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domingo, 6 de enero de 2019

La POBREZA según las TEORÍAS del desarrollo económico Leonardo Lomelí Vanegas



Para quienes reconocen que existen fallas en el mercado que no permiten que sectores importantes de la población accedan a mejores ingresos, las intervenciones focalizadas deben incluir, además de transferencias monetarias, transferencias en especie (educación, salud, alimentación, servicios básicos) que permitan mejorar las capacidades de los individuos para insertarse en el mercado.

La pobreza, el problema social más grave de la historia, no ha estado ausente de las reflexiones de quienes se han ocupado de la teoría del desarrollo. 
Al interés por determinar cuáles son las causas del atraso de unos países respecto a otros se sumó la preocupación por explicar la persistencia de la pobreza incluso en las naciones más desarrolladas del mundo. Por el contrario, buena parte de las motivaciones que han animado a los teóricos del desarrollo tienen que ver con su interés por encontrar explicaciones al fenómeno de la pobreza, y opciones para superarla. 

La teoría del desarrollo surgió en el siglo XX para explicar por qué algunos países han logrado un mejor desempeño económico a lo largo de la historia, desempeño que a su vez se ha expresado en transformaciones significativas en su estructura económica y en los niveles de bienestar general de su población. 

La constatación de que el libre funcionamiento de los mercados no garantiza automáticamente la eficiencia económica ni el desarrollo, llevó a la primera generación de teóricos del desarrollo a analizar los factores que retrasan el desenvolvimiento económico de algunos países. 

Como suele ocurrir en la historia del pensamiento económico y social, hubo una reacción a estos planteamientos que puso énfasis en ubicar a los obstáculos para el buen funcionamiento de los mercados como el factor principal que explicaría el rezago de los países subdesarrollados. Finalmente, el reconocimiento de que hay múltiples factores institucionales que inciden en la concentración del ingreso, inhiben la innovación y el progreso técnico y crean un clima de incertidumbre que afecta a la inversión, permitió ampliar la agenda de investigación de la teoría, asumiendo la complejidad del problema.

Primeras ideas sobre la pobreza en el pensamiento económico
La economía política clásica se ocupó desde el inicio del problema de la pobreza, pero lo atribuyó a una asignación ineficiente de los recursos que se corregiría conforme se fueran extendiendo los mercados y se eliminaran las restricciones para su adecuado funcionamiento. 

La preocupación inicial de Adam Smith no era lograr una explicación coherente del funcionamiento del sistema económico, sino responder la pregunta que ya se había planteado en su primer libro –La teoría de los sentimientos morales–, acerca de cuál era la forma de alcanzar el mayor bienestar para la sociedad.

La disyuntiva que se le presentaba consistía en confiar en un poder (el Estado) que organizara las actividades sociales en beneficio de la colectividad, o dejar a cada individuo en libertad para tratar de incrementar su propio bienestar. 
La armonización de los intereses individuales no se lograría mediante una acción planificada e instrumentada por el Estado, sino por la “mano invisible” del mercado.

Al buscar obtener la máxima utilidad posible a partir de sus actividades económicas, los individuos tendrían que responder a necesidades sociales: quienes vendieran su fuerza de trabajo, solamente podrían dedicarse a aquellas actividades socialmente necesarias, pues de lo contrario la gente no estaría dispuesta a remunerar su trabajo; quienes invirtieran sus capitales para producir bienes, tendrían que satisfacer una demanda social y por lo tanto producirían bienes y servicios considerados útiles y necesarios por la colectividad. 

En la obra de los economistas clásicos y neoclásicos, la pobreza era vista originalmente como un resultado del mal funcionamiento de un sistema económico (el feudalismo) que inhibía el desarrollo de las fuerzas productivas y la libre circulación de los factores de la producción. 

Una mejor asignación de los recursos mediante el libre funcionamiento de la economía de mercado permitiría el incremento sostenido del empleo, los salarios y de esta forma la sociedad sólo debería preocuparse de las personas incapacitadas para trabajar. 

Posteriormente, la inclusión de la demografía y de su impacto en los mercados laborales llevó a la conclusión de que había fuerzas que no permitirían eliminar la pobreza, dado un stock de recursos naturales fijo que marcaba los límites de las posibilidades de producción de la economía. 
Este enfoque, combinado con la teoría del fondo de salarios, llevaba a la conclusión de que la pobreza sería un freno natural al crecimiento demográfico, lo que en principio implicaba que habría que resignarse a que fuera un elemento permanente del capitalismo. 

Finalmente, Stuart Mill introdujo el problema de la exclusión como determinante de la pobreza y planteó la necesidad de una política gubernamental encaminada a lograr la igualdad de oportunidades para todos los participantes del sistema económico. A partir de sus propuestas se desarrollaron los principales enfoques del siglo XX sobre la política social desde la perspectiva del pensamiento económico. 

