Desde la época de la fisiocracia, en las matemáticas, la ciencia natural y las ciencias sociales, la supremacía francesa sólo podía tener un rival serio: Escocia.
Francia era un país de 25.000.000 de habitantes (el doble que el total de la población del Reino Unido), atrayendo su propio talento y el del resto de Europa a París y la brillante corte de Versalles.
Escocia, con 1.500.000 habitantes y sin ningún centro social y político comparable, se convirtió en el semillero de la ciencia social moderna. Escocia parecía tener pocos números para ello: aunque había rechazado la dominación de la Iglesia Católica, había sucedido a ésta una de las formas más rígidas y fanáticas de protestantismo. John Knox (1514-1572), el creador del presbiterianismo escocés, era firme patidario de la ensañanza oficial, considerando que la función de ésta era inculcar una doctrina fijada y no la de estimular mentes inquisitivas. La iglesia presbiteriana absorvía todo el talento que aparecia y lo ponía al servicio de la eliminación de toda posible novedad.
Pero, casi derepente, a mediados del Siglo XVIII, se despejaron las nieblas de la ignorancia y Escocia pasó a de ser uno de los países más atrasados de Europa a ser uno de los de vanguardia. Quizás fué debido a sus vinculos más íntimos con inglaterra (paso a formar parte de la Unión en 1707, con vínculos definitivos a partir del fracaso de la rebelión jacobita de 1745) aunque lo cierto es que no hay una explicación lo suficientemente consistente.
La escuela de mediciona de la Universidad de Edimburgo era tan famosa que afluían a ella en tropel los estudiantes de todas partes, incluidos los EEUU.
Joseph Black, elaboró su teoría de calor latente y calor específico.
Dos de sus discípulos descubrienron el nitrógeno y el estroncio.
Un amigo suyo fue James Watt, impulsor de la máquina de vapor.
James Hutton revolucionó la geología con sus teoría sobre la erosión.
Los hermanos Adam dominaron la arquitectura innovadora de todo el Reino Unido durante ese período.
Los escoceses merecen una mención especial como editores, pues en 1771 iniciaron la Encyclopaedia Britannica, que ha sido durante mucho tiempo la publicación más importante de su género en inglés.
En 1762, Voltaire comentaba: "Es de Escocia de donde recibimos normas de gusto en todas las artes: desde el poema épico a la jardineria".
Las principales figuras de interés para las ciencias sociales fueron:
Adam Ferguson
Thomas Reid
Dugald Stewart
Lord Kames (Henry Home)
Lord Mondoddo (James Burnet)
La filosofía moral escocesa.
La filosofía moral es hoy una pequeña parte de la disciplina filosofía. Pero en el s. XVIII era lo que hoy denominaríamos "ciencias sociales" y humanidades.
De hecho Newton tituló su gran obra Principios matemáticos de filosofía natural (1687), lo que demuestra que el término filosofía no debería interpretarse en su sentido actual.
NOTA: El uso moderno del término "ciencia" se inicia a principios del siglo XIX, así incluso en el siglo XIX el término "científico" era considerado en Inglaterra un americanismo.
La filosofía moral pretendía aplicar de los principios y sistemas newtonianos al campo de la conducta humana. Esto es lo que se convino en denominar "filosofía moral". No se trataba como señalaria Hume de aplicar experimentos de laboratoria al campo humano, sino de contrastar los acontecimientos sociales con datos empíricos proporcionados por la historia. En notable contraposición a los áridos métodos a priori de la filosofía escolástica.
La aportación más importante de los escoceses a este campo fue que abordaron los problemas del hombre no en términos religiosos o teológicos. Sino que consideraban que el hombre era uno más entre las muchas especies de animales que vivían sobre el planeta y que, por tanto, pertenecía al mundo natural. La filosofía moral no era más que la rama del estudio general de los fenómenos naturales que trataba del hombre.
Hume, a diferencia de otros pensadores escoceses era un excéptico, que dudaba de los artículos de fe del cristianismo.
El problema fundamental de la teología es el fundamento de la fe, sobre todo en cuanto a la existencia de un ser supremo. La polémica en torno a esta cuestión se inició en el siglo XVII y continuó a lo largo del siguiente; se desarrolló entre quienes creían en la revelación (por la obra de Dios mostrada directamente al hombre a través de las Sagradas Escrituras, los milagros, etc) y quienes creían que la prueba se hallaba en los fenómenos naturales, cuyo orden probaba que habían sido creados por un ser transcendente. Del mismo modo que la existencia de un reloj es prueba de que tiene que haber habido un relojero, la existencia del mundo natural, tan complejamente diseñado, es la prueba de un diseñador cósmico. Isaac Newton en la segunda edición de sus Princios, comentaba que "este bellísimo sistema solar, los planetas y los cometas sólo podría proceder del consejo y el poder de un ser inteligente y poderoso". Para Newton estudiar la naturaleza era estudiar a Dios.
