Durante las décadas de los años cincuenta y sesenta del siglo pasado se desarrolló una gran polémica, hoy totalmente olvidada, entre economistas de uno y otro lado del océano. Se la denominó la controversia entre los dos Cambridges, pues enfrentó a científicos sociales del Cambridge británico con los del Cambridge de Massachusetts (EE UU). Unos y otros (gente tan importante como Joan Robinson, Paul Samuelson, Robert Solow, Franco Modigliani, Michal Kalecki, Nicholas Kaldor,…) eran keynesianos en una u otra medida, pero pasaron años enfrascados en una teoría sobre el capital.
Así cambió la economía el mundo
La escritora Sylvia Nasar narra en ‘La gran búsqueda’ las controversias entre los grandes ideólogos financieros de la Historia y su impacto real en la vida de la gente.
La historia del pensamiento económico es la historia de sus controversias. A través de ellas se ha avanzado en los dos últimos siglos y medio, desde que se considera la Economía como una ciencia social. Un periodo en el que la teoría ha pasado de ocuparse básicamente de lo que no podía hacerse a lo que debe hacerse para mejorar, para llegar a la buena vida de los ciudadanos.
John Maynard Keynes, uno de los grandes protagonistas el libro 'La gran búsqueda', en 1940
La gran búsqueda, de la escritora y periodista estadounidense de origen alemán Sylvia Nasar (editorial Debate) es un fantástico relato de cómo la Economía ha cambiado el modo de vida de los habitantes del planeta, a través de las ideas. Marshall o Keynes, dos de las cimas de ese pensamiento durante el siglo XX, destacaron el papel de la Economía moderna como organón, lo que significa herramienta; más que un conjunto de verdades es un motor de análisis diseñado para alcanzar la verdad, un instrumento que nunca será perfecto sino que requiere continuas mejoras, adaptaciones e innovaciones para ejercer su función.Keynes, que fue discípulo de Marshall, entendía la economía como “un aparato de la mente” cuyo cometido, como cualquier otra ciencia social, es analizar el mundo y aprovechar al máximo sus posibilidades; un instrumento del conocimiento que permite resolver lo que el genial economista de Cambridge denominó “el problema político de la humanidad”, la combinación de tres principios: la eficiencia económica, la justicia social y la libertad individual.
John Maynard Keynes, uno de los grandes protagonistas el libro 'La gran búsqueda', en 1940
La gran búsqueda, de la escritora y periodista estadounidense de origen alemán Sylvia Nasar (editorial Debate) es un fantástico relato de cómo la Economía ha cambiado el modo de vida de los habitantes del planeta, a través de las ideas. Marshall o Keynes, dos de las cimas de ese pensamiento durante el siglo XX, destacaron el papel de la Economía moderna como organón, lo que significa herramienta; más que un conjunto de verdades es un motor de análisis diseñado para alcanzar la verdad, un instrumento que nunca será perfecto sino que requiere continuas mejoras, adaptaciones e innovaciones para ejercer su función.Keynes, que fue discípulo de Marshall, entendía la economía como “un aparato de la mente” cuyo cometido, como cualquier otra ciencia social, es analizar el mundo y aprovechar al máximo sus posibilidades; un instrumento del conocimiento que permite resolver lo que el genial economista de Cambridge denominó “el problema político de la humanidad”, la combinación de tres principios: la eficiencia económica, la justicia social y la libertad individual.
El otro grupo de economistas ingleses, el de los liberales partidarios de la no intervención en la economía (las recesiones se curan solas), estaban relacionados con la London School of Economics, encabezados por Lionel Robbins, molestos por la hegemonía de Cambridge en el pensamiento económico. Robbins, que fichó a Von Hayek para sus filas, quería convertir la London School (fundada y subvencionada por los fabianos, una especie de socialistas utópicos) en “la contrapartida liberal del colectivismo de Cambridge”. La presencia de economistas en uno u otro grupo fue bastante móvil, dependiendo de las circunstancias, aunque los dos jefes de filas fueron Keynes y Hayek.
El primero, alrededor de cuya obra gira casi siempre la toma de posición de los demás, es el astro transversal de La gran búsqueda. Cuando muere su maestro, Alfred Marshall, escribe una necrológica de lo que Keynes considera un buen economista, que sigue vigente hoy. “El gran economista”, escribe Keynes, “debe poseer una rara combinación de dotes (…) Debe ser matemático, historiador, estadista y filósofo (en cierto grado). Debe comprender los símbolos y hablar con palabras corrientes. Debe contemplar lo particular en términos de lo general y tocar lo abstracto y lo concreto con el mismo vuelo de pensamiento. Debe estudiar el presente a la luz del pasado y con vistas al futuro. Ninguna parte de la naturaleza del hombre debe quedar por completo fuera de su consideración. Debe ser simultáneamente desinteresado y utilitario: tan fuera de la realidad y tan incorruptible como un artista, y sin embargo, en algunas ocasiones, tan cerca de la tierra como el político”.
El primero, alrededor de cuya obra gira casi siempre la toma de posición de los demás, es el astro transversal de La gran búsqueda. Cuando muere su maestro, Alfred Marshall, escribe una necrológica de lo que Keynes considera un buen economista, que sigue vigente hoy. “El gran economista”, escribe Keynes, “debe poseer una rara combinación de dotes (…) Debe ser matemático, historiador, estadista y filósofo (en cierto grado). Debe comprender los símbolos y hablar con palabras corrientes. Debe contemplar lo particular en términos de lo general y tocar lo abstracto y lo concreto con el mismo vuelo de pensamiento. Debe estudiar el presente a la luz del pasado y con vistas al futuro. Ninguna parte de la naturaleza del hombre debe quedar por completo fuera de su consideración. Debe ser simultáneamente desinteresado y utilitario: tan fuera de la realidad y tan incorruptible como un artista, y sin embargo, en algunas ocasiones, tan cerca de la tierra como el político”.
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