El surgimiento de la Economía del Bienestar, durante las primeras décadas del siglo XX, constituyó una aportación fundamental que fue parcialmente opacada por la revolución keynesiana, pero sentó las bases para el desarrollo posterior de la economía pública y de las herramientas fundamentales del análisis económico aplicado al diseño y evaluación de políticas sociales. 

La Economía del Bienestar trató de conciliar la preocupación fundacional de la disciplina por el bienestar general con el modelo de equilibrio general planteado por León Walras en la segunda mitad del siglo XIX. 
Toma como su punto de partida el principio de que los mercados competitivos son los mecanismos más eficientes de asignación de recursos, pero reconoce la posibilidad de que den lugar a una distribución del ingreso que no satisfaga a la sociedad y que justifique la intervención del Estado para buscar otra más equitativa. A la par que se da esta discusión, se reconoce también que el bienestar no puede ser medido únicamente a partir del incremento del ingreso nacional y del poder adquisitivo de la población. 

El concepto de desarrollo se va ampliando, para incluir no solamente altos niveles de ingreso (nacional y por habitante) sino el acceso a un conjunto de bienes y servicios que comienzan a generalizarse en los países más desarrollados. Incluye también transformaciones importantes en la estructura económica, caracterizadas por el crecimiento del sector industrial y la difusión del progreso técnico en los demás sectores, elevando la productividad en el proceso y liberando de esta manera un excedente de población rural que migrará a la ciudad y se ocupará en actividades industriales y de servicios
La teoría del desarrollo se ocupará entonces no solamente del tema del crecimiento, sino de los cambios en la estructura de la población, de la relación entre los principales sectores de actividad económica y de las transformaciones sociales que estos cambios traen consigo.

La primera generación de economistas del desarrollo analiza las restricciones al desarrollo en las economías subdesarrolladas con oferta de mano de obra prácticamente ilimitada a través de un modelo con dos sectores: uno capitalista y otro de subsistencia.

¿Cuándo surge la teoría del desarrollo? 

La preocupación por el desarrollo surge en el capitalismo maduro, a lo largo del siglo XX. 
Hasta entonces, el pensamiento económico y social había estado dominado por la concepción de una sociedad que orientaba sus esfuerzos productivos a reproducirse, no a ampliar aceleradamente, de manera perceptible en una misma generación, sus ingresos, y lograr por esa vía cambios perceptibles en el nivel general de vida. La aceleración del crecimiento económico y la constatación de que las primeras ideas de la economía clásica y neoclásica sobre el desarrollo eran insuficientes para explicar la brecha entre el crecimiento económico y las condiciones de vida entre los países desarrollados y el resto, condujeron a la formulación de las primeras teorías del desarrollo.

La pobreza en las primeras teorías del desarrollo 

En la economía política clásica, el desarrollo era una consecuencia del incremento en la acumulación de capital que traía consigo un aumento en la productividad, en los salarios y el consumo, que provocaba a su vez la profundización en la división del trabajo.
La generalización del mercado como mecanismo de asignación económica en el capitalismo generaba los incentivos para profundizar esta división del trabajo y generar este círculo virtuoso, que incluía a su vez un poderoso aliciente para la innovación y el progreso técnico como únicas vías para obtener ganancias extraordinarias en una situación de competencia perfecta, en la que existe una gran cantidad de productores, ninguno de los cuales puede por sí mismo determinar el precio. 

Como ha señalado Carlos Obregón (2008), hay una contradicción inicial en el pensamiento clásico sobre el crecimiento. En la Ley de Say, que fue una de las piedras angulares del pensamiento económico durante más de un siglo, la principal condición de equilibrio es la igualdad entre el ahorro y la inversión productiva. Detrás de este razonamiento prevalece la noción de una economía en reproducción, que no es acorde a los desequilibrios que se producen durante un periodo de crecimiento económico. 

La primera generación de economistas del desarrollo ha sido hasta ahora la más prolífica. 
A ella pertenecen autores como Arthur Lewis, que analiza las restricciones al desarrollo en las economías subdesarrolladas con oferta de mano de obra prácticamente ilimitada a través de un modelo con dos sectores: uno capitalista y otro de subsistencia. Rosenstein Rodan abordó el tema de la complementariedad de las actividades económicas y la posibilidad de aprovecharla para planear la industrialización. Plantea la relevancia de las economías externas que pueden beneficiar a toda una industria y la importancia de realizar grandes inversiones en sectores estratégicos para acelerar el desarrollo industrial. W. W. Rostow propuso, por su parte, la existencia de tres etapas en el crecimiento económico que pueden conducir al desarrollo cuando se completan exitosamente. 

