mercancía en circunstancias que nadie tiene alimento ni agua. Los oportunistas, saqueadores, acaparando aquello que en mejores circunstancias podrían llegar a vender a buen precio en el mercado negro.
El ciudadano heredero de la mentalidad de la dictadura pide la muerte de los atrevidos y la intervención militar.
Por supuesto que a mejor doctor mejor diagnóstico de esta macabra radiografía. Quede para otros la interpretación de la lucha de clases, el psicoanálisis de la colectividad y las estadísticas de robos según barrios y tipologías de todo orden. Sin embargo resulta no sólo curioso, sino que también paradójico, que lo que los enfoques más técnicos en ciencia social, incluso más aparatosos,  no puedan develar simple y llanamente, un descalabro natural lo muestre nada más que en unos días.

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lunes, 8 de octubre de 2018

Carbon Taxes After All? A Conversation with William Nordhaus

El Premio Nobel de Economía 2018 fue otorgado a William Nordhaus y Paul Romer por sus estudios sobre el impacto del cambio climático y la tecnología

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El Premio Nobel de Economía 2018 fue otorgado a William Nordhaus y Paul Romer por sus estudios sobre el impacto del cambio climático y la tecnología


        


"Sus hallazgos han ampliado de manera significativa el alcance del análisis económico al construir modelos que explican cómo interactúa la economía de mercado con la naturaleza y el conocimiento", indicó la Academia de Ciencias de Suecia



La Real Academia de las Ciencias de Suecia otorgó este lunes el Premio Nobel de Economía a los estadounidenses William Nordhaus y Paul Romer, por sus aportes a la integración del cambio climático y las innovaciones tecnológicas a los estudios macroeconómicos.
Según explicó la organización, los ganadores "han diseñado métodos para abordar algunos de los problemas más fundamentales de nuestra época: el crecimiento sostenible en la economía global y el bienestar de la población mundial".

Con respecto a Nordhaus, la Academia destacó que fue la primera persona en crear un modelo cuantitativo que describe la interacción entre la economía y el clima, que ahora ha sido difundido para examinar las consecuencias de las políticas sobre el tema, como los impuestos al carbón. "Su investigación muestra cómo la actividad económica interactúa con la química y física básica que produce el cambio climático", añadieron.
En ese sentido, los trabajos de Nordhaus han demostrado que la política más efectiva para combatir las emisiones de gas de efecto invernadero son los impuestos al carbón y otras industrias contaminantes.


En tanto, señalaron que el trabajo de Romer apunta que la acumulación de ideas sostiene el crecimiento económico. "Demostró cómo las fuerzas económicas gobiernan la disposición de las firmas para producir nuevas ideas e innovaciones", expuso la Academia.
Por ello, sus investigaciones son consideradas la base de lo que hoy es conocido como la teoría del crecimiento endógeno, que generó múltiples investigaciones sobre las regulaciones y políticas que incentivan la investigación y la prosperidad a largo plazo.
El Nobel de Economía, cuyo nombre real es Premio de Ciencias Económicas en memoria de Alfred Nobel, es el único de los seis premios no creado en su día por el magnate sueco, sino que fue instituido en 1968 a partir de una donación a la Fundación Nobel del Banco Nacional de Suecia con motivo de su 300 aniversario.
El premio ha sido otorgado 49 veces por la Real Academia de las Ciencias Sueca a 79 personas, pero solo una mujer lo ha ganado, la estadounidense Elinor Ostrom, que lo compartió en 2009 con Oliver Williamson por sus análisis sobre política económica de las propiedades comunes.
El ganador o ganadores recibirán los 9 millones de coronas suecas (cerca de un millón de dólares) con que están dotados este año los Nobel, que se entregan el 10 de diciembre en una doble ceremonia en Oslo, para el de la Paz, y Estocolmo, para el resto.