Este enfoque de la teología se denominó religión natural, y se hizo muy popular entre los intelectuales que se ufanaban de ser modernos. Su consecuencia fue desviar la atención de los textos sagrados y los comentarios interminables que sobre ellos habían hecho generaciones de doctos teólogos y filósofos escolásticos, y orientarla hacia el estudio émpirico de la obra de Dios en la naturaleza; La religión realizaba su primera adaptación a la ciencia.
Desde luego, si se quiere estudiar al hombre como al resto de acontecimientos naturales (si se pretende establecer leyes sobre su comportamiento), ha de haber una uniformidad suficiente sobre la naturaleza humana. El rasgo más notable de los pensadores escoceses fue su insistencia en la semejanza de los seres humanos.
De esta forma se distanciaban de sus contemporaneos más cultos. La idea de que los hombres eran diferentes fué muy apoyada por las crónicas de viajes a tierras inexploradas en las que se destacan y exageran las prácticas extrañas, que demostraban la existencia de seres que biologicamente eran homo sapiens, pero que no compartían la naturaleza común con los europeos; o al menos con aquellos europeos que leían y escribían libros.
Para los escoceses estas historias eran prueba de la diversidad cultural y de la homogeneidad en la naturaleza. Para Hume "la humanidad es prácticamente la misma, en todas las épocas y lugares, hasta el punto en que la historia no nos informa de nada nuevo o extraño a este respecto. Su utilidad principal es únicamente descubrir los principios constantes y universales de la naturaleza".
La adopción de este principio por Adam Smith se convirtió en el fundamento de la teoría económica. Smith incluía a los miembros de la clases trabajadoras en el término nación, lo cual fue una novedad aportada por este grupo de pensadores.
En oponión de los filósofos morales escoceses el hombre es, ante todo, un ser social, de ahí su interés por las instituciones sociales que eran reflejo de "la inevitabilidad social del ser humano".
Ahora bien, para ellos el carácter dual del hombre plantea un problema que se relaciona con el núcleo de la ciencia social. Como individuos los hombres son egocéntricos, pero como miembros de la sociedad albergan sentimientos de benevolencia (incluso, a veces, son altruistas). ¿Cómo se armonizan estas características aparentemente opuestas?
Para Hume los individuos egocéntricos suscriben un contrato social y se someten a un soberano, no por el bien de los demás o por el "bien público", sino cada uno en beneficio propio.
La gran aportación de Adam Smith fue demostrar que el poder de un soberano absoluto no es el único medio de conseguir un orden social en un mundo de individuos egocéntricos.
La ciencia social de principios del s. XIX dejó de lado el problema de cómo puede armonizarse la benevolencia y el egoísmo como propiedades de la naturaleza humana, debido al predominio de la psicología utilitarista.
En cuanto a la concepción del Estado -que se desarrollaba en la ciencia social conocida como teoría política-, tanto Hume como Smith y como Ferguson y otros atacaron el concepto de sociedad basado en un contrato. El concepto de "estado de la naturaleza" se consideraba inadmisible, puesto que el hombre siempre había vivido en un marco de instituciones sociales que, como el Estado, se habían ido formando de un modo natural y gradual. El contrato de Hobbes era una forma estéril de abordar el problema.
Esta actitud en contra de la teoría contractual se generalizó durante todo el pasado siglo. La atención pasó del contrato a la evolución de las instituciones políticas y sus papeles funcionales en la sociedad.
No obstante, podemos considerar que actualmente ha habido un renacer de la teoría contractual inicidado por The Calculus of Consent (1962) por J.M. Buchanan y Gordon Tullock.
Para los escoceses la sociedad funcionaba como una empresa coordinada en gran parte porque se autogobierna, al igual que sucede en el mundo natural. Todo Newtoniano puede argumentar sin problemas que Dios hizo las leyes de la naturaleza pero que, una vez establecidas, son esas leyes, no la intervención de Dios, quienes controlan la órbita de los planetas o la caída de una piedra. Los filósofos escoceses consideraron el campo de la conducta humana regido, de modo similar, por leyes semejantes a las leyes de la naturaleza, no por leyes hechas por soberanos o legisladores y aplicadas por la policía y los tribunales.
Suele atribuirse a Smith la idea de que el sistema social se apoya en un mecanismo natural de orden espontáneo, pero en realidad esta era la idea generalizada entre los moralistas escoceses. Un orden natural, social sin que nadie dé órdenes, sin estructura jerarquica. Francamente muy atractivo.
Toda la ciencia económica -incluida la marxista- es el estudio de como opera este mecanismo.
Nota: a los escoceses no les llamamos ecuela porque a pesar de que tuvieran muchas cosas en común discrepaban de muchas otras.
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