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miércoles, 5 de septiembre de 2018

EL SABER: SU ECONOMIA, SU PRODUCTIVIDAD


EL SABER: SU ECONOMIA, SU PRODUCTIVIDAD
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Ciertamente, la economía seguirá siendo una economía de mercado -y una economía mundial de mercado-. Llegará aun más lejos que la economía de mercado mundial anterior a la Primera Guerra Mundial, cuando no existían economías "planificadas" ni países "socialistas". Las críticas al mercado como organizador de la actividad económica se remontan hasta Aristóteles y la mayoría de los cargos contra él están bien fundados. Pero, como señaló todo un anticapitalista como Karl Marx hace más de cien años, el mercado con todas sus imperfecciones sigue siendo superior a las demás formas de organizar la actividad económica; cosa que ha quedado ampliamente demostrada en los últimos cuarenta años. Lo que hace que el mercado sea superior es precisamente que organiza la actividad económica en torno de la información. [Pag. 223]
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… Pero los bancos comerciales tienen problemas en todas partes; el margen entre lo que pagan por el dinero y lo que reciben por él se va reduciendo cada vez más. No pueden ganarse bien la vida percibiendo un retorno sobre el dinero; de forma creciente sólo pueden ganarse la vida –por no hablar de conseguir beneficios- recibiendo honorarios a cambio de información. Cada vez va habiendo menos retorno de los recursos tradicionales: mano de obra, suelo y capital (dinero). Los únicos –o por lo menos los principales- productores de riqueza son la información y el saber.
La economía del saber
La forma en que el saber se comporta como resurso económico aún no la comprendemos del todo. No tenemos suficiente experiencia para formular una teoría y ponerla a prueba. Hasta ahora sólo podemos decir que necesitamos esa teoría; …. [Pag. 225]
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Uno de los supuestos básicos de los economistas es que la "competencia total" es el modelo para la asignación de recursos y también para la distribución de recompensas económicas. La competencia no total es corriente en el "mundo real', pero se supone que es el resultado de la interferencia exterior en la economía, esto es, de monopolios, protección de patentes, regulación gubernamental, etcétera. Sin embargo, parece que en la economía del saber la competencia no total es inherente a la economía misma, Las ventajas iniciales conseguidas mediante una temprana aplicación y explotación del saber (esto es, lo que ha llegado a conocerse como la "curva de aprendizaje") acaban siendo permanentes e irreversibles. Esto implica que ni la economía de libre mercado ni el proteccionismo funcionarán cada uno por su lado como políticas económicas. La economía del saber parece exigir ambos. [Pags. 226-227]
Otro de los supuestos básicos de los economistas es que una economía está determinada bien por el consumo, bien por la inversión. Los keynesianos y los neokeynesianos (como Milton Friedman) la hacen deepender del consumo; los clásicos y neoclásicos (como los "austríacos"), de la inversión. En la economía del saber ni una ni otra parecen tener el control. No hay ni la más mínima evidencia de que un aumento del consumo lleve a una mayor producción de saber; pero tampoco hay ni la más mínima prueba de que una mayor inversión tenga como resultado una mayor producción de saber. Por lo menos, parece que el plazo entre aumento del consumo y producción de saber, o entre aumento de inversión y producción de saber, es tan largo que desafía el análisis, y ciertamente es demasiado largo para basar la teoría económica o la política económica en la correlación, sea ésta cual fuere.
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Cuando se trata de nuevo saber, hay tres clases…. Primero hay una continuada mejora del proceso, producto o servicio; los japoneses, que son quienes mejor la hacen la llaman kaizen. También está la explotación, la continuada explotación del saber existente para desarrollar nuevos y distintos productos, procesos y servicios; y finalmente está la auténtica innovación. Es necesario trabajar al mismo tiempo y a la vez estas tres formas de aplicar el saber a producir un cambio en la economía (y también en la sociedad). [Pag. 227]
La productividad del saber
El saber no resulta barato. Todos los países desarroIlados gastan algo así como una quinta parte de su Producto Bruto Nacional en la producción y difusión de saber. La escolaridad regular -esto es la enseñanza anterior al ingreso en la fuerza laboral- se lleva alrededor de una décima parte del PBN (cuando era de un 2% en la época de la Primera Guerra Mundial). Las organizaciones gastan otro 5% del PBN en cursos de formación para adultos para sus empleados; puede que más. Y de un 3 a un 5% del PBN se gasta en investigación y desarrollo, esto es, en la producción de nuevo saber. [Pag. 228]