Los últimos 10 ganadores

2017: Richard Thaler (Estados Unidos), por su investigación sobre las consecuencias de los mecanismos psicológicos y sociales en las decisiones de los consumidores y los inversores.
2016: Oliver Hart (Reino Unido/Estados Unidos) y Bengt Holmström (Finlandia), por sus aportaciones a la teoría de los contratos.
2015: Angus Deaton (Reino Unido/Estados Unidos), "por su análisis sobre el consumo, la pobreza y el bienestar".
2014: Jean Tirole (Francia), por su "análisis sobre el poder del mercado y de su regulación".
2013: Eugene Fama, Lars Peter Hansen y Robert Shiller (Estados Unidos), por sus investigaciones sobre los mercados financieros.
2012: Lloyd Shapley y Alvin Roth (Estados Unidos), por sus trabajos sobre la mejor manera de adecuar la oferta y la demanda en un mercado, con aplicaciones en las donaciones de órganos y la educación.
2011: Thomas Sargent y Christopher Sims (Estados Unidos), por investigaciones que permiten entender cómo acontecimientos imprevistos o políticas programadas influyen en los indicadores macroeconómicos.
2010: Peter Diamond y Dale Mortensen (Estados Unidos), Christopher Pissarides (Chipre/Reino Unido), un trío que mejoró el análisis de los mercados en los que la oferta y la demanda tienen dificultades para acoplarse, especialmente en el mercado laboral.
2009: Elinor Ostrom y Oliver Williamson (Estados Unidos), por sus trabajos separados que muestran que la empresa y las asociaciones de usuarios son a veces más eficaces que el mercado.
2008: Paul Krugman (Estados Unidos), por sus trabajos sobre el comercio internacional.

El Nobel de Economía premia el estudio de los efectos del cambio climático en el crecimiento

El Nobel de Economía premia el estudio de los efectos del cambio climático en el crecimientoResultado de imagen para William D. Nordhaus
Los economistas William D. Nordhaus y Paul Romer han recibido el reconocimiento por “explicar cómo la economía de mercado interactúa con la naturaleza y el conocimiento”


El Premio Nobel de Economía de este 2018 ha recaído en William D. Nordhouse y Paul Romer. La Real Academia Sueca de las Ciencias ha reconocido a los dos economistas por integrar el cambio climático y la innovación tecnológica en el análisis macroeconómico, tal y como afirmó su representante en rueda de prensa.
“Sus hallazgos han ampliado significativamente el alcance del análisis económico al construir modelos que explican cómo la economía de mercado interactúa con la naturaleza y el conocimiento”, dijo la academia en un comunicado. El premio le será entregado en la ceremonia que se celebra en Oslo el 10 de diciembre de este año.

Este premio, conocido oficialmente como Premio del Banco de Suecia en Ciencias Económicas en memoria de Alfred Nobel, lo entrega la Real Academia Sueca de Ciencias. El premio no fue creado por Alfred Nobel, sino que se empezó a otorgar en 1969 por el Banco de Suecia, el banco central más antiguo. El ganador se lleva 9 millones de coronas suecas, unos 870.000 euros, una medalla de oro y un diploma.
La última edición, la celebrada en 2017, el vencedor fue Richard H. Thaler por sus “contribuciones a la economía conductual”. En esa edición, como viene siendo habitual, no había un claro favorito. Decenas de candidatos aspiraban al prestigioso galardón, pero finalmente quien se impuso es este profesor de 72 años de la universidad de Chicago.
En las quinielas previas para la actual edición, uno de los mejor posicionados era el economista español Manuel Arellano, según la Clarivate Analytics de Thomson Reuters. Arellano, segundo español en aparecer en la lista en 16 años, es profesor de econometría en el Centro de Estudios Monetarios y Financieros (CEMFI) de Madrid, y junto a Stephen R. Bond, de la Universidad de Oxford, en Reino Unido, estaba incluido en la lista por sus contribuciones al análisis de datos de panel, especialmente el estimador Arellano-Bond.

El perfil del Nobel de Economía

El Premio Nobel de Economía de este 2018 ha recaído en William D. Nordhouse y Paul Romer. La Real Academia Sueca de las Ciencias ha reconocido a los dos economistas por integrar el cambio climático y la innovación tecnológica en el análisis macroeconómico, tal y como afirmó su representante en rueda de prensa.
“Sus hallazgos han ampliado significativamente el alcance del análisis económico al construir modelos que explican cómo la economía de mercado interactúa con la naturaleza y el conocimiento”, dijo la academia en un comunicado. El premio le será entregado en la ceremonia que se celebra en Oslo el 10 de diciembre de este año.

Este premio, conocido oficialmente como Premio del Banco de Suecia en Ciencias Económicas en memoria de Alfred Nobel, lo entrega la Real Academia Sueca de Ciencias. El premio no fue creado por Alfred Nobel, sino que se empezó a otorgar en 1969 por el Banco de Suecia, el banco central más antiguo. El ganador se lleva 9 millones de coronas suecas, unos 870.000 euros, una medalla de oro y un diploma.
La última edición, la celebrada en 2017, el vencedor fue Richard H. Thaler por sus “contribuciones a la economía conductual”. En esa edición, como viene siendo habitual, no había un claro favorito. Decenas de candidatos aspiraban al prestigioso galardón, pero finalmente quien se impuso es este profesor de 72 años de la universidad de Chicago.
En las quinielas previas para la actual edición, uno de los mejor posicionados era el economista español Manuel Arellano, según la Clarivate Analytics de Thomson Reuters. Arellano, segundo español en aparecer en la lista en 16 años, es profesor de econometría en el Centro de Estudios Monetarios y Financieros (CEMFI) de Madrid, y junto a Stephen R. Bond, de la Universidad de Oxford, en Reino Unido, estaba incluido en la lista por sus contribuciones al análisis de datos de panel, especialmente el estimador Arellano-Bond.