A pesar de sus diferencias, destaca entre las preocupaciones de estos autores la insuficiencia del ahorro y la reasignación de los factores productivos para alcanzar altas tasas de crecimiento. El desarrollo económico se aborda principalmente desde la perspectiva del crecimiento de la producción, la industrialización y la urbanización. En consecuencia, la pobreza es considerada como una consecuencia del subdesarrollo que puede corregirse con el crecimiento económico.
Destacan dentro de esta primera generación las aportaciones latinoamericanas al análisis del problema. El estructuralismo latinoamericano propuso una interpretación histórica del problema del subdesarrollo, determinado por el tipo de inserción de las economías latinoamericanas en el mercado mundial y agravado por factores que inhiben el ahorro y la acumulación del capital, como la concentración del ingreso y una heterogeneidad productiva que desincentiva la innovación y obstaculiza la asimilación tecnológica.

Reconsideraciones del problema 

Una nueva generación de teorías del desarrollo puso el énfasis en aquellos factores que afectan la eficiencia del sistema económico, identificando en ellos las principales causas del atraso. 
La apertura económica, la reducción del gobierno, la recuperación del mecanismo de fijación de precios en el mercado como garante de la eficiencia económica, son preocupaciones de esta generación que representa una ofensiva ideológica encaminada a recuperar la centralidad del mercado y criticar la interferencia del Estado, para volver a la noción de la economía clásica y neoclásica de la economía como un sistema autorregulado que funciona mejor sin interferencias exógenas.

La pobreza según las teorías del desarrollo económico

La idea central que ha guiado este revisionismo de la teoría del desarrollo es que las interferencias con el libre funcionamiento del mercado solamente han provocado ineficiencia económica y no han logrado acelerar el desarrollo. 
Estas ideas estuvieron latentes durante décadas, pero recibieron un importante impulso a partir de la década de los años setenta del siglo XX, hasta llegar a convertirse en el enfoque dominante durante las últimas dos décadas

El enfoque adecuado para enfrentar el problema de la pobreza desde esta perspectiva no es a través de la procuración del crecimiento y del empleo, sino de políticas focalizadas dirigidas a los pobres extremos, que no entren en contradicción con los incentivos individuales para buscar ingresos mejor remunerados en el mercado. Para aquellos autores que reconocen que existen fallas en el mercado que no permiten que sectores importantes de la población accedan a mejores ingresos, las intervenciones focalizadas deben incluir, además de transferencias monetarias, transferencias en especie (educación, salud, alimentación, servicios básicos) que permitan mejorar las capacidades de los individuos para insertarse en el mercado.

Últimas aportaciones 

La tercera generación de teorías del desarrollo pone énfasis en los factores institucionales que explican la persistencia del fenómeno incluso dentro de los países más desarrollados. Esta generación incorpora las aportaciones de la economía de la información y del nuevo institucionalismo económico para explicar las causas de la brecha entre los países desarrollados y los subdesarrollados, y los factores que contribuyen a ampliar o cerrar dicha brecha. 
Reconoce las contribuciones de Keynes al análisis de la incertidumbre como un factor que afecta radicalmente el funcionamiento del sistema económico, ya que determina una racionalidad limitada para la toma de decisiones, a diferencia de los enfoques clásico y neoclásico, para los que la elección racional es una característica fundamental del comportamiento del ser humano como agente económico. 

Al reconocer la importancia de la incertidumbre en el comportamiento económico, autores como Joseph Stiglitz y George Akerloff, desde el campo de la economía de la información, y Douglass C. North, Ronald Coase, Oliver Williamson y Mancur Olson, desde el nuevo institucionalismo económico, han propiciado una renovación de la teoría del desarrollo. 
Estas aportaciones trascienden la economía del crecimiento e incorporan aspectos institucionales que permiten hablar de un renacimiento de la economía política como el enfoque más adecuado para abordar los temas del desarrollo económico. 

Finalmente, las contribuciones de Amartya Sen, que considera el desarrollo como un proceso continuo de ampliación de capacidades, entre ellas la libertad de decidir y actuar, concilia los enfoques individualistas y colectivistas del desarrollo, replanteando así su dimensión ética.

Leonardo Lomelí Vanegas es doctor en historia, profesor titular de tiempo completo y director de la Facultad de Economía de la Universidad Nacional Autónoma de México. Sus áreas de interés son las finanzas públicas, el pensamiento económico y la historia de la política económica en México. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores y en 2009 recibió la Distinción Universidad Nacional para Jóvenes Académicos en Investigación en Ciencias Económico-Administrativas. llomeliv@servidor.unam.mx

Lecturas recomendadas 
García Bermejo, Juan Carlos, editor (2009), Sobre la economía y sus métodos, Madrid, Ediciones Trotta. 
Obregón Díaz, Carlos (2008), Teorías del desarrollo económico, México, Pensamiento Universitario Iberoamericano. 
Ocampo, José Antonio (2004), El desarrollo económico en los albores del siglo XXI, Bogotá, Alfaomega. Sen, Amartya (2000), Desarrollo y libertad, México, Planeta.

VER MÁS
https://www.amc.edu.mx/revistaciencia/images/revista/61_4/PDF/08_Pobreza_Economicas.pdf

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