…. La formación de saber es ya la mayor inversión en cualquier país desarrollado. Con certeza el retorno que un país o una empresa recibe del saber será cada vez más un factor determinante de su competitividad. De forma creciente, la productividad del saber será decisiva en su éxito económico y social y en su rendimiento económico global. Y sabemos que hay tremendas diferencias en la productividad del saber; entre países, entre industrias, entre organizaciones individuales.
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Parecidas señales de peligro abundan hoy respecto a la productividad del saber en la sociedad de Estados Unidos. En una industria tras otra –desde los microprocesadores a las máquinas de fax y desde las máquinas-herramienta hasta las fotocopiadoras- las empresas estadounidenses han generado nuevas tecnologías sólo para ver cómo las empresas japonesas desarrollaban los productos y se hacían del mercado. [Pag. 229]

…. Tanto en tecnología como en gestión, la mayor parte del saber japonés era producida en otro sitio, en su mayoría en Estados Unidos. En Japón ni siquiera se empezó a trabajar en serio en la construcción de una base de saber propio hasta finales de los setenta e, inclusive ahora, esto es en los noventa, cuando se ha convertido seguramente en la segunda potencia económica mundial, sigue importando más saber del que exporta. Y además, los japoneses no importaban en realidad una gran cantidad de saber tecnológico (a diferencia del saber de gestión). Pero hacían que cualquier saber que adquirran fuera soberbiamente productivo. [Pag. 230]
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En la época en que surgió por primera vez la procupación por la productividad del capital –a finales de los cincuenta y principios de los sesenta- hacía furor en todo el mundo la planificación centralizada. La gente sólo preguntaba si era mejor la planificación de arriba a abajo y por mandato de los planes quinquenales soviéticos o la planificación por consenso del Plan Indicatif francés para dirigir la economía. Pero pocos dudaban de que los resultados que rendía la planificación eran muy superiores al reparto no planificado del mercado por parte del capital, tanto en producto total como en producto por unidad de inversión. No obstante, los primeros intentos por medir los resultados reales mostraron de forma concluyente que bajo ambos tipos de planificación la productividad del capital es muy baja y disminuye de forma continuada; demostraron que bajo la planificación centralizada, las unidades de inversión adicionales de capital rendían cada vez menos producto adicional. [Pag. 231]
El gobierno francés actuó inmediatamente; archivaron el Plan Indicatif y con él toda planificación económica. Si Francia no hubiera dado así un giro de ciento ochenta grados a principios de los sesenta, hoy tendría un aspecto muy parecido al de la Alemania del Este.
Los planificadores soviéticos siguieron planificando y la productividad del capital en el Imperio Soviético siguió cayendo hasta el punto en que llegó a ser negativa.
En la época de Brezhnev la inversión en agricultura creció de forma continuada hasta que acabó llevándose la parte del león de todo el dinero disponible no dedicado a defensa. Pero cuanto más dinero se invertía en la agricultura, menores eran las cosechas. Y la misma productividad negativa afligía a las industries civiles en la Unión Soviética; de lo que sucedía en el sector de la defensa no tenemos información. Fue el fracaso de la productividad de capital más que cualquier otra cosa lo que finalmente causó el hundimiento de la economía soviética.
Sabemos ahora que la centralización impide la productividad del capital-dinero. Las tremendas inversiones en el Tercer Mundo hechas por el Banco Mundial no estaban planificadas de forma centralizada, pero estaban -y están- fuertemente centralizadas. Su productividad ha sido muy baja. Han construido monumentos muy visibles, como enormes acerías, pero en conjunto han tenido muy pocos efectos "multiplicadores"; han creado muy pocos puestos de trabajo fuera de la fábrica y raramente han llegado a mantenerse con sus propios recursos y mucho menos han conseguido ser rentables. Por ello, son una carga para la economía nacional en lugar de proporcionarle capital inversor adicional.
Es muy probable que la planificación centralizada y la centralización en general hagan que el capital-saber sea tan improductivo como el capital-dinero. [Pag. 232]