El perfil del Nobel de Economía


Este galardón, que se concedió por primera vez en 1969 y cumple 50 ediciones este año, presenta con un perfil del laureado muy homogéneo: varón, estadounidense y con una larga trayectoria profesional, ya que la edad media de los premiados es de 67 años.

De hecho, el perfil del ganador promedio del Nobel de Economía sería el de un varón -sólo una mujer, Elinor Ostrom, ha obtenido el premio entre un total de 79 ganadores- de nacionalidad estadounidense, pasaporte del 57% de los premiados.
Respecto a la dilatada experiencia, la media de edad de los galardonados es de 67 años, siendo Kenneth J. Arrow el más joven, premiado en 1972 a los 51 años, y Leonid Hurwicz el más veterano, tras recibir el galardón a los 90 años en 2007.
Menos marcada es la tendencia que da mayor peso a los premios compartidos sobre los individuales, ya que desde su primera edición en 1969 el Nobel de Economía se ha entregado a un único ganador en 23 ocasiones, como el pasado año 2017, cuando ganó el economista estadounidense Richard H. Thaler.
Desde su creación, el Nobel de Economía ha reconocido a figuras consagradas como Friedman, Hayek, Samuelson y Stiglitz, entre otros. Hasta la fecha, sólo una mujer, la estadounidense Elinor Ostrom, ha sido distinguida con este galardón, que obtuvo en 2009 junto a su compatriota Oliver E. Williamson por su trabajo en gobernanza económica.

Los ganadores de 2018





Este es el último galardón concedido por el organismo . El Nobel de Medicina ha recaído este año en el trabajo sobre la inmunoterapia del cáncer realizado por el estadounidense James Allison y el japonés Tasuku Honjo. El Nobel de Física lo recibió este año y por primera vez desde 1963 una mujer: la canadiense Donna Strickland, que comparte el galardón con el estadounidense Arthur Ashkin y el francés Gérard Mourou por “invenciones revolucionarias en el campo de la física de los láseres”. Por su parte, el Nobel de Química fue para Frances Arnold, George Smith y Gregory Winter por la creación de nuevas proteínas mediante principios de la evolución. El Nobel de la Paz lo recibió el ginecólogo congolés Denis Mukwege y la activista yazidí Nadia Murad.






En esta ocasión, la Academia Sueca ha aplazado la entrega del Premio Nobel de Literatura hatsa 2019 tras el escándalo de supuestos abusos sexuales y filtraciones de los ganadores del galardón
La Real Academia Sueca de las Ciencias anunciará este lunes el ganador del galardón oficiosamente reconocido como Nobel de Economía, el ‘Premio de Ciencias Económicas del Banco de Suecia en memoria de Alfred Nobel’, donde por segunda vez un profesor español, Manuel Arellano, se encuentra entre los candidatos favoritos.
Clarivate Analytics de Thomson Reuters ha dado su pronóstico de ganadores del Premio Nobel, la lista de ‘Laureados por Menciones’ de 2018, entre los que está el economista español Manuel Arellano, el segundo español que aparece en esta lista en los 16 años que se lleva publicando.
Arellano,
Este método estudiado por Arellano explota los patrones de tiempo en los datos de panel para estimar la respuesta económica a un cambio en una política u otra variable, mientras controla la variación de confusión permanente no observada.
Contra el economista español compiten Wesley M. Cohen, de la Universidad de Duke, y Daniel A. Levinthal, de la Universidad de Pensilvania, por su introducción y desarrollo del concepto de ‘capacidad de absorción’ --la capacidad de las empresas para evaluar, asimilar y aplicar conocimiento externo-- y su contribución para avanzar en la comprensión del desempeño innovador de las empresas, las industrias y las naciones.