…. La innovación, esto es la aplicación del saber a la producción de saber nuevo, no es, como afirma tanto folklore americano, "inspiración", ni quienes mejor lo hacen son individuos solitarios trabajando en sus garajes. Por el contrario, exige un esfuezoo sistemático y organizado y un cierto grado de organización. Pero también requiere descentralización y diversidad, esto es lo opuesto a planificación central y centralización.
Los requisitos de la gestión
Términos tales como centralización, descentralización y diversidad no son términos de economía; son términos de gestión. No tenemos una teoría económica para la productividad de la inversión en saber y puede que nunca la tengamos; pero tenemos preceptos de gestión. Sobre todo, sabemos que para conseguir que el saber sea productivo ha de haber un responsable de gestión. No puede ser el gobiemo y tampoco lo pueden lograr las fuerzas del mercado. Exige una aplicación organizada y sistemática del saber al saber. La primera regla puede ser que el saber tiene que apuntar alto para producir resultados. Los pasos pueden ser pequeños y paulatinos, el objetivo tiene que ser ambicioso. El saber sólo es productivo si se aplica para que se note la diferencia. [Pag. 233]

Hacer que el saber sea productivo exige además darle un enfoque claro y una alta concentración. Tanto si lo hace un individuo como si lo hace un equipo, el esfuerzo del saber exige propósito y organización; no es una "ráfaga de genio". Es trabajo.
Hacer que el saber sea productivo requiere, también, una explotación sistemática de las oportunidades de cambio…. Estas oportunidades tienen que armonizarse con las aptitudes y fuerzas del individuo o el equipo del saber.
Hacer que el saber sea productivo requiere finalmente tiempo de gestión. Sólo se alcanza una alta productividad del saber -sea en mejoras, en explotación o en innovación- al final de un largo período de gestación. No obstante, la productividad del saber requiere también un flujo constante de resultados a corto plazo. Por lo tanto, requiere el más difícil de todos los logros de gestión: equilibrar el largo plazo con el corto plazo. [Pag. 234]

… pero las mismas reglas son pertinentes para conseguir esa productividad en la sociedad, en la organización política y en el saber mismo. Hasta ahora se ha hecho muy poco trabajo encaminado a aplicar el saber a estas áreas; pero es en esas áreas donde necesitamos la productividad del saber, inclusive más que lo necesitamos en economía, tecnología o medicina.
Simplemente, relacione
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La mayoría de nosotros (tal vez todos nosotros) muchas veces sabemos más de lo que ponemos en práctica. La razón principal es que no movilizamos los múltiples saberes que poseemos. No utilizamos esos saberes como parte de una única caja de herramientas. En lugar de decir: ".¿Qué sé, qué he aprendido que pueda aplicar a esa tarea?", tendemos a clasificar las tareas en términos de áreas de saber especializadas. [Pag. 235]

En la enseñanza y el aprendizaje sí que tenemos que centrarnos en la herramienta; en el uso tenemos que centrarnos en el resultado final, en la tarea, en el trabajo. "Simplemente, relacione" era la constante recomendación de un gran novelista inglés, E.M. Forster (1879-1970). …. Pero en gran parte, se puede aprender a relacionar y así aumentar el rendimiento del saber existente -tanto si es a nivel individual de equipo o de toda una organización-. Con el tiempo tendría que llegar a enseñarse. Requiere una metodología para la definición del problema, probablemente más inclusive que la ahora de moda metodología para la "solución de problemas". Requiere un análisis sistemático de la clase de saber e información que exige un problema dado y una metodología para organizar las etapas a seguir en la resolución del problema: la metodología que subyace en lo que ahora llamamos "investigación de sistemas". Requiere lo que podríamos llamar "organización de la ignorancia", y siempre hay mucha más ignorancia que saber a nuestro alrededor.
La especialización por saberes nos ha dado un enorme potencial de funcionamiento en cada área, pero como los saberes están especializados, necesitamos también una metodología, una disciplina, un proceso para transformar el potencial en resultados. De lo contrario, la mayor parte del saber disponible no llegará a ser productiva, se quedará en información. [Pag. 236]

… Para conseguir que el saber sea productivo tenemos que aprender a ver tanto el bosque como los árboles. Tenmos que aprender a relacionar.
En su conjunto la productividad del saber va a ser cada vez más el factor determinante en la posición competitiva de un país, una industria, una empresa. Respecto del saber, ningún país, ninguna empresa, tiene ventajas o desventajas "naturales". La única ventaja que puede tener es respecto de cuánto obtiene del saber disponible para todos. Lo único que importará cada vez más en la economía nacional e internacional serán los resultados que consiga en productividad del saber. [Pag. 237]

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