Este premio, conocido oficialmente como Premio del Banco de Suecia en Ciencias Económicas en memoria de Alfred Nobel, lo entrega la Real Academia Sueca de Ciencias. El premio no fue creado por Alfred Nobel, sino que se empezó a otorgar en 1969 por el Banco de Suecia, el banco central más antiguo. El ganador se lleva 9 millones de coronas suecas, unos 870.000 euros, una medalla de oro y un diploma.
La última edición, la celebrada en 2017, el vencedor fue Richard H. Thaler por sus “contribuciones a la economía conductual”. En esa edición, como viene siendo habitual, no había un claro favorito. Decenas de candidatos aspiraban al prestigioso galardón, pero finalmente quien se impuso es este profesor de 72 años de la universidad de Chicago.
En las quinielas previas para la actual edición, uno de los mejor posicionados era el economista español Manuel Arellano, según la Clarivate Analytics de Thomson Reuters. Arellano, segundo español en aparecer en la lista en 16 años, es profesor de econometría en el Centro de Estudios Monetarios y Financieros (CEMFI) de Madrid, y junto a Stephen R. Bond, de la Universidad de Oxford, en Reino Unido, estaba incluido en la lista por sus contribuciones al análisis de datos de panel, especialmente el estimador Arellano-Bond.

El perfil del Nobel de Economía

Este galardón, que se concedió por primera vez en 1969 y cumple 50 ediciones este año, presenta con un perfil del laureado muy homogéneo: varón, estadounidense y con una larga trayectoria profesional, ya que la edad media de los premiados es de 67 años.

De hecho, el perfil del ganador promedio del Nobel de Economía sería el de un varón -sólo una mujer, Elinor Ostrom, ha obtenido el premio entre un total de 79 ganadores- de nacionalidad estadounidense, pasaporte del 57% de los premiados.
Respecto a la dilatada experiencia, la media de edad de los galardonados es de 67 años, siendo Kenneth J. Arrow el más joven, premiado en 1972 a los 51 años, y Leonid Hurwicz el más veterano, tras recibir el galardón a los 90 años en 2007.
Menos marcada es la tendencia que da mayor peso a los premios compartidos sobre los individuales, ya que desde su primera edición en 1969 el Nobel de Economía se ha entregado a un único ganador en 23 ocasiones, como el pasado año 2017, cuando ganó el economista estadounidense Richard H. Thaler.
Desde su creación, el Nobel de Economía ha reconocido a figuras consagradas como Friedman, Hayek, Samuelson y Stiglitz, entre otros. Hasta la fecha, sólo una mujer, la estadounidense Elinor Ostrom, ha sido distinguida con este galardón, que obtuvo en 2009 junto a su compatriota Oliver E. Williamson por su trabajo en gobernanza económica.

Los ganadores de 2018

Este es el último galardón concedido por el organismo . El Nobel de Medicina ha recaído este año en el trabajo sobre la inmunoterapia del cáncer realizado por el estadounidense James Allison y el japonés Tasuku Honjo. El Nobel de Física lo recibió este año y por primera vez desde 1963 una mujer: la canadiense Donna Strickland, que comparte el galardón con el estadounidense Arthur Ashkin y el francés Gérard Mourou por “invenciones revolucionarias en el campo de la física de los láseres”. Por su parte, el Nobel de Química fue para Frances Arnold, George Smith y Gregory Winter por la creación de nuevas proteínas mediante principios de la evolución. El Nobel de la Paz lo recibió el ginecólogo congolés Denis Mukwege y la activista yazidí Nadia Murad.

En esta ocasión, la Academia Sueca ha aplazado la entrega del Premio Nobel de Literatura hatsa 2019 tras el escándalo de supuestos abusos sexuales y filtraciones de los ganadores del galardón
La Real Academia Sueca de las Ciencias anunciará este lunes el ganador del galardón oficiosamente reconocido como Nobel de Economía, el ‘Premio de Ciencias Económicas del Banco de Suecia en memoria de Alfred Nobel’, donde por segunda vez un profesor español, Manuel Arellano, se encuentra entre los candidatos favoritos.
Clarivate Analytics de Thomson Reuters ha dado su pronóstico de ganadores del Premio Nobel, la lista de ‘Laureados por Menciones’ de 2018, entre los que está el economista español Manuel Arellano, el segundo español que aparece en esta lista en los 16 años que se lleva publicando.
Arellano,
Este método estudiado por Arellano explota los patrones de tiempo en los datos de panel para estimar la respuesta económica a un cambio en una política u otra variable, mientras controla la variación de confusión permanente no observada.
Contra el economista español compiten Wesley M. Cohen, de la Universidad de Duke, y Daniel A. Levinthal, de la Universidad de Pensilvania, por su introducción y desarrollo del concepto de ‘capacidad de absorción’ --la capacidad de las empresas para evaluar, asimilar y aplicar conocimiento externo-- y su contribución para avanzar en la comprensión del desempeño innovador de las empresas, las industrias y las naciones.


El tercer favorito, que sería laureado en solitario en esta ocasión, es David M. Kreps de la Universidad de Stanford, por su contribución a los fenómenos económicos dinámicos, en la teoría de la elección, las finanzas, la teoría de juegos y la teoría de la organización